domingo, 17 de marzo de 2019

PLAYAS DE COSTA DE MARFIL

Desde Grand Bassam un taxi colectivo nos llevó en una hora hasta Assinié. Assinié estaba entre la Laguna Aby y el mar, que se abría en el Golfo de Guinea. Una barca cruzó la laguna y nos dejó en la franja de tierra que daba al mar. La playa se extendía 18km. a lo largo del Golfo de Guinea, bordeada por altas palmeras. La arena era más blanca que la dorada de Grand Bassam, y fue la playa más bonita que vimos en el país.



En Grand Bassam era un espectáculo pasear por la playa y ver a las familias bañándose en el mar. Las olas rompían y formaban espuma blanca. Decían que cada año fallecían cientos de personas en el mar por las fuertes corrientes. La mayoría de la gente se quedaba cerca de la orilla jugando a saltar las olas entre risas y griterío. Por la orilla paseaban algunos caballos. Era un conjunto abigarrado y curioso, unas playas con gran animación.






El paseo por la playa de Mondoulou hasta el pueblo de Modeste, a 8km. de Grand Bassam fue fantástico. Las barcas de madera, alargadas y sencillas, estaban varadas en la arena. Encontramos varios grupos de pescadores,  unos arrastraban las redes del mar desde la arena, colocados en hilera. Otros recogían la captura de las redes y la colocaban en grandes palanganas metálicas que se llevaban las mujeres sobre la cabeza. Los niños zascandileaban alrededor.






Nos bañamos en una zona más solitaria. El oleaje era fuerte y se notaba la resaca que arrastraba. Bebimos agua de coco que nos ofrecieron unos chicos al pasar, y que cortaron con machete. El agua de coco nos refrescó. También compramos naranjas y jugosas piñas a unas mujeres que llevaban a sus niños atados a la espalda con un pañuelo. Vimos medusas gigantes en la arena y decenas de cangrejos correteando cerca de la orilla, dejando pequeños orificios en la superficie. 

Durante la mayor parte del trayecto estuvimos totalmente solos en la playa. Sólo teníamos el océano rugiente y espumoso a un lado, y al otro las palmeras con algún cobertizo de cañas. Resumiendo, en Costa de Marfil pueden encontrarse playas maravillosas, salvajes y solitarias, con pescadores y llenas de gente y de vida.







© Copyright 2019 Nuria Millet Gallego

domingo, 10 de marzo de 2019

EL PASADO COLONIAL


Costa de Marfil fue colonia francesa entre 1904 y 1958, cuando consiguió la independencia. Los franceses dejaron huella, entre otras cosas, en la arquitectura. Pero en todo el país apenas se conservaba esa huella en Grand Bassam.

Grand Bassam estaba asentada frente al Golfo de Guinea, y dividida en dos mitades por la Laguna Ebrié. Un puente unía las dos partes de la población. Había sido declarada Patrimonio de la Humanidad.

La arquitectura colonial decadente tenía cierto encanto, pero en Grand Bassam los edificios estaban muy deteriorados y faltaba mucha restauración. Había mucho trabajo por hacer allí. Las fachadas estaban descoloridas, algunas casas estaban totalmente abandonadas y la vegetación había crecido en el interior, asomando las ramas de árboles por el hueco vacío de las ventanas, como en la Maison Ganamet.







En la calle principal Treich-Laplaine se concentraban las grandes mansiones deterioradas. Uno de ellos era el edificio de Correos y Aduana, descolorido, con persianas verdes. En el interior había una pequeña exposición de cuadros locales. 




El Palacio del Gobernador estaba mejor conservado. La fachada era de un color anaranjado, rodeada de palmeras. Tenía arcos y una escalinata formando un semicírculo en la entrada principal. En el interior estaba ubicado el Museo del Traje, con unos pocos trajes indígenas y ceremoniales. En el segundo piso exhibía algunas máscaras curiosas y fotos antiguas en blanco y negro. Alrededor del Museo había varias tiendas de artesanía, con máscaras y joyería.



Curioseamos el colorido mercado, que era muy fotogénico. Las mujeres con sus vestidos estampados y sus pañuelos a juego estaban en cada rincón, vendiendo en sus puestos, acarreando las compras en la cabeza, y deambulando por los estrechos pasillos. Se vendía jengibre, arroces, pescados, piñas, naranjas peladas, mandioca…Montones de pimientos naranjas y amarillos apilados daban una nota de color. Otra zona era la de las telas y los sastres con sus máquinas de coser Singer. Un mercado africano con ambiente. Las playas eran otro de los atractivos de Grand Bassam...




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martes, 26 de febrero de 2019

EL DIENTE DE MAN Y LAS CASCADAS






Habíamos llegado a Man tras interminables horas de autobús desde Abidján, la capital de Costa de Marfil. El trayecto estuvo amenizado por los vendedores ambulantes de las paradas, que elevaban sus mercancías hasta la ventanilla y nos ofrecían baguettes, huevos duros, plátanos, pollo frito y bebidas varias en bolsas de plástico.

Desde Man hicimos una excursión de un día a las cascadas. Pasamos por un pueblo de casas de adobe. Las mujeres extendían el café o el grano en esteras tendidas en el suelo, para que se secaran al sol. Algunas acarreaban grandes palanganas en la cabeza, transportando comida. Otras llevaban grandes haces de leña que pesaban un montón de kilos, y sin embargo, caminaban erguidas y con elegancia.






