Sapanta era
un pequeño y tranquilo pueblo de Rumanía, junto al río Tisza, en la región de los Maramures.
Tenía casas tradicionales de madera con tejados triangulares, a dos aguas. Caminamos
por las afueras y vimos caballos cerca del río, rebaños de ovejas, pajares y
verdes campos.
El Cementerio
Alegre era obra de Ion Stan Patras, un humilde tallista que en 1935
empezó a cincelar cruces de madera para señalar las tumbas del viejo cementerio
de la Iglesia. Las pintó de azul, el color tradicional de la esperanza y la
libertad, y en la parte superior de las lápidas inscribió ingeniosos
epitafios, con sentido del humor e ironía.
El carpintero talló unas 700 cruces. En cada cruz los
muertos contaban su historia y oficio a los vivos. El texto en
primera persona explicaba lo mucho que trabajaron en la vida, los hijos que
tuvieron y la edad en que fallecieron. Utilizamos el Google Lens para traducir el texto del rumano.
En imágenes había pastores que cuidaban
las ovejas, tejedoras con sus telares, profesoras con sus pizarras y alumnos,
médicos, veterinarios, policías, militares, agricultores, cocineras, mineros, campesinos
con tractores…todas las profesiones tradicionales. Un lugar especial, original y simpático. El interior de la Iglesia del cementerio era bonito, con coloridos murales y sillería tallada.
Como curiosidad
vimos las lavadoras públicas en el río, hechas con tablillas de madera, aprovechando
la fuerza de los remolinos del agua. Las utilizaban especialmente para lavar las grandes alfombras y ropa de lana.
Ion Stan Petras también talló y pintó su
propia cruz, con su autorretrato con sombrero. Visitamos su casa natal,
convertida en museo. Tenía porche con galería y balconada de madera con
filigranas, y mazorcas de maíz colgando. Era muy colorida. El interior también
rebosaba colorido: camas con mantas tejidas, sillas decoradas, alacenas
pintadas, decenas de iconos colgados en las paredes y el taller donde el carpintero
Petras elaboraba sus cruces. La habitación con la cama me recordó a la habitación
de Van Gogh, mucho más recargada.
Por la tarde
fuimos caminando por el bosque hasta el cercano Monasterio Peri-Sagasta.
Tenía tres estructuras: una Iglesia con tejadillo puntiagudo, típica de los
Maramures, una construcción circular y el Monasterio de cuatro pisos con tejado
de tablillas.
La Iglesia
estaba abierta en la parte subterránea. Allí había un monje ortodoxo que
entabló conversación con nosotros. Adivinó que éramos de Barcelona. Nos habló
de Gaudí y preguntó si estaba acabada la Sagrada Familia. Comentó que había
poco turismo y poca natalidad en Rumanía. Dijo que en el Monasterio vivían
cuatro monjes, y que eran necesarios para mantener la espiritualidad en tiempos
de pandemia. Un monje afable y parlanchín. El Monasterio Peri-Sagasta desprendía
serenidad y belleza. Otro lugar de interés del pueblo de Sapanta.