Leímos en la guía
que Budva era la ciudad más visitada de Montenegro. Llegamos en
bus desde Kotor, en un trayecto de 40 minutos. El casco antiguo (Stari Grad)
amurallado, era como un mini Dubrovnik junto al Adriático.
En la Puerta principal de las murallas podía verse el emblema de Venecia, el león alado de San Marcos. Gran parte del Stari Grad quedó destruido por los terremotos en 1979, pero fue reconstruido.
La Ciudadela era
la Fortaleza junto al mar. Las playas estaban junto a sus muros, especialmente
la playa Ricardova Glava, con restaurantes y bares con divanes. Una parte de la
playa era privada. El lujo era bañarse con las murallas como telón de fondo.
Entramos en la Citadela que tenía una Biblioteca preciosa y grande. En otra sala mostraban maquetas de barco. Lo mejor eran las vistas con una isla verde frente a ella.
Las calles
estrechas tenían encanto, con pavimento de mármol, casas de piedra y
contraventanas pintadas de colores, arcos y plantas. Los bares y restaurantes eran muy
coquetos y apetecía sentarse en muchos rincones. También se veían muchos gatos,
como en Kotor. Paseamos por la Marina curioseando los enormes yates de lujo.
Cenamos en una de las terrazas. Pedimos pasta con calamares, gambas y pulpo, y el plato sorpresa fue un armazón de madera con lonchas de jamón ahumado colgadas de un cordel con pinzas, surtido de quesos croatas. No podía negarse que era original.
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