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sábado, 19 de febrero de 2022

OAXACA

 


Después de visitar Chiapas nos adentramos en el Estado de Oaxaca, en la región suroeste de México. En el estado había más de 16 grupos étnicos, los zapotecos y los mixtecos eran los grupos más numerosos. 

Oaxaca de Juárez era la capital, una ciudad colonial Patrimonio de la Humanidad. Las casas eran bajas o de dos plantas, pintadas de colores y arboladas, con plazas y muchas iglesias. Las calles eran tranquilas, con aspecto de pueblo. Algunas eran peatonales y otras tenían bastante tráfico.


La Plaza del Zócalo tenía mucho ambiente, con bares y restaurantes en los porches de piedra, tiendas de artesanía, gente sentada a la sombra de los árboles y muchos paseando. Se oía música en directo, mariachis y grupos callejeros de blues con guitarras, batería y teclado, sobre todo por las noches. Había mucha afición a la música en México. En la plaza estaba el Palacio del Gobernador, un edificio noble, y la Catedral. 





Paseamos por la histórica Calle Alcalá, romántica y señorial, con sus bonitos edificios de color rojo terracota, azul añil, naranja, amarillo ocre, y ventanas con rejas de forja de hierro. Había sombrererías con bonitos y elegantes sombreros tradicionales. Muchas casas tenían patios repletos de plantas, y en algunos habían instalado cafeterías y restaurantes.




Vimos varias iglesias por fuera y por dentro: la Iglesia de San Agustín, la de Carmen Alto, donde había una boda, y la que más nos gustó fue la Iglesia de Santo Domingo del s. XVI y fachada barroca, con unos altos cactus en su parte delantera. Sus dos torres tenían cúpulas con mosaicos blancos y negros. 



Curioseamos el Mercado Municipal, un edificio de ladrillo rojizo, con frutas, hortalizas, botellas de ponche, textiles, y flores.



El Museo de las Culturas de Oaxaca estaba ubicado en el edificio conventual anexo al templo de Santo Domingo, pero estaba cerrado por reformas. Visitamos el Museo Textil, con huipiles, las blusas tradicionales bordadas, y túnicas coloridas, tejidos con motivos florales y geométricos, cenefas y animales como tucanes o pavos reales. A cuál más bonita. Estaban elaboradas por mujeres de la comunidad indígena mixteca.



Desde Oaxaca de Juárez seguimos lruta por el Estado de Oaxaca y visitamos Puerto Escondido (con las playas Carrizalillo, Manzanillo y el Campamento Tortuguero de tortugas golfinas) y Mazunte (con su bahía y la playa Zicatella). México tenía muchos lugares bellos.


viernes, 11 de febrero de 2022

SAN CRISTOBAL DE LAS CASAS

En el viaje por México quisimos conocer la región de Chiapas. San Cristóbal de las Casas fue la capital de Chiapas hasta 1892. Fue fundada por Diego de Mazariegos como base regional española en 1528. Permaneció aislada hasta la década de 1970, cuando el turismo la hizo prosperar. Era una ciudad colonial del altiplano, a 1940m de altitud, en un valle rodeado de pinares. Incluida en el programa Pueblos Mágicos de la Secretaría de Turismo de México por su patrimonio arquitectónico y cultural.

Leímos en la guía de la Lonely Planet que la ciudad aún era un punto conflictivo con simpatizantes y algunos adversarios de los rebeldes zapatistas. En el cinturón periférico estaban instaladas colonias de indígenas empobrecidos. Pero el centro histórico estaba muy restaurado, en todo su esplendor. Sus calles coloniales rectas y casas de planta baja o dos pisos, pintadas de colores. Predominaba el amarillo, naranja, granate y azul. 


