Desde el pueblo de Viñales cogimos un bus turístico que hacía varias paradas por el Valle de Viñales. El Mirador del Hotel Los Jazmines ofrecía las mejores vistas panorámicas del Valle y los mogotes, formaciones rocosas redondeadas, que parecían el lomo de un elefante.
Paramos en el Mural
de la Prehistoria, pintado en la ladera del mogote Pita. Era un inmenso
mural con caracoles, dinosaurios, monstruos marinos y seres humanos, que
simbolizaban la teoría de la evolución. Era bastante colorista, sobre la piedra
gris y me pareció psicodélico. Leímos que fue diseñada en 1961 por Leovigildo
González Murillo, discípulo del artista mexicano Diego Rivera. La idea fue
concebida por Celia Sanchez, Aliosa Alonso y Antonio Nuñez Jiménez. La obra fue
llevada a cabo por 18 personas durante 4 años. Una curiosidad.
Visitamos la Cueva del Indio. Bajamos unas escaleras en la gruta y después de un corto recorrido iluminado, cogimos una lancha motora por el río subterráneo de aguas verdes y que atravesaba la cueva.
La Casa del
Veguero era un secadero de tabaco, con las hojas marrones colgando de los
palos. Allí nos mostraron como envolvían los habanos con tres hojas: una para
la combustión, otra para el sabor y otra para el aroma. Antes les extraían el
nervio central de la hoja con un machete. Todo lo que sobraba se convertía en
picadura para los cigarrillos.
Nos contaron que la
fermentación al aire libre era de 90 días, luego se metía en grandes pacas y
fermentaba en tres años. El 80% de la producción se lo quedaba el gobierno, y
el 20% era para los productores para la venta particular. El guajiro que nos lo
explicó era un campesino moreno y curtido, con sombrero.
Al día siguiente
hicimos una excursión por el Valle del Silencio, una caminata de unas
cuatro horas acabando con un baño en un lago. Paramos en una granja
productora de café y nos explicaron el proceso de elaboración. Después de
la recolección del grano lo dejaban secar, lo aventaban, separaban la cáscara y
lo molían. Allí tomamos un guarapo, el zumo de caña de azúcar, al que se
podía añadir zumo de piña y ron para rebajar el dulzor.
En el lago había
algunos nenúfares flotantes. Nos dimos un buen baño, el agua no estaba
demasiado fría. Los mogotes rocosos nos rodeaban en el camino, tapizados de verde
vegetación. Subimos a un mirador para contemplar las vistas. Entre el verde de
árboles y palmeras había claros de tierra roja, con las cabañas de los
secaderos de tabaco y ganado pastando.