viernes, 8 de abril de 2016

GIBARA, CUEVAS Y CINE

 


Cerca de Guardalavaca estaba Gibara. Era una ciudad agradable en la costa norte cubana, con una bonita bahía, edificios coloniales con porches, y el mar al final de cada calle. El huracán Ike casi la borró del mapa en el 2000, y cuando fuimos todavía quedaban huellas de la destrucción. El topónimo procedía de “jiba”, el nombre indígena de un arbusto del lugar. Fue la ciudad natal del escritor Guillermo Cabrera Infante.

La ciudad fue una importante ciudad exportadora de azúcar, conectada a Holguin, la capital provincial por un ferrocarril. Con la construcción de la carretera central en la década de 1920, Gibara perdió importancia mercantil y cayó en un profundo letargo. Así la describía la guía. Pero eventos como el Festival de Cine Pobre, impulsado por el actor Jorge Perugorría, y actividades como competiciones de escalada o espeleología, le daban vida.

El ambiente de las calles era tranquilo, y la gente tomaba el fresco en la puerta de casa, sentados en hamacas. Se veía algún Chevrolet antiguo, como en toda Cuba. Estuvimos alojados en Las Hermanas, una preciosa casa familiar de techos altos, ventanas con rejas, suelos de mosaicos, mobiliario antiguo y patio con plantas.





Allí contactamos con Darwin, un bonito y simbólico nombre para un guía. Con él visitamos la Caverna del Panadero. La cueva estaba cercana al pueblo. Al poco de entrar encontramos luz natural proveniente de un agujero en el techo de la cueva; se llamaban dolinas y eran un sistema de refrigeración. Había siete dolinas en aquella cueva. Caminamos con el casco y las linternas viendo estalactitas, estalagmitas y formaciones curiosas como tentáculos de pulpo o lava derretida.

Vimos murciélagos apiñados en el techo, que revoloteaban al iluminarlos. Comían flores y semillas que cogían del exterior. Las semillas que caían al suelo germinaban en algún brote de hojas blancas al no tener clorofila sin la luz, y hojas verdes cerca de la entrada. 


La cueva tenía cuatro niveles de profundidad y bajamos hasta el cuarto, unos 150m bajo la colina. Allí estaba el lago subterráneo, como una piscina de aguas verdes transparentes. El baño fue de lo más refrescante y extraño. Las estalactitas se reflejaban en el agua calma como en un espejo. En la cueva había una gran sala natural, donde se proyectaban películas del Festival de Cine de las Cavernas. Otra curiosidad.



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