Desde Samaná cogimos una barca para visitar el Parque Nacional Los Haitises. Estaba
formado por decenas de peñascos rocosos en el mar cubiertos