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domingo, 17 de noviembre de 2024

EL DUBAI MODERNO

 


Dubai fue el último de los siete emiratos que visitamos. Era más grande y caótico que Abu Dhabi, y las distancias entre los puntos de interés eran enormes. Afortunadamente había una red de metro elevado, que fue lo que más utilizamos, y autobuses.

El edificio más icónico, el Burj Khalifa, dominaba una gran plaza con un lago. Era el más alto del mundo, un coloso con 828m de altura. Se tardaron 6 años en la construcción y se inauguró en 2009. Era estilizado y rematado en forma de aguja. Tenía 67 ascensores. Subimos al piso 148 para contemplar las magníficas vistas. Ascendimos sin darnos cuenta en poco tiempo, la velocidad de los ascensores era de 10m por segundo. 

El Mirador era espectacular. Se veía el Lago azul intenso de la plaza, y alrededor los grupos de rascacielos. Las torres estilizadas tenían una arquitectura variada: algunas acababan en forma de punta de lápiz, otras tenían cúpulas, arcos o puentes conectando con otra torre. Se veían algunas piscinas azules en la planta superior. Y se distinguía el laberinto de la red de carreteras, un dibujo intrincado. A través de los cristales, que estaban muy limpios, hicimos múltiples fotos desde todos los ángulos.




En los paneles explicativos daban muchos detalles de la torre. Mostraban fotos de los trabajadores colgados de cables, limpiando los cristales, una tarea arriesgada y compleja. Imaginamos cuántos trabajadores harían falta para limpiar los cristales de todos los rascacielos de Dubai. Y todos los  que harían falta como obreros, chóferes, limpiadores domésticos, camareros, etc. Por eso había tanta emigración de pakistanís, indios, de Bangladesh y Sri Lanka, como habíamos encontrado. Vimos fotos de los obreros construyendo la torre, con altas grúas. Una tarea titánica. Fue una visita inolvidable e impresionante.


Otros rascacielos emblemáticos eran el Burj Al Arab, y la Cayan Tower. El Burj Al Arab tenía estructura de metal blanco y cristal azul, en forma de vela. La Cayan Tower tenía estructura en espiral de 90º reducía la fuerza del viento y la radiación solar.

Madinat Jumeirah era una versión de un pueblo árabe tradicional, reconvertido en hotel de lujo. Tenía canales flanqueados por palmeras, villas de colores ocres con su torre de ventilación y hasta un zoco, también de lujo. El agua de los canales tenía un color verde azulado y el lugar tenía encanto, aunque era turístico. Desde allí también se veía parte del rascacielos Burj Al Arab.

La Palmera Jumairah era la isla artificial más grande del mundo. Llegamos con el metro de Dubai y cogimos un monorraíl hasta el Jumeirah Mall en el final del ronco de la palmera. Allí compramos entradas para subir al Mirador en el piso 52. Antes nos explicaron con proyecciones en el suelo como se construyó, acumulando toneladas de arena y piedra para ganar terreno al mar. Un trabajo titánico. Tardaron siete en construirlo. Las ramas de la palmera eran lenguas de arena blanca con apartamentos de lujo, rodeados del verde mar. 

El agua solía estar siempre muy calmada porque en la parte superior de la isla había un rompeolas. Además, la isla albergaba el Parque Acuático más grande de Oriente Medio. Rodeamos el mirador con vistas de 360º y vimos el rascacielos Burj Al Arab, un rascacielos emblemático en forma de vela. Unas vistas magníficas, impresionantes.


Emirates Mall era otro centro comercial enorme. Lo más curioso era que tenía una pista de esquí en su interior. La vimos a través de grandes cristaleras. Tenía telesillas y la pista en pendiente. Hasta vimos nevar y unos pingüinos reales caminando por la nieve. Alucinante.


Por la noche vimos el espectáculo de luz y sonido de las Fuentes. A las seis de la tarde la gente estaba concentrada alrededor del lago de aguas turquesas, apoyados en las barandillas. Empezó el espectáculo musical con proyecciones en la fachada del Burj Khalifa. Se iluminaba de rojo o azul, con imágenes alusivas a los estilos de música: jazz, country, pop, clásica, rock, disco, tango, etc. Y luego empezó el espectáculo de las fuentes iluminadas y con música. Nos encantó, lo vimos varias veces.





domingo, 5 de abril de 2015

EL ENCANTO COLONIAL DE LEIVA Y BARICHARA

Villa de Leyva de estilo y arquitectura colonial, y rodeada de montañas, nos impresionó. La guía de la Lonely Planet la describía así. “La fotogénica y aletargada Villa de Leyva parece haber quedado anclada en el pasado. Declarada Monumento Nacional en 1954. Ha conservado sus calles adoquinadas y sus edificios encalados”. 