Los niños jugaban y nos gritaban “cui-cui” que significa blanco. La gente hacía vida fuera de sus casas. Las madres hacían trencitas a las niñas y las adornaban con cuentas de colores. Todos nos saludaban con un educado “Bonjour, madame”, “Bonjour, monsieur”





Las cascadas más famosas de la zona eran las Cascadas Zapledeu, pero pertenecían a otro municipio y los alcaldes estaban enfrentados, por lo que habían cerrado el acceso temporalmente. Así que tuvimos que ir a otras cascadas. Caminamos por un estrecho sendero, por el que revoloteaban mariposas negras y azules, y con las vistas del llamado “Diente de Man”. El Diente de Man era una montaña rocosa con forma picuda.





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jueves, 23 de agosto de 2018

TRANSIBERIANO 6. ULÁN UDÉ

El trayecto de Transiberiano de Irkutsk a Ulán Udé fue de ocho horas, el tramo más corto que hicimos. Fuimos en un compartimento con una pareja joven de rusos. Ellos desayunaron patatas cocidas con pepinillos que llevaban en un táper. Luego tomaron chocolatinas y nos ofrecieron. Nosotros tomamos té negro servido en las tazas con soporte de plata labrada que llevan el vaso en su interior. 

El paisaje era bosque de taiga con bastantes isbas, las cabañas de madera triangulares. De repente vimos el Lago Baikal, las vías pasaban bastante cercanas a la orilla. Vimos más isbas y algunas playas con algunas tiendas de acampada. En la estación de tren se exhibían varias locomotoras antiguas de vapor.

 


Ulan Udé era la capital de la República Buriatia. Era una de las ciudades de Siberia más agradable y exótica, con cultura Mongol-Budista. La ciudad se fundó como un fuerte cosaco en 1666, y prosperó como la parada principal de las caravanas de la ruta del té hacía China. Era un puerto fluvial en la confluencia de los ríos Udá y Selagá, la base para explorar el este del Lago Baikal y una introducción a Mongolia.

La calle peatonal Ulitsa Lenina tenía edificios bajos de dos plantas, ancha y adornada con muchas flores coloridas. Había una banda de seis músicos mayores con trompetas y tambores. Por la calle había puestos de helados y las familias paseaban con niños. Llegamos hasta la Plaza Sovdov, donde estaba el Teatro de la Ópera, un edificio grande y clásico, de estilo soviético. Había una fuente y una escultura con una gran cabeza de Lenin, de 7,7m de altura, la mayor de Rusia. Un grupo de militares se fotografiaba ante ella.





También había casas tradicionales de madera, con ventanas decoradas con filigranas de carpintería.


Vimos la bonita Catedral Odigitria, blanca y con cúpulas azules rematadas en dorado. Había sido destruida por los bolcheviques y luego reconstruida. Los muros blancos del interior se veían desnudos, faltaba la decoración bizantina. Junto a la Catedral estaba la calle Ulitsa Sobernaya, con varias casas de piedra restauradas. Al final de la calle estaba el edificio de la NKVD, la temida policía secreta de Stalin. Tenía dos plantas y podía pasar desapercibido entre los otros. Pero sabíamos del sufrimiento y las atrocidades que tuvieron lugar allí. Solo una placa en la fachada indicaba que había sido la Gendarmería. Al girar la calle había un monumento de una madre y un hijo, dedicado a las víctimas. 




En la plaza de la Ópera había una celebración con grupos de danzarinas con vestidos tradicionales, sombreros picudos y pañuelos de seda azul. Bailaban de forma elegante ofreciendo los pañuelos.





El Monasterio Budista Datsan Ivolginsky estaba a 35km de Ulán Udé. Fue construido en agradecimiento de Stalin a los buriatos por sus sacrificios durante la II Guerra Mundial. Era un complejo de dos templos principales y alrededor numerosos pabellones y casas donde vivían los monjes. El templo principal era bonito con varios tejadillos y en el centro la figura típica budista de los dos ciervos mirando la rueda Dharma, de ocho radios. La rueda Dharma o Dharma Chakra era el símbolo más antiguo del Budismo. Chakra significa rueda y Dharma es el nombre que reciben las enseñanzas de Buda.



El interior nos gustó mucho, tenía la decoración budista habitual: estatuillas de mantequilla de colores, asientos centrales para los monjes con mesitas con sus libros de oraciones y cuencos de té, tambores, parasoles naranjas, estatuas de Buda de bronce dorado en diferentes tamaños y las telas colgantes de colores. En las urnas de donación habían billetes chinos y de Mongolia, el turismo mayoritario. Vimos peregrinos hombres y mujeres vestidos con el deel, las túnicas tradicionales de Mongolia, de telas brillantes de colores con dibujos geométricos. Los hombres llevaban sombrero, y recorrían el recinto con las manos cogidas en la espalda. 


Todos recorrimos el recinto en el sentido de las agujas del reloj, y dimos vueltas a las ruedas de oración de latón dorado y madera. Había incensarios y la figura de un tigre custodiando la entrada. En otro de los pabellones un grupo caminaba con los ojos cerrados hasta la piedra sagrada, la tocaban y rezaban. En uno de los pabellones, un grupo caminaba con los ojos cerrados hasta la piedra sagrada, la tocaban y rezaban. Entramos en varios pabellones fijándonos en los detalles de la decoración y escuchando los rezos de los monjes.