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martes, 14 de septiembre de 2021

SVETI STEFAN

Desde Budva fuimos en bus hasta Sveti Stefan, en un trayecto corto de media hora. Sveti Stefan era un pueblo isla fortificado, unida a tierra firme por un estrecho puente. El pueblo era un fotogénico conjunto de villas de piedra del s. XV con playa a ambos lados. La isla fue nacionalizada en los años cincuenta, era parte y propiedad de un lujoso centro vacacional. Sólo los huéspedes de pago podían acceder.


La isla era como una bonita maqueta, con las casas de piedra apiñadas y los tejados rojos escalonados entre pinos, olivos y cipreses. Pero estaban sin vida, todas las contraventanas blancas cerradas, el complejo hotelero estaba cerrado. Era en septiembre de 2021 y todavía seguían las secuelas del covid.

Habíamos leído que las playas junto a la isla eran de pago, pero tal vez había cambiado porque nos bañamos sin que nadie nos pidiera nada en la playa Sveti Stefan a ambos lados del puente. El agua estaba deliciosa, con tonalidades de azul y verde, la arena era suave y teníamos vistas de la isla.


Luego caminamos por el sendero entre pinares hacia la playa Milocer, descubriendo rincones con preciosas vistas del mar Adriático y la isla. Había una peña rocosa que caía en vertical hacia el mar. Salimos del sendero y bajamos entre las matas hasta llegar a la roca para hacer fotos panorámicas. Desde cerca se veían los estratos de la roca y parecía que estábamos en un barco en medio del mar. Fue otro de los bonitos rincones de Montenegro.




lunes, 13 de septiembre de 2021

BUDVA

 

Leímos en la guía que Budva era la ciudad más visitada de Montenegro. Llegamos en bus desde Kotor, en un trayecto de 40 minutos. El casco antiguo (Stari Grad) amurallado, era como un mini Dubrovnik junto al Adriático.

En la Puerta principal de las murallas podía verse el emblema de Venecia, el león alado de San Marcos. Gran parte del Stari Grad quedó destruido por los terremotos en 1979, pero fue reconstruido.




La Ciudadela era la Fortaleza junto al mar. Las playas estaban junto a sus muros, especialmente la playa Ricardova Glava, con restaurantes y bares con divanes. Una parte de la playa era privada. El lujo era bañarse con las murallas como telón de fondo.

Entramos en la Citadela que tenía una Biblioteca preciosa y grande. En otra sala mostraban maquetas de barco. Lo mejor eran las vistas con una isla verde frente a ella.



Las calles estrechas tenían encanto, con pavimento de mármol, casas de piedra y contraventanas pintadas de colores, arcos y plantas. Los bares y restaurantes eran muy coquetos y apetecía sentarse en muchos rincones. También se veían muchos gatos, como en Kotor. Paseamos por la Marina curioseando los enormes yates de lujo.







Cenamos en una de las terrazas. Pedimos pasta con calamares, gambas y pulpo, y el plato sorpresa fue un armazón de madera con lonchas de jamón ahumado colgadas de un cordel con pinzas, surtido de quesos croatas. No podía negarse que era original.