Otro día cogimos un barco desde la capital Fort-de-France hasta Les Trois Ilets. El barco nos dejó en Pointe du Bout. Fue la playa que más nos gustó, con palmeras en torno a varias piscinas naturales protegidas por rocas negras, y con ambiente local. Familias con niños se bañaban en sus tranquilas y azules aguas.
sábado, 10 de diciembre de 2022
LAS PLAYAS DE MARTINICA
lunes, 12 de septiembre de 2022
BUTUCENI Y ORHEIUL VECHI
Orheiul Vechi estaba a 50km de Chisinau. Era un museo al aire libre con ruinas de fortificaciones, casas, termas, cuevas, un Monasterio Ortodoxo, una capilla, una cruz antigua y otros restos arqueológicos que databan desde el Paleolítico a la Edad de Hierro y la Edad Media. Estaban ubicados en una pared rocosa junto al río Raut.
El acantilado de
piedra caliza seguía el recorrido de los meandros del río. Era una reserva
natural y cultural, Patrimonio de la Humanidad. Pertenecía al único
Parque Nacional de toda Moldavia, con valor arqueológico, histórico y
religioso.
Primero fuimos al pueblo de Butuceni y subimos la colina hasta el Monasterio rupestre, tallado en la roca del despeñadero. Bajamos unas estrechas escaleras y apareció la sala de la Capilla con una bóveda de pura roca. La cueva había sido excavada por monjes ortodoxos en el s. XIII. Un monje celebraba una ceremonia frente al iconostasio, con una familia. Otro monje barbado estaba junto a los iconos.
La gruta se abría al acantilado, con vistas del serpenteante río a sus pies y el mosaico de verdes campos cultivados. Sobre la pared había otro Monasterio más grande. Lo visitamos y vimos a un monje barbado con una escalera por el jardín y otros dos en sus tareas.
Luego paseamos por el
pequeño pueblo de Butuceni, con solo 235 habitantes, de ambiente
tranquilo. Estaba dentro de la comuna de Trebujeni, en el distrito de Orhei.
Las casas bajas de piedra estaban pintadas de azul, y tenían fachadas
con columnas. Las verjas metálicas también las pintadas de azul o verde,
con ornamentos de dibujos geométricos. Bonitos pozos estaban repartidos
por el pueblo.
Comimos en el restaurante Butuceni, el único abierto. Decorado con mazorcas de maíz, textiles, porche con flores y jardín. Estaba repleto de potes de vidrio con confituras y conservas de pimientos, coliflor y otras verduras, hierbas y nueces. Tenía una chimenea en la preciosa cocina, con calabazas secas. Y en el comedor tenían un gran panel con billetes de todas las procedencias. Tenía mucho encanto y se comía muy bien. Comimos sopa de habas y placinta, la pasta hojaldrada rellena de queso. Un lugar especial y acogedor para acabar la excursión a Orheiul Vechi.
jueves, 8 de septiembre de 2022
SAPANTA Y EL CEMENTERIO ALEGRE
Sapanta era
un pequeño y tranquilo pueblo de Rumanía, junto al río Tisza, en la región de los Maramures.
Tenía casas tradicionales de madera con tejados triangulares, a dos aguas. Caminamos
por las afueras y vimos caballos cerca del río, rebaños de ovejas, pajares y
verdes campos.
El Cementerio
Alegre era obra de Ion Stan Patras, un humilde tallista que en 1935
empezó a cincelar cruces de madera para señalar las tumbas del viejo cementerio
de la Iglesia. Las pintó de azul, el color tradicional de la esperanza y la
libertad, y en la parte superior de las lápidas inscribió ingeniosos
epitafios, con sentido del humor e ironía.
El carpintero talló unas 700 cruces. En cada cruz los muertos contaban su historia y oficio a los vivos. El texto en primera persona explicaba lo mucho que trabajaron en la vida, los hijos que tuvieron y la edad en que fallecieron. Utilizamos el Google Lens para traducir el texto del rumano.
En imágenes había pastores que cuidaban las ovejas, tejedoras con sus telares, profesoras con sus pizarras y alumnos, médicos, veterinarios, policías, militares, agricultores, cocineras, mineros, campesinos con tractores…todas las profesiones tradicionales. Un lugar especial, original y simpático. El interior de la Iglesia del cementerio era bonito, con coloridos murales y sillería tallada.
Como curiosidad vimos las lavadoras públicas en el río, hechas con tablillas de madera, aprovechando la fuerza de los remolinos del agua. Las utilizaban especialmente para lavar las grandes alfombras y ropa de lana.
Por la tarde fuimos caminando por el bosque hasta el cercano Monasterio Peri-Sagasta. Tenía tres estructuras: una Iglesia con tejadillo puntiagudo, típica de los Maramures, una construcción circular y el Monasterio de cuatro pisos con tejado de tablillas.
La Iglesia estaba abierta en la parte subterránea. Allí había un monje ortodoxo que entabló conversación con nosotros. Adivinó que éramos de Barcelona. Nos habló de Gaudí y preguntó si estaba acabada la Sagrada Familia. Comentó que había poco turismo y poca natalidad en Rumanía. Dijo que en el Monasterio vivían cuatro monjes, y que eran necesarios para mantener la espiritualidad en tiempos de pandemia. Un monje afable y parlanchín. El Monasterio Peri-Sagasta desprendía serenidad y belleza. Otro lugar de interés del pueblo de Sapanta.