sábado, 10 de septiembre de 2022

MONASTERIOS DE BUCOVINA

Desde Suceava fuimos a visitar los Monasterios de Bucovina, en la parte oriental de los Cárpatos. Los monasterios tenían frescos exteriores e interiores y estaban declarados Patrimonio de la Humanidad. La mayoría fueron construidos por orden del Príncipe Esteban el Grande (Stefan cel Mare), que posteriormente fue canonizado. Eran de la época en que la Moldavia ortodoxa luchaba por sobrevivir frent3e al Imperio Otomano, los s.XV y XVI. Cada monasterio tenía un color predominante en sus frescos, que se correspondía con un simbolismo.

El Monasterio de Voronet era el único que había dado nombre a un color, el azul Voronet, predominante en sus frescos, y creado a partir del lapislázuli y otros ingredientes. Tenía un gran fresco de El Juicio Final que ocupaba todo el lateral exterior. En el interior se veía el río rojo del infierno y el río del cielo. Se le consideraba el más maravilloso de Bucovina y fue el que más nos gustó de los cinco que vimos. 

En todos los monasterios había una monja encargada de vender las entradas a 5 leis, y vigilar que no se hicieran fotos con flash. Llevaban tocados negros en la cabeza y vendían también iconos y objetos religiosos ortodoxos. 






El Monasterio de Humor estaba rodeado por murallas y con una torre atalaya anexa de ladrillo y madera, con tres plantas. En los frescos predominaban los tonos rojos y marrones, que simbolizaban el infierno y la sangre. Destacaban los frescos de La Anunciación y La vida de San Nicolás. Entramos en el interior, con tres naves sucesivas hasta el iconostasio, bastante recargado. Y subimos a la torre. 

Nuestro guía Andrei había sido profesor de historia y había escrito algunos libros. Nos explicó detalles interesantes de los frescos, que representaban motivos bíblicos, geométricos, zoomorfos y fitológicos. El círculo simbolizaba el infinito. El cuadrado simbolizaba el límite. El rombo simbolizaba la conexión entre el cielo y la tierra. 








El tercero fue el Monasterio de Moldovitja, en un recinto fortificado con puertas, una torre y zonas de césped. También era muy bonito. Su color predominante era el amarillo, que simbolizaba la espiritualidad y la fe. Tenía una construcción anexa en forma de castillo, con un Museo con iconos, telas sagradas, libros, cruces y otros objetos.






Luego seguimos una serpenteante carretera de montaña, con un bonito paisaje de bosques de abetos. Era el Puerto de Ciumarna de 1.100m de altura, apodado La Palma por una gran estatua de una mano que lo coronaba. Paramos allí para comer y probamos los boletus, que vendían por la carretera, con polenta. Estaban muy sabrosos.

Por la tarde visitamos dos monasterios. El cuarto fue el Monasterio de Sucevitja. Era el más grande y también uno de los mejores por su fresco exterior La Escalera de las Virtudes con 32 escalones que llevaban al cielo. Era divertido porque los ángeles alados miraban caer al vacío las figuritas de los pecadores.





El último que visitamos fue el Monasterio de Arbore, fundado por el noble local Lucas Arbore en el s. XVI. Era el de tamaño más reducido, con tres salas y frescos exteriores de pasajes del libro del Génesis. Aunque algunos estaban bastante borrados. Su color predominante era el verde, símbolo de vida. 

A las cinco de la tarde regresamos contentos al hotel de Suceava, tras un recorrido de 231km en ocho horas. Todos los monasterios eran interesantes y bonitos, pero Javier y yo coincidimos en que Voronet era nuestro favorito.





jueves, 8 de septiembre de 2022

SAPANTA Y EL CEMENTERIO ALEGRE

 


Sapanta era un pequeño y tranquilo pueblo de Rumanía, junto al río Tisza, en la región de los Maramures. Tenía casas tradicionales de madera con tejados triangulares, a dos aguas. Caminamos por las afueras y vimos caballos cerca del río, rebaños de ovejas, pajares y verdes campos.

El Cementerio Alegre era obra de Ion Stan Patras, un humilde tallista que en 1935 empezó a cincelar cruces de madera para señalar las tumbas del viejo cementerio de la Iglesia. Las pintó de azul, el color tradicional de la esperanza y la libertad, y en la parte superior de las lápidas inscribió ingeniosos epitafios, con sentido del humor e ironía.




El carpintero talló unas 700 cruces. En cada cruz los muertos contaban su historia y oficio a los vivos. El texto en primera persona explicaba lo mucho que trabajaron en la vida, los hijos que tuvieron y la edad en que fallecieron. Utilizamos el Google Lens para traducir el texto del rumano. 

En imágenes había pastores que cuidaban las ovejas, tejedoras con sus telares, profesoras con sus pizarras y alumnos, médicos, veterinarios, policías, militares, agricultores, cocineras, mineros, campesinos con tractores…todas las profesiones tradicionales. Un lugar especial, original y simpático. El interior de la Iglesia del cementerio era bonito, con coloridos murales y sillería tallada.







Como curiosidad vimos las lavadoras públicas en el río, hechas con tablillas de madera, aprovechando la fuerza de los remolinos del agua. Las utilizaban especialmente para lavar las grandes alfombras y ropa de lana.




Ion Stan Petras también talló y pintó su propia cruz, con su autorretrato con sombrero. Visitamos su casa natal, convertida en museo. Tenía porche con galería y balconada de madera con filigranas, y mazorcas de maíz colgando. Era muy colorida. El interior también rebosaba colorido: camas con mantas tejidas, sillas decoradas, alacenas pintadas, decenas de iconos colgados en las paredes y el taller donde el carpintero Petras elaboraba sus cruces. La habitación con la cama me recordó a la habitación de Van Gogh, mucho más recargada.





Por la tarde fuimos caminando por el bosque hasta el cercano Monasterio Peri-Sagasta. Tenía tres estructuras: una Iglesia con tejadillo puntiagudo, típica de los Maramures, una construcción circular y el Monasterio de cuatro pisos con tejado de tablillas. 

La Iglesia estaba abierta en la parte subterránea. Allí había un monje ortodoxo que entabló conversación con nosotros. Adivinó que éramos de Barcelona. Nos habló de Gaudí y preguntó si estaba acabada la Sagrada Familia. Comentó que había poco turismo y poca natalidad en Rumanía. Dijo que en el Monasterio vivían cuatro monjes, y que eran necesarios para mantener la espiritualidad en tiempos de pandemia. Un monje afable y parlanchín. El Monasterio Peri-Sagasta desprendía serenidad y belleza. Otro lugar de interés del pueblo de Sapanta.