La zona arqueológica de Palenque estaba en plena selva tropical, rodeada de verde vegetación. Sus templos mayas eran uno de los principales atractivos de Chiapas. Estaban considerados Patrimonio de la Humanidad.
Palenque significaba empalizada. Su nombre antiguo era Lakamha, que significa “lugar de grandes aguas”. El lugar fue habitado por primera vez en el año 100 a.C. Caminamos por un sendero en la selva, con grandes árboles, alguna liana y flores rojas. Había monos aulladores, tucanes, loros y, según leímos, ocelotes. Ocelotes no vimos, pero sí dos iguanas grandes y perezosas que se dejaron fotografiar y se marcharon entre las piedras centenarias
Al lado estaba el Templo XIII que albergaba la Tumba de la Reina Roja, llamada así porque sus restos estaban teñidos de rojo por el mineral cinabrio empleado como tratamiento para la momificación. Años atrás se podía echar un vistazo a la tumba y al sarcófago, pero la cerraron. Decían que con el esqueleto se encontraron una máscara de malaquita y un millar de piezas de jade que se trasladaron al Museo Nacional de Antropología de Ciudad de México. Su lujo no tenía nada que envidiar al de las tumbas de los faraones egipcios.
Junto al Templo de la Reina Roja estaba el Templo de las Inscripciones, que albergaba la tumba del rey Pakal, un importante gobernante maya. Decían que era el monumento funerario más famoso de América, y el edificio más alto y majestuoso de Palenque. Era una pirámide de nueve niveles, con una escalera central que ascendía 25m, y coronado por una estructura rectangular con cinco pórticos de entrada. Lástima que estaba acordonado y ya no permitían la ascensión al público, supongo que por no desgastar los escalones centenarios.
El arqueólogo
Alberto Ruz Chuillier descubrió la tumba y le sorprendió la pomposidad de la
estructura. Estaba alojada en una cámara de 7m de largo y 3,7m de ancho,
adornada con numerosos jeroglíficos rojos y relieves que narraban la travesía
de Pakal desde su muerte hasta la llegada al inframundo. Pakal tenía una máscara
funeraria, como la Reina Roja, con mosaicos de jade y el esqueleto
adornado con joyas. Fueron trasladados a Ciudad de México y la tumba fue
recreada en el Museo nacional de Antropología.
Los vendedores
ambulantes de artesanía ofrecían en el mismo recinto de las ruinas calaveras
adornadas con incrustaciones brillantes, evocando las máscaras funerarias de
los reyes mayas.
Cerca estaba el Palacio,
una gran estructura dividida en cuatro patios, con un laberinto de pasillos y
salas, también con una torre alta. Era un conjunto interconectado de
escalinatas, esculturas y relieves.
Otra zona era la
de los Templos del Grupo Norte: Pirámide Conde y otros cuatro templos
sobre un mismo basamento. Según la leyenda el explorador francés Conde Jean
Frederic Waldek se alojó allí en el s.XIX. Al lado estaba la cancha del Juego
de la Pelota, parecida a la de Chichen Itzá en Yucatán.
Templos del Grupo
Norte: Pirámide Conde y otros cuatro templos sobre un mismo basamento.
Según la leyenda el explorador francés Conde Jean Frederic Waldek se alojó allí
en el s.XIX. Al lado estaba la cancha del Juego de la Pelota, parecida a la de
Chichen Itzá en Yucatán.
Después fuimos al Grupo
de las Cruces, con tres estructuras principales en forma de pirámide: Templo
del Sol, Templo de la Cruz y Templo de la Cruz foliada. Databan del 692 y
servían como centro espiritual para la triada de deidades de Palenque. Los
hijos del rey Pakal ordenaron su construcción y fue un lugar de adoración de
los dioses mayas. Cada uno tenía su encanto. El Templo del Sol tenía una
crestería muy bien conservada y contenía el tablero del Sol, tallado en piedra
caliza. En el Templo de la Cruz había un tablero con la imagen del monstruo de
la tierra, del cual brota una planta de maíz, importante en la cultura maya.
Por último vimos los Acueductos
de los mayas sobre los riachuelos Arroyo Murciélago y Arroyo Otoulum. Formaban unas cascadas que
contemplamos desde un puente colgante. Fue el colofón de la visita; estuvimos
cuatro horas visitando los templos, las visitas guiadas dejaban solo dos horas
o dos horas y media, otra ventaja de viajar de forma independiente.