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domingo, 29 de mayo de 2022

LA PENÍSULA DE KARPAS

Quisimos conocer la Península de Karpas, una zona poco poblada y tranquila, al noreste de la isla de Chipre. Desde Famagusta fuimos en autobús a Kimyali. Nos alojamos en el Nitovikla Garden, donde nos recibió Zecai, el propietario, un personaje amable y peculiar. Estaba cuidando el jardín con árboles frutales y una piscina, y nos ofreció albaricoques y moras. Nos sentamos con él y su mujer en el jardín a tomar limonada y charlar. 

Zecai había sido profesor universitario y había escrito varios libros sobre la cultura gastronómica y tradicional de la isla de Chipre. Montó su hotel ecológico hacía unos diez años y les había ido muy bien, con reconocimientos, hasta la pandemia. En 2021 empezaban a recuperarse poco a poco.


Después de un rato de charla nos acompañaron a la habitación. Estaba en la segunda planta de una galería con arcos. Tenía cama con dosel, bonito mobiliario y un baúl.

El comedor del Nitovikla tenía una galería con arcos, decorada con objetos agrícolas: un  trillo, calabazas colgantes, cacillos de metal, alacenas con platos de cerámica, aperos de labranza, y mucho más. 




Por la tarde nos acercamos a la playa de Kimyali, había una pequeña media luna donde amarraban los barcos de pesca. La playa seguía recta y empezamos a caminar. Las rocas formaban pozas naturales para bañarse. Algunas eran pequeñas, para una sola persona, como una poza circular donde nos bañamos.



La cena en el bonito comedor fue deliciosa, un festival de platillos: pollo guisado con patatas, ensalada, guisantes salteados, vinagreta de verduras, olivas negras, yogur, miel con flor, vino casero y grapa.
Al día siguiente tras un buen desayuno, fuimos a explorar la península con el coche de un vecino . 
En el trayecto vimos señales de tráfico con un burro, y en seguida aparecieron varios ejemplares que se acercaron a curiosear a la ventanilla del coche. 




Llegamos al extremo de la península, donde estaba el Monasterio del Apostolous Andreas, frente al mar. Era de piedra blanca, con un campanario. En el interior había un iconostasio con muchos iconos del s. XIX. Andreas era el patrón de los sastres, famoso por sus milagros. Leímos que había sido uno de los lugares más importantes de peregrinación de la isla antes de 1974, cuando los turcos invadieron y se produjo la partición de la isla. Las autoridades turcas habían abierto la frontera para recuperar el peregrinaje, pero decían que no había vuelto a ser lo que era.

Luego fuimos a la Golden Beach, una preciosa y alargada playa, apenas sin gente. El mar estaba verde azulado, con aguas transparentes y muy calmas, como una piscina. Nos bañamos prácticamente solos.  Caminamos hasta un recodo en curva, donde la playa quedaba cortada por las rocas. 

Por la tarde nos despedimos agradecidos de Zecai y su mujer, unos excelentes anfitriones y de la Península de Karpas.












viernes, 25 de junio de 2021

LA ISLA DE NAXOS

La isla de Naxos era la más grande de las Islas Cícladas, en el mar Egeo. Tenía la singularidad de tener un istmo central, en realidad un muelle, que parecía el camino que llevaba al pueblo blanco. Su capital era Hora (o Chora).

En una colina junto al istmo estaba el Templo de Apolo. Lo que quedaba de él era el dintel de una puerta de piedra que se abría al mar y una estatua femenina de mármol descabezada.



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El muelle formaba una tranquila laguna circular y tenía escalerillas para bajar al agua. Allí nos bañamos. Algo más frescos recorrimos las calles del pueblo. El barrio de Kastro tenía casas encaladas y contraventanas azul marinero, adornadas con buganvillas y otras flores. El pavimento de piedra ribeteado de blanco, como un mosaico, era parecido al de la isla Mykonos.

Había pasadizos con arcos, con tiendas de joyas y artesanía, y tabernas con encanto. Vimos una Iglesia encalada, de un blanco deslumbrante y llegamos hasta el Castillo Veneciano en la parte alta, junto a un Museo, que estaba cerrado.          





           

El ambiente era muy tranquilo, con poca gente por las calles. En una terraza del Paseo Marítimo tomamos hojaldres de espinacas y queso feta, y contemplamos las vistas del mar Egeo. Al atardecer fuimos a la playa San George, larga y popular.

El segundo día en Naxos fuimos a las playas del suroeste. Pasamos por las playas Prokopios, Agia Ana y Plaka, entre otras. Se veían bonitas, largas franjas arenosas con un mar azul intenso.

