Desde Budva fuimos
en bus hasta Sveti Stefan, en un trayecto corto de media hora. Sveti Stefan
era un pueblo isla fortificado, unida a tierra firme por un estrecho puente.
El pueblo era un fotogénico conjunto de villas de piedra del s. XV con playa
a ambos lados. La isla fue nacionalizada en los años cincuenta, era parte y
propiedad de un lujoso centro vacacional. Sólo los huéspedes de pago podían
acceder.
La isla era como
una bonita maqueta, con las casas de piedra apiñadas y los tejados rojos
escalonados entre pinos, olivos y cipreses. Pero estaban sin vida, todas las
contraventanas blancas cerradas, el complejo hotelero estaba cerrado. Era en septiembre de 2021 y todavía seguían las secuelas del covid.
Habíamos leído que las playas junto a la isla eran de pago, pero tal vez había cambiado porque nos bañamos sin que nadie nos pidiera nada en la playa Sveti Stefan a ambos lados del puente. El agua estaba deliciosa, con tonalidades de azul y verde, la arena era suave y teníamos vistas de la isla.
Luego caminamos por el sendero entre pinares hacia la playa Milocer, descubriendo rincones con preciosas vistas del mar Adriático y la isla. Había una peña rocosa que caía en vertical hacia el mar. Salimos del sendero y bajamos entre las matas hasta llegar a la roca para hacer fotos panorámicas. Desde cerca se veían los estratos de la roca y parecía que estábamos en un barco en medio del mar. Fue otro de los bonitos rincones de Montenegro.