Como resistirse a
visitar un lugar llamado Guardalavaca. El nombre nos llamó la atención y fuimos
para allá. Además leímos en la guía que Colón describió aquel tramo de la costa
como el lugar más hermoso en el que se habían posado sus ojos, con playas
tropicales, frondosas colinas verdes y arrecifes coralinos con abundante vida
marina. Guardalavaca era más extenso que Varadero y menos aislado que Cayo
Coco.
El arrecife estaba
a 200m de la costa y había 32 enclaves de buceo accesibles en barco, con
grutas, pecios y formaciones coralinas. Una descripción atractiva.
La playa tenía arena blanca fina, palmeras, arbustos casuarinas y mar verde azul translúcido. Nos instalamos con el pareo a la sombra de uno de los arbustos de tronco retorcido. El baño refrescante en aquellas aguas transparentes fue una delicia. Había algunas familias cubanas bañándose y haciendo picnic bajo los árboles. En el pasado los cubanos no tenían permitida la entrada a Guardalavaca.
Al día siguiente fuimos a Playa Esmeralda y Playa Pesquero, que estaban adyacentes. Fuimos en guagua, el bus que conectaba las playas por 5 pesos. Playa Pesquero no era más bonita que Guardalavaca, y tenía más gente, más hamacas y más parasoles de cañizo.
Playa Esmeralda nos enamoró. Sus aguas tenían ese color esmeralda o verde turquesa. Las familias hacían picnic instaladas bajo la sombra de los árboles, con sillas y tumbonas. Comían, bebían, dormían la siesta y pasaban el día allí.
Desde Camagüey fuimos a Playa Santa Lucía, otra de nuestras favoritas. Era una playa larga con algas. Nos dijeron que antes las limpiaban, pero ya no se hacía por motivos ecológicos. Cubría poco y en algunos lugares las algas dejaban un claro circular, como una piscina. Hicimos buceo con tubo en la zona de corales. Salimos en un pequeño catamarán.
El buceo en Playa
Santa Lucía fue fantástico. Los peces más abundantes eran amarillos con franjas
negras y verdes con la cola azul. Vimos estrellas de mar y corales.
Había corales lilas ramificados o en abanico, corales de dedo, y corales con
forma de cerebro o laberintos. Los corales amarillos de fuego recibían
ese nombre porque al tocarlos producían una quemadura muy intensa.
Al día siguiente fuimos a Playa
los Cocos en una carreta de caballos. Era preciosa, con bastantes palmeras
cocoteras. El mar era como una acuarela de tonos azules y verde transparente.
Disfrutamos un montón del baño y descansamos en el pareo extendido a la sombra
de una palmera. Al otro extremo se veía el Faro Colón en el Cabo Sabinal.
Pepito, el cochero, nos habló de una zona donde podía hacerse buceo sin barco, viendo peces y los restos de un barco naufragado. El pecio estaba a pocos metros de la costa, en una zona que no cubría. Fue una sorpresa descubrir un montón de peces arremolinado en torno al barco y sus oquedades. Había corales pegados al casco oxidado, y grupos de peces nadaban y se resguardaban entre sus hierros. Había peces grises con rayas amarillas horizontales, plateados y azules con la cola amarilla. No esperábamos tal cantidad de peces allí. Disfrutamos del buceo entre el barco hundido.
Otra zona de
playas preciosas eran los Jardines del Rey y Los Cayos, islas conectadas
por tierra por una calzada elevada sobre el mar de 24km. La zona era muy verde
y exuberante. La calzada era una construcción sorprendente, muy recta y asfaltada,
como un puente, la llamaban pedraplén, y apenas se elevaba un metro sobre el nivel del agua. La construyeron
en 1984.
Había otros 20km hasta Cayo Guillermo. Su playa nos encantó, tenía un muelle de madera con pabellones de cañizo. Nos alojamos en un complejo de villas dispersas en un jardín, era la única posibilidad porque el alojamiento en casas particulares no estaba permitido en aquella zona. Playa Pilar estaba a 8km de Cayo Guillermo y tenía fama de ser la más bonita de la isla.
Pasamos por otro
pedraplén hasta Cayo Coco. En realidad era otro islote unido a tierra,
que formaba parte del Archipiélago de Sabana-Camaguey o Jardines del Rey. Era
la cuarta isla más grade de Cuba y el principal destino turístico después de
Varadero. Antes de 1990 no era más que un manglar repleto de mosquitos. Cayo Coco
nos encantó, igual que Cayo Guillermo. Tenía muchas palmeras, arena blanca y
agua verde azul. Todas las playas cubanas rivalizaban en belleza.