En Alyko buscamos la playa Hawai, una auténtica joyita. Era una playa de arena dorada, con una ermita blanca con dos cúpulas azules en un extremo junto al agua. Y estábamos totalmente solos, un auténtico lujo. Luego llegaron en goteo ocho o diez personas que se dispersaron en la franja de arena. El agua verde azul del mar Egeo estaba muy transparente. Nos instalamos con el pareo en el extremo de la ermita y nos dimos unos baños gloriosos. La tranquila Naxos nos gustó mucho, como todas las islas griegas.

martes, 25 de febrero de 2020

ISLA SAONA

 




Las playas de Isla Saona fueron nuestras favoritas del viaje a República Dominicana, y eso que todas rivalizaban en belleza. Nos alojamos en Bayahibe, un tranquilo pueblo de pescadores que mantenía su ambiente caribeño. Fue fundado por un pescador de Puerto Rico en el s. XIX. Nos instalamos en un bungalow con porche.

Desde el pueblo de Bayahibe un catamarán nos llevó a Isla Saona. Estaba a una hora y media de distancia. Fuimos costeando viendo la franja de palmeras. La llegada a Isla Saona fue espectacular. Un denso palmeral, una franja estrecha de arena blanquísima y el mar con distintos tonos de azul turquesa. 




Había varias palmeras inclinadas hacia el agua y jugamos a hacernos fotos. Disfrutamos paseando y con los baños en el agua totalmente transparente.

Comimos un buffet con ensaladas, pescado y plátano. Nos bañamos de nuevo y sesteamos en las hamacas a la sombra de los cocoteros.





El colofón del día fue un baño en la zona que llamaban piscina natural, a la que llegamos con el catamarán. Las aguas eran de color verde translúcido intenso. Nos dimos un buen baño en aquellas aguas tranquilas, con la línea de fondo de las palmeras. Había algunas estrellas de mar naranjas. Un día fantástico.



Otro día fuimos con la guagua desde Bayahibe hasta Domenicus Americanus, donde había otras playas y donde estaban los resorts de lujo del todo incluido con pulserita. La playa tenía palmeras y estaba bien, pero había demasiada gente. En un extremo había un faro con rayas blancas y azules. Playa Saona era mucho más bonita. 






jueves, 13 de febrero de 2020

LOS HAITISES Y CAYO LEVANTADO

Desde Samaná cogimos una barca para visitar el Parque Nacional Los Haitises. Estaba formado por decenas de peñascos rocosos en el mar cubiertos de vegetación, eran islotes entre manglares y humedales costeros. Los montículos se formaron hacía dos millones de años. La zona era lluviosa y tenía vegetación subtropical con 700 especies de flora y plantas como bambús y bromelias. El nombre “Haitises” significaba “tierra de montañas” o “tierra alta” en lengua taina. 


 

Navegamos entre los manglares de tres tipos: rojos, negros y blancos. Los indios tainos utilizaban los pigmentos de los manglares para dibujar sus pictogramas. Los manglares formaban un laberinto de ramas enlazadas que buscaban el agua. Las raíces aéreas eran como dedos que se hundían en las verdes aguas. Pegados a las ramas había conchas de moluscos, y cangrejos correteando.



El Parque tenía varias cuevas calizas en las que durante siglos los indios tainos vivieron en paz. Tenían petroglifos y pictogramas de escenas de caza, ballenas y otros animales. La Cueva del Ferrocarril se llamaba así por un ferrocarril que se construyó para transportar las mercancías que llegaban en los barcos a los pueblos del interior. Pero hacía mucho que había desaparecido. Tenía una gran entrada y un interior oscuro con formaciones de estalactitas y murciélagos. mu



La Cueva de Arena tenía grandes oquedades que dejaban ver el mar y la hojarasca verde del bosque tropical. Había pasarelas de madera que comunicaban varias entradas. En una de las entradas había guardianes divinos grabados en la piedra.



En los postes de un viejo muelle destruido vimos pelícanos, gaviotas y otras aves blancas volando sobre los verdes montículos. Había 100 especies de aves en el parque. Tras las cuevas vimos la bonita playa Punta Arenas con un gran palmeral y sin gente.



Seguimos navegando hasta Cayo Levantado, con una playa de arena blanca y muchas palmeras cocoteras. El mar tenía un color azul intenso con franjas verdosas. Una playa de ensueño. Nos bañamos y buceamos en un extremo frente a dos rocas triangulares en el mar. Comimos en la isla, pescado asado con ensalada, arroz con tostones y gandulas, las habichuelas rojas. Delicioso.