domingo, 12 de agosto de 2018

TRANSIBERIANO 3. ALTAI Y LAGO TELEKSKOE

 

El Transiberiano nos dejó en Novosibirsk y después de visitar Tomsk, pasamos varios días en la región montañosa de Altai. Desde Novosibirsk cogimos un autobús hasta Gorno Altaisk, la capital de la región de Altai, y otro autobús a Artibash. Atravesamos bosques de taiga y varios ríos de anchura considerable. En Rusia todo era grande. 

Artibash era la base para ver el Lago Telekskoe. Era el mayor lago de la región de Altai, con una profundidad de 325m, uno de los 25 lagos más profundos del mundo. Situado a 434m sobre el nivel del mar, tenía 78km de largo de 5 a 20km de ancho. En él desembocaban unos 70 ríos y 150 arroyos. Estaba rodeado de montañas de 1700m a 2400m de altura al sur, y de 600m a 1300m de altura al norte.




Paseamos por las orillas del lago. Tenía cabañas de madera con tejados triangulares para la nieve, rodeadas de hierba y con algunos caballos, que alquilaban para dar un paseo. Nos dimos un baño breve, porque el agua estaba bastante fría. Era un lugar de turismo ruso local. Vimos varias tiendas de arenques secos, a los rusos les gustaban mucho. 

Las tiendas de artesanía vendían todo tipo de objetos de madera tallada, cajas, cestas, amuletos, llaveros, miel y jabones con aromas de frutos del bosque. Cenamos en un restaurante de estilo rústico de montaña. Pedimos sopa, trucha y pollo con champiñones gratinados. Todo muy rico. 




Al día siguiente contratamos una excursión en barco por el lago. Hicimos varías paradas y caminamos por el bosque, viendo cinco cascadas durante el recorrido. También vimos numerosos torrentes que bajaban por las laderas de las montañas como hilos blancos entre la vegetación, hojarasca y verdes helechos. A veces parecía más un paisaje más tropical húmedo que lo que cabía esperar de la taiga rusa.



En algunas paradas nos ofrecieron empanadas, buñuelos y té muy especiado y sabroso, con sabor a hierbas del bosque. En rincones del bosque habían colgado tiras de colores, como ofrendas, ya que el 90% de los buriatos eran budistas. Llegamos hasta el extremo sur del lago y paramos en una playa llena de leños de madera usada para hacer fogatas. Había rusos acampados y otros en cabañas. El paisaje del lago nos gustó mucho, pero nos faltaba conocer el Lago Baikal en otra etapa del Transiberiano.




jueves, 9 de agosto de 2018

TRANSIBERIANO 2. TOMSK

 

El trayecto de Novosibirsk a Tomsk fue de 4 horas. La estación era un bonito edificio clásico, de fachada amarilla y tejados de pizarra negra. Tomsk era una de las ciudades siberianas más antiguas, fundada en 1604. Considerada capital cultural de Siberia desde los años sesenta cuando artistas, escritores y actores de cine y de teatro fueron invitados a establecerse allí. Muy bonita, pero era una ciudad donde nevaba cuatro meses seguidos sin interrupción! También leímos que era uno de los más importantes centros de producción de plutonio y uranio de Rusia. 


Era un conjunto de más de setecientas casas tradicionales de madera, en su mayoría de más de 250 años o más. Pero también tenía edificios de piedra, construidos a finales del s. XIX. Las casas eran de planta baja o dos plantas, construidas con grandes troncos horizontales, oscurecidos por las lluvias y las inclemencias del clima. Las altas ventanas sobresalían de las fachadas y tenían adornos de filigrana de carpintería. En la parte superior de las casas también había cenefas de madera labrada, como bordados. Las contraventanas pintadas de color azul, blanco o verde, adornaban las fachadas.