La Plaza Mayor era inmensa, una de las mayores y más bellas plazas principales de las Américas. Tenía unas dimensiones colosales y los edificios del otro lado se veían como una línea blanca diminuta, como una maqueta. Frente a la Iglesia Parroquial, en el centro de la plaza había una fuente Mudéjar.



Los edificios coloniales, muchos del s.XVI, tenían balcones y porches de madera, y patios interiores con jardines. Destacaban casas históricas como la Hospedería Roca, la Casa de Juan Castellanos y la Casona La Guaca, convertidas en tiendas de artesanía, bajo los soportales. O la Casa Museo de Antonio Ricaurte, que visitamos, luchó a las órdenes de Bolívar y es recordado por su sacrificio en la batalla de San Mateo en Venezuela en 1914. Exhibía armas y mobiliario. El jardín era precioso, con un pozo y repleto de flores.




También visitamos la Casa Museo de Antonio Nariño, uno de los pioneros de la Independencia de Colombia, y defensor de los derechos humanos.

Luego fuimos paseando hasta la Hostería del Molino de Mesopotamia, con un molino de 1586. Eran varias edificaciones bajas pintadas de rojo terracota y amarillo intenso, alrededor de jardines. Había un estanque circular de piedra, donde nos dijeron que se bañó Bolivar.



Callejeamos viendo los comercios: pequeños cafés, panaderías y pastelerías, jugos de frutas, roas y artesanía, algunas peluquerías y numerosos restaurantes con encanto. Cenamos trucha y mazarcada, un gratinado de carne mechada de pollo y ternera, con maíz y queso. Delicioso.


Al día siguiente fuimos con una furgoneta a Barichara, otra ciudad colonial española de 300 años de antigüedad. Era más pequeña y menos majestuosa que Leyva, pero coqueta y con mucho encanto. Apenas vimos turismo. Decían que en el pueblo se filmaban muchas telenovelas, al ser tan pintoresco. Las casas eran blancas con tejados rojos y puertas y ventanas verdes o azules. Las calles empedradas tenían bastante pendiente y eso las hacía más fotogénicas. 



Recorrimos las callecitas admirando los tejadillos voladizos con travesaños y faroles colgantes, balcones de madera con algunas macetas, las ventanas con celosías de madera. Algunos muros estaban adornados por buganvillas.

En la Plaza estaba la Iglesia Catedral Inmaculada Concepción, del s.XVIII, de piedra arenisca labrada, y de un dorado anaranjado, según la luz.






Había tiendas tipo colmados que ofrecían todo tipo de mercancías expuestas en las estanterías. En algunas vimos letreros de venta de hormigas culonas, la especialidad culinaria de Barichara y el Departamento de Santander. La tradición se remontaba a 5000 años atrás, cuando los guabos criaban y comían hormigas fritas o asadas por sus supuestas propiedades afrodisíacas y curativas. Decían que sabían como polvo crujiente mezclado con granos de café. Pero no las probamos porque preguntamos en varios sitios y en todos nos dijeron que no había cosecha, q1ue todavía no habían salido.



Desde Barichara emprendimos el Camino Real al pueblo de Guane. El sendero era ancho, bordeado de árboles y estaba empedrado. Lo construyó un alemán. Había grandes árboles con raíces aéreas, algunos árboles con lianas colgantes que llamaban “barbas de viejo”, y otros con campanillas amarillas que se esparcían por el suelo. Fue un recorrido muy agradable y relajante, los dos solos y contemplando la verde naturaleza y las montañas.


Guane era un pequeño pueblo, similar a Barichara, con apenas dos calles alrededor de la plaza. En el pueblo había motocarros pequeños amarillos, aunque apenas había tráfico. Nos sentamos en la plaza y tomamos bebidas y helado casero de coco. Cartagena de Indias era la ciudad colonial colombiana por excelencia, la más conocida. Pero Leyva, Barichara y Guane nos enamoraron, conservaban su encanto colonial