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domingo, 5 de abril de 2015

EL ENCANTO COLONIAL DE LEIVA Y BARICHARA

Villa de Leyva de estilo y arquitectura colonial, y rodeada de montañas, nos impresionó. La guía de la Lonely Planet la describía así. “La fotogénica y aletargada Villa de Leyva parece haber quedado anclada en el pasado. Declarada Monumento Nacional en 1954. Ha conservado sus calles adoquinadas y sus edificios encalados”. 

La Plaza Mayor era inmensa, una de las mayores y más bellas plazas principales de las Américas. Tenía unas dimensiones colosales y los edificios del otro lado se veían como una línea blanca diminuta, como una maqueta. Frente a la Iglesia Parroquial, en el centro de la plaza había una fuente Mudéjar.



Los edificios coloniales, muchos del s.XVI, tenían balcones y porches de madera, y patios interiores con jardines. Destacaban casas históricas como la Hospedería Roca, la Casa de Juan Castellanos y la Casona La Guaca, convertidas en tiendas de artesanía, bajo los soportales. O la Casa Museo de Antonio Ricaurte, que visitamos, luchó a las órdenes de Bolívar y es recordado por su sacrificio en la batalla de San Mateo en Venezuela en 1914. Exhibía armas y mobiliario. El jardín era precioso, con un pozo y repleto de flores.




También visitamos la Casa Museo de Antonio Nariño, uno de los pioneros de la Independencia de Colombia, y defensor de los derechos humanos.

Luego fuimos paseando hasta la Hostería del Molino de Mesopotamia, con un molino de 1586. Eran varias edificaciones bajas pintadas de rojo terracota y amarillo intenso, alrededor de jardines. Había un estanque circular de piedra, donde nos dijeron que se bañó Bolivar.



Callejeamos viendo los comercios: pequeños cafés, panaderías y pastelerías, jugos de frutas, roas y artesanía, algunas peluquerías y numerosos restaurantes con encanto. Cenamos trucha y mazarcada, un gratinado de carne mechada de pollo y ternera, con maíz y queso. Delicioso.


Al día siguiente fuimos con una furgoneta a Barichara, otra ciudad colonial española de 300 años de antigüedad. Era más pequeña y menos majestuosa que Leyva, pero coqueta y con mucho encanto. Apenas vimos turismo. Decían que en el pueblo se filmaban muchas telenovelas, al ser tan pintoresco. Las casas eran blancas con tejados rojos y puertas y ventanas verdes o azules. Las calles empedradas tenían bastante pendiente y eso las hacía más fotogénicas. 



Recorrimos las callecitas admirando los tejadillos voladizos con travesaños y faroles colgantes, balcones de madera con algunas macetas, las ventanas con celosías de madera. Algunos muros estaban adornados por buganvillas.

En la Plaza estaba la Iglesia Catedral Inmaculada Concepción, del s.XVIII, de piedra arenisca labrada, y de un dorado anaranjado, según la luz.






Había tiendas tipo colmados que ofrecían todo tipo de mercancías expuestas en las estanterías. En algunas vimos letreros de venta de hormigas culonas, la especialidad culinaria de Barichara y el Departamento de Santander. La tradición se remontaba a 5000 años atrás, cuando los guabos criaban y comían hormigas fritas o asadas por sus supuestas propiedades afrodisíacas y curativas. Decían que sabían como polvo crujiente mezclado con granos de café. Pero no las probamos porque preguntamos en varios sitios y en todos nos dijeron que no había cosecha, q1ue todavía no habían salido.



Desde Barichara emprendimos el Camino Real al pueblo de Guane. El sendero era ancho, bordeado de árboles y estaba empedrado. Lo construyó un alemán. Había grandes árboles con raíces aéreas, algunos árboles con lianas colgantes que llamaban “barbas de viejo”, y otros con campanillas amarillas que se esparcían por el suelo. Fue un recorrido muy agradable y relajante, los dos solos y contemplando la verde naturaleza y las montañas.


Guane era un pequeño pueblo, similar a Barichara, con apenas dos calles alrededor de la plaza. En el pueblo había motocarros pequeños amarillos, aunque apenas había tráfico. Nos sentamos en la plaza y tomamos bebidas y helado casero de coco. Cartagena de Indias era la ciudad colonial colombiana por excelencia, la más conocida. Pero Leyva, Barichara y Guane nos enamoraron, conservaban su encanto colonial