Era una ciudad tranquila y callejeamos por los alrededores. Los edificios de la Plaza Mayor eran más nobles, casonas y palacetes de dos plantas con balconadas. Uno era el Palacio Ortiz y otro el Museo de Arquitectura. Visitamos el Palacio Ortiz, construido por un español que fue alcalde de Trinidad. Conservaba frescos originales de 1820 en sus paredes y albergaba una Galería de Arte con pinturas de varios artistas.
En el Palacio Cantero estaba el Museo Municipal dedicado a la historia de la ciudad y su lucha por la independencia. En las diferentes salas de comedor, dormitorio y cocina exhibía mobiliario de la época, armarios, baúles, porcelanas, vajillas. Fue el museo que más nos gustó.
La torre amarilla
de la Iglesia de la Santísima Trinidad sobresalía entre los tejadillos
rojos. Subimos a la torre para contemplar las vistas de la ciudad, con tejados
rojos entre palmeras. En el convento de la misma iglesia estaba el Museo de
los Bandidos, que exhibía fotos mapas, armas y otros objetos relacionados
con el combate contra las diversas bandas contrarrevolucionarias que operaban
en la Sierra de Escambray entre 1960 y 1965.
Había fotos de los
grupos guerrilleros con Fidel, el Che y Camilo Cienfuegos. Y objetos de los
guerrilleros como cantimploras, prismáticos y hasta la hamaca donde durmió el
Che.
Vimos las ruinas de la Iglesia de Santa Ana, que solo conservaba la fachada. Nos alojamos en la casa colonial de Marisela y Gustavo, que nos enamoró al verla. Fachada azul y blanca, con altos ventanales con rejas, techos altos, mobiliario antiguo con mecedoras y patio con plantas.
Otro día fuimos al
barrio Tres Cruces, más popular. La gente estaba sentada en la puerta de
sus casas, tomando el fresco. Nos saludaban y era fácil entablar conversación. Por
las calles adoquinadas transitaban campesinos guajiros con sus caballos y se
veían algunos coches antiguos.
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