jueves, 21 de abril de 2016

LOS VALLES DE VIÑALES Y DEL SILENCIO


Desde el pueblo de Viñales cogimos un bus turístico que hacía varias paradas por el Valle de Viñales. El Mirador del Hotel Los Jazmines ofrecía las mejores vistas panorámicas del Valle y los mogotes, formaciones rocosas redondeadas, que parecían el lomo de un elefante.


Paramos en el Mural de la Prehistoria, pintado en la ladera del mogote Pita. Era un inmenso mural con caracoles, dinosaurios, monstruos marinos y seres humanos, que simbolizaban la teoría de la evolución. Era bastante colorista, sobre la piedra gris y me pareció psicodélico. Leímos que fue diseñada en 1961 por Leovigildo González Murillo, discípulo del artista mexicano Diego Rivera. La idea fue concebida por Celia Sanchez, Aliosa Alonso y Antonio Nuñez Jiménez. La obra fue llevada a cabo por 18 personas durante 4 años. Una curiosidad.


Visitamos la Cueva del Indio. Bajamos unas escaleras en la gruta y después de un corto recorrido iluminado, cogimos una lancha motora por el río subterráneo de aguas verdes y que atravesaba la cueva. 


La Casa del Veguero era un secadero de tabaco, con las hojas marrones colgando de los palos. Allí nos mostraron como envolvían los habanos con tres hojas: una para la combustión, otra para el sabor y otra para el aroma. Antes les extraían el nervio central de la hoja con un machete. Todo lo que sobraba se convertía en picadura para los cigarrillos.


Nos contaron que la fermentación al aire libre era de 90 días, luego se metía en grandes pacas y fermentaba en tres años. El 80% de la producción se lo quedaba el gobierno, y el 20% era para los productores para la venta particular. El guajiro que nos lo explicó era un campesino moreno y curtido, con sombrero.



Al día siguiente hicimos una excursión por el Valle del Silencio, una caminata de unas cuatro horas acabando con un baño en un lago. Paramos en una granja productora de café y nos explicaron el proceso de elaboración. Después de la recolección del grano lo dejaban secar, lo aventaban, separaban la cáscara y lo molían. Allí tomamos un guarapo, el zumo de caña de azúcar, al que se podía añadir zumo de piña y ron para rebajar el dulzor.



En el lago había algunos nenúfares flotantes. Nos dimos un buen baño, el agua no estaba demasiado fría. Los mogotes rocosos nos rodeaban en el camino, tapizados de verde vegetación. Subimos a un mirador para contemplar las vistas. Entre el verde de árboles y palmeras había claros de tierra roja, con las cabañas de los secaderos de tabaco y ganado pastando. Un precioso paisaje bucólico y relajante que vimos en soledad. El Valle del Silencio hacía honor a su nombre.


     


lunes, 18 de abril de 2016

P.N. TOPES DE COLLANTES, LAGUNAS Y CASCADAS

Desde Trinidad hicimos una excursión al Parque Natural Topes de Collantes. Fuimos en un camión ruso con Andrés, un simpático guía. Subimos carreteras de montaña atravesando la Sierra de Escambray, con bosques de grandes árboles y palmeras. Paramos en un mirador y contemplamos el verde paisaje.  



El inicio de la ruta a pie fue el sendero del río Melodioso del Parque Guanayara. Andrés nos iba explicando curiosidades de las plantas. Por ejemplo, sobre las bromelias, que vimos creciendo sobre troncos y hasta sobre cables eléctricos. No entendíamos como podían obtener los nutrientes. La explicación era que las bromelias eran plantas carnívoras y atrapaban a los insectos que se acercaban a beber en sus hojas. 

Vimos tocororos, el ave nacional de Cuba, de color rojo, blanco y azul, los colores de la bandera. El nombre de tocororo era una onomatopeya de su canto. Uno estaba junto a su nido y posó para la fotografía.



Llegamos a la Poza El Venado, un paraíso en el río Melodioso, rodeada de vegetación. Cruzamos puentes construidos con un solo tronco y vimos la cascada que caía en la poza. El baño fue genial. El agua verdosa estaba transparente y fresca. Nos pusimos bajo los chorros de la cascada, nadamos y nos dejamos envolver por aquellas aguas limpias admirando el entorno.