La calle Krasnarmeyskaya era la que tenía mayor concentración de casas tradicionales de madera. Estaban habitadas y algunas restauradas. Una de ellas era una clínica odontológica. Delante de las casas crecía hierba y florecillas. A veces no parecía ser una ciudad, sino un tranquilo pueblo de la taiga.





La Embajada Ruso-Alemana era una de las casas más bonitas, de color azul con marcos y filigranas blancas. Tenía balcón que daba al jardín, y un gran torreón. Los adornos de filigrana de carpintería eran geométricos y muy estéticos. El interior tenía una habitación con mobiliario y objetos antiguos como una rueca, una máquina de coser Singer, un acordeón, una máquina de escribir, muñecas, un avión, cama y armario. 

Otra casa bonita era una de color verde y blanco, construida en 1904, como indicaba en su fachada. Tenía torres estilizadas con tejadillos cónicos negros y filigranas de carpintería. Bastante imponente.






Las casas de construcción de piedra también eran bonitas. Algunas tenían una marquesina de hierro forjado sobre la entrada de la puerta principal, y tenían torres con tejadillos triangulares. Destacaban la Duma (Parlamento), de ladrillo rojo y cúpulas verdes, y la Casa Peacock, de color amarillo con ventanas blancas y tejadillos rojos.


La ciudad conservaba sus viejos trolebuses. Vimos varias iglesias ortodoxas, algunas de madera y otras de piedra. Paseamos por la céntrica Plaza Lenina y por las orillas del río Tom en la confluencia con el río Obi. Junto al río encontramos una estatua de un personaje con sombrero, gabán, anteojos y descalzo; era el escritor Chejov. Tomsk nos gustó mucho, una ciudad muy agradable, acogedora y con encanto.






lunes, 6 de agosto de 2018

TRANSIBERIANO 1

La Ruta del Transiberiano conectaba Moscú con Vladovostok, en la costa del Pacífico. Había muchos trenes que hacían el trayecto, pero el Transiberiano clásico era el que llamaban Rossiya, el tren nº2, que salía de Moscú los días impares y de Vladovostok los días pares. Luego estaban los trenes de película, recreaciones del lujo de época, como el “Golden Eagle” o “El Oro de los Zares”, cuyo viaje organizado de dos semanas costaba carísimo. 

Compramos los billetes de tren desde España a través de la web oficial de Ferrocarriles Rusos. El trayecto seguido se recorría en una semana, pero cada viajero puede diseñar su ruta y decidir las paradas y el tiempo en cada una. Nosotros lo hicimos en tres semanas, en tres tramos: Moscú-Novosibirsk, Novosibrisk-Irkutks y Irkutks-Ulán Udé. El último tramo lo compramos en Rusia. Elegimos compartimentos de cuatro literas, a un precio razonable, y teníamos curiosidad por ver quienes serían nuestros compañeros de viaje. 


Partimos desde la estación Yaroslav de Moscú. La propia estación era un edificio monumental con torreones y cúpula de tejas negras, era imponente y preciosa, con sabor antiguo. Estaba en la Plaza Komsomolskaya, que reunía tres estaciones de ferrocarril: Kalancheuskaya, Leningradsky y Yaroslav, de donde salía el Transiberiano. 

A las once de la noche subimos a bordo del tren. La encargada (provonitsa) revisó nuestros billetes y el pasaporte y nos instalamos. Viajamos con una abuela rusa (babushka) rubia y su nieta. Compartimos con ellas  negro servido en las tazas con soporte de plata labrada que llevan el vaso en su interior. y chocolate. Las literas se quedaban hechas con las sábanas todo el día. El truco era que las literas inferiores se levantaban y se convertían en respaldo, sin verse las sábanas. Durante el trayecto la provonitsa se ocupó de traernos la comida al compartimento, de pasar el aspirador por la moqueta y no faltara papel en los lavabos.



El paisaje de la Taiga eran bosques y más bosques con algunos lagos tranquilos cerca de las vías. Se veían algunas casas de madera con tejadillos triangulares. Pasamos por algunos campos amarillos y con girasoles. Los edificios de algunas de las estaciones por las que pasamos eran clásicos y bonitos.

El Transiberiano era la ruta ferroviaria que atravesaba Rusia de punta a punta, y conectaba con Mongolia y China. La ruta principal se inauguró en 1904 y unía Moscú y Vladovostok, en la costa rusa del Pacífico. Recorre 9.228km en 7 días, atravesando 8 zonas horarias, 14 regiones, 90 ciudades y 16 ríos.


En el largo trayecto tuvimos tiempo de contemplar el paisaje y el paisanaje, escribir, dormir y leer sobre la apasionante historia del transiberiano. La primera propuesta de un tren a través de Siberia la hizo en 1857 Percy Mc Donought Collins, un banquero estadounidense que quería explotar las riquezas naturales. Siguieron otras propuestas rusas y extranjeras, pero los burócratas ponían pegas. Hasta que en 1891 el zar Alejandro II anunció la construcción de un camino de hierro atravesando Rusia. El 31 de mayo de 1891 el zarevich Nicolás, futuro Nicolás II, puso la primera piedra para la construcción del Transiberiano en Vladvostok. No se completó hasta 1916. 

Entre el surgimiento de la idea y la decisión de llevarlo a cabo transcurrieron 30 años. Miles de trabajadores y reclusos forzados dejaron sus vidas en un proyecto desquiciado: unir por vía férrea Moscú y Vladovostok, confín del imperio zarista en el Pacífico. 

La capa de permafrost del terreno impedía cavar con picos en muchos tramos y se tuvo que recurrir a la dinamita o al deshielo del suelo con hogueras. La apertura de túneles obligaba a excavar directamente en el suelo helado. Al entrar en contacto con el aire, la tierra se descongelaba y perdía consistencia, siendo frecuentes los derrumbes. El túnel más largo era de 7km, paralelo al puente del Amur, bajo el cauce del río. 


En cada vagón había un samovar que proporcionaba agua caliente para el té y las sopas de sobre instantáneas. Desayunamos té y galletas en el vagón restaurante. Las cortinas y los manteles eran granates y los asientos verdes. El tren se había modernizado y la decoración era mínima. Los asientos estaban tapizados en azul, los vagones y pasillos alfombrados en rojo y las cortinillas de las ventanas eran blancas. Pero lo importante era la ruta.

Fuimos a curiosear los vagones de tercera clase, con literas de tres pisos y literas en el pasillo, aprovechando el espacio. Había más niños, más gente durmiendo y más comida en las mesas. 



Pasamos por el Obelisco que separaba Europa de Asia, por Perm, que tuvo campos de prisioneros del Gulag, y por Ekaterimburgo, donde los Bolcheviques fusilaron en 1918 a Nicolás II, el último zar, y a su familia. También pasamos por Nizhni Novogorod, que fue el lugar de destierro de André Sakharov, el inventor de la bomba de hidrógeno, y después destacado disidente. Hicimos varias paradas cortas, que aprovechamos para comprar aguas, pizzas y un embutido tipo salami. 

Paramos en la estación de Omsk, que fue otro destino de destierro. El escritor Fiedor Dovstoievsky estuvo allí cuatro años condenado a trabajos forzados. La estación era de color verde y blanco. En las vías exhibían una locomotora antigua de vapor. Era negra, de chimenea alta y en el centro de la parte delantera tenía la estrella roja, símbolo del comunismo ruso. Así eran las locomotoras originales del Transiberiano. 



El destino de nuestro primer tramo de Transiberiano fue la ciudad de Novosibirsk, tras casi dos días de trayecto. Novosibirsk tenía la estación más grande de Rusia, de color verde manzana y blanco, y con un gran arco central. Allí pasaríamos varios días para conocer Tomsk, Gorno Altaisk, Artibash y el Lago Telekskoe.