Entramos por la Avenida de los Insurgentes y pasamos por la arbolada Plaza 31 de Marzo, con algunos vendedores ambulantes, limpiabotas y vendedores de periódicos alrededor de un templete de hierro. En la cercana Plaza del Zócalo estaba la Catedral, pintada de amarillo ocre intenso, con la Capilla de San Nicolás anexa. Estaba junto a unos pórticos de color granate y crema. Destacaban edificios históricos coloniales, como el Hotel Santa Clara y la Posada Diego de Mazariegos, con mucho encanto.




Había numerosas iglesias, museos, parques, patios con plantas y plazas. En las calles se veían los antiguos Volkswagen escarabajo, ya que tenían fábrica en México.



Paseamos por las bonitas calles coloniales. En Real de Guadalupe había muchos cafés y restaurantes con ambiente bohemio. Las tiendas de artesanía aportaban más colorido y algunas mujeres indígenas vendían textiles de forma ambulante. Las mujeres indígenas llevaban el pelo muy largo, recogido en coletas.





Subimos al Cerro de Guadalupe, una colina que dominaba la ciudad, se accedía subiendo un montón de escaleras. Allí estaba a la Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe del s.XVI, pintada de blanco y amarillo. Nos sentamos en las escaleras entre la gente para contemplar el atardecer y la ciudad a sus pies. 




Luego vimos el Templo y Convento de Santo Domingo de Guzmán, con una fachada barroca muy elaborada, de color dorado. Tenía estaturas con columnas y dos águilas centrales. Muy bonita.



En la Plaza Mexicanos había una glorieta frente a la Iglesia del mismo nombre. En la plaza había una posada con encanto, la Posada Belem. 



Otro día fuimos al barrio de El Cerrillo y visitamos su Iglesia. Nos gustó su ambiente de pueblo, calles tranquilas con farolas en la pared de las casas. Había varias calles con nombre de países




Visitamos la Casa-Museo Na Bolom (Casa del Jaguar), centro de investigación de las culturas indígenas y del entorno natural de Chiapas. Fue el hogar de la antropóloga y fotógrafa suiza Gertrude Duby Blom. La casa era preciosa e inmensa con varios patios llenos de plantas, pintada de color amarillo intenso. Tenía un hotel en su interior.

Visitamos las salas dedicadas a las exploraciones de su marido Frans Blom y sus hallazgos arqueológicos. Era un apasionado de México y especialmente de Chiapas. Igual que su alma gemela, Gertrude, que estudió a los indígenas de la selva lacandona y se convirtió en su defensora. Se exhibían fotografías suyas en blanco y negro, de la vida de los lacadones en hamacas, cazando, bebiendo brebajes, retratos de niños y ancianos…También se mostraban los objetos de su cultura: herramientas, recipientes, utensilios de caza e instrumentos musicales.


Otras salas eran la capilla, el dormitorio con coloridos vestidos mejicanos, la biblioteca con una gran chimenea. En uno de los patios había una estatua de un jaguar moteado, emblema de la casa. Fue una visita interesante y muy completa.

Había otros museos interesantes: Museo del Cacao, Museo de las Culturas Indígenas, Museo del Ämbar y varios más. San Cristóbal de las Casas nos enamoró, tenía mucho que ofrecer.

Además San Cristóbal fue nuestra base para hacer varias excursiones por la región de Chiapas: un día a San Juan Chamula, otro a la Cascada el Chiflón, Velo de la Novia y Lagunas de Montebello, y otro día al Cañón del Sumidero y Chiapa de Corzo.

domingo, 5 de abril de 2015

EL ENCANTO COLONIAL DE LEIVA Y BARICHARA

Villa de Leyva de estilo y arquitectura colonial, y rodeada de montañas, nos impresionó. La guía de la Lonely Planet la describía así. “La fotogénica y aletargada Villa de Leyva parece haber quedado anclada en el pasado. Declarada Monumento Nacional en 1954. Ha conservado sus calles adoquinadas y sus edificios encalados”. 