Otro día fuimos a la Laguna Guanaraca desde Cienfuegos. Tras una breve caminata llegamos al embarcadero. Cogimos una barca pequeña con un barquero. La Laguna Guanaraca era de agua salina y estaba rodeada de manglares. Vimos flamencos y pelícanos. Nos acercamos a unos 50m de los flamencos rosas, que debían su color a su dieta de camarones. Si nos aproximábamos más volaban en desbandada.

Luego caminamos por un sendero hasta la Cascada El Nicho, en el río Habanilla. Era un rincón idílico, con los chorros de las cascadas cayendo entre rocas con musgo y la poza de aguas verdosas rodeada de vegetación. Nos dimos otro baño delicioso.


sábado, 16 de abril de 2016

LAS CALLES DE TRINIDAD

Trinidad era otra de las bonitas ciudades coloniales cubanas. Considerada un museo al aire libre y Patrimonio Mundial. Se fundó en el s.XVI y prosperó gracias a las enormes fortunas azucareras amasadas a principios del s. XIX en el Valle de los Ingenios. Sus calles adoquinadas tenían casas de planta baja de colores, con grandes ventanales con rejas y tejadillos de tejas rojas.

Era una ciudad tranquila y callejeamos por los alrededores. Los edificios de la Plaza Mayor eran más nobles, casonas y palacetes de dos plantas con balconadas. Uno era el Palacio Ortiz y otro el Museo de Arquitectura. Visitamos el Palacio Ortiz, construido por un español que fue alcalde de Trinidad. Conservaba frescos originales de 1820 en sus paredes y albergaba una Galería de Arte con pinturas de varios artistas.

En el Palacio Cantero estaba el Museo Municipal dedicado a la historia de la ciudad y su lucha por la independencia. En las diferentes salas de comedor, dormitorio y cocina exhibía mobiliario de la época, armarios, baúles, porcelanas, vajillas. Fue el museo que más nos gustó.





La torre amarilla de la Iglesia de la Santísima Trinidad sobresalía entre los tejadillos rojos. Subimos a la torre para contemplar las vistas de la ciudad, con tejados rojos entre palmeras. En el convento de la misma iglesia estaba el Museo de los Bandidos, que exhibía fotos mapas, armas y otros objetos relacionados con el combate contra las diversas bandas contrarrevolucionarias que operaban en la Sierra de Escambray entre 1960 y 1965.

Había fotos de los grupos guerrilleros con Fidel, el Che y Camilo Cienfuegos. Y objetos de los guerrilleros como cantimploras, prismáticos y hasta la hamaca donde durmió el Che.






La Casa Templo de Santería Yemayá estaba dedicada al orisha, el dios yoruba del mar. En la entrada tenía una muñeca negra vestida de blanco, como una santera, y un altar con otra figura negra con ropajes blancos y azules, y ofrendas.

Los restaurantes tenían encanto, casi todos con patios interiores con plantas y porches. Uno de ellos tenía una ceiba centenaria con un tronco enorme. Otro era una casa-museo, con mobiliario, vajillas y porcelanas antiguas.  Cenamos en el dormitorio, junto a una gran cama de matrimonio. En muchos restaurantes podía escucharse música en directo. La música era parte importante de la cultura cubana.

Las escaleras de la Casa de la Música estaban bordeadas de terrazas repletas de gente tomando algo y escuchando música. Por la noche había mucho ambiente.






Vimos las ruinas de la Iglesia de Santa Ana, que solo conservaba la fachada. Nos alojamos en la casa colonial de Marisela y Gustavo, que nos enamoró al verla. Fachada azul y blanca, con altos ventanales con rejas, techos altos, mobiliario antiguo con mecedoras y patio con plantas.



Otro día fuimos al barrio Tres Cruces, más popular. La gente estaba sentada en la puerta de sus casas, tomando el fresco. Nos saludaban y era fácil entablar conversación. Por las calles adoquinadas transitaban campesinos guajiros con sus caballos y se veían algunos coches antiguos.

Trinidad tenía otros atractivos, desde allí hicimos una excursión al Parque Natural de Topes de Collantes y a la Playa Ancón..