La Plaza Mayor era inmensa, una de las mayores y más bellas plazas principales de las Américas. Tenía unas dimensiones colosales y los edificios del otro lado se veían como una línea blanca diminuta, como una maqueta. Frente a la Iglesia Parroquial, en el centro de la plaza había una fuente Mudéjar.



Los edificios coloniales, muchos del s.XVI, tenían balcones y porches de madera, y patios interiores con jardines. Destacaban casas históricas como la Hospedería Roca, la Casa de Juan Castellanos y la Casona La Guaca, convertidas en tiendas de artesanía, bajo los soportales. O la Casa Museo de Antonio Ricaurte, que visitamos, luchó a las órdenes de Bolívar y es recordado por su sacrificio en la batalla de San Mateo en Venezuela en 1914. Exhibía armas y mobiliario. El jardín era precioso, con un pozo y repleto de flores.




También visitamos la Casa Museo de Antonio Nariño, uno de los pioneros de la Independencia de Colombia, y defensor de los derechos humanos.

Luego fuimos paseando hasta la Hostería del Molino de Mesopotamia, con un molino de 1586. Eran varias edificaciones bajas pintadas de rojo terracota y amarillo intenso, alrededor de jardines. Había un estanque circular de piedra, donde nos dijeron que se bañó Bolivar.



Callejeamos viendo los comercios: pequeños cafés, panaderías y pastelerías, jugos de frutas, roas y artesanía, algunas peluquerías y numerosos restaurantes con encanto. Cenamos trucha y mazarcada, un gratinado de carne mechada de pollo y ternera, con maíz y queso. Delicioso.


Al día siguiente fuimos con una furgoneta a Barichara, otra ciudad colonial española de 300 años de antigüedad. Era más pequeña y menos majestuosa que Leyva, pero coqueta y con mucho encanto. Apenas vimos turismo. Decían que en el pueblo se filmaban muchas telenovelas, al ser tan pintoresco. Las casas eran blancas con tejados rojos y puertas y ventanas verdes o azules. Las calles empedradas tenían bastante pendiente y eso las hacía más fotogénicas. 



Recorrimos las callecitas admirando los tejadillos voladizos con travesaños y faroles colgantes, balcones de madera con algunas macetas, las ventanas con celosías de madera. Algunos muros estaban adornados por buganvillas.

En la Plaza estaba la Iglesia Catedral Inmaculada Concepción, del s.XVIII, de piedra arenisca labrada, y de un dorado anaranjado, según la luz.






Había tiendas tipo colmados que ofrecían todo tipo de mercancías expuestas en las estanterías. En algunas vimos letreros de venta de hormigas culonas, la especialidad culinaria de Barichara y el Departamento de Santander. La tradición se remontaba a 5000 años atrás, cuando los guabos criaban y comían hormigas fritas o asadas por sus supuestas propiedades afrodisíacas y curativas. Decían que sabían como polvo crujiente mezclado con granos de café. Pero no las probamos porque preguntamos en varios sitios y en todos nos dijeron que no había cosecha, q1ue todavía no habían salido.



Desde Barichara emprendimos el Camino Real al pueblo de Guane. El sendero era ancho, bordeado de árboles y estaba empedrado. Lo construyó un alemán. Había grandes árboles con raíces aéreas, algunos árboles con lianas colgantes que llamaban “barbas de viejo”, y otros con campanillas amarillas que se esparcían por el suelo. Fue un recorrido muy agradable y relajante, los dos solos y contemplando la verde naturaleza y las montañas.


Guane era un pequeño pueblo, similar a Barichara, con apenas dos calles alrededor de la plaza. En el pueblo había motocarros pequeños amarillos, aunque apenas había tráfico. Nos sentamos en la plaza y tomamos bebidas y helado casero de coco. Cartagena de Indias era la ciudad colonial colombiana por excelencia, la más conocida. Pero Leyva, Barichara y Guane nos enamoraron, conservaban su encanto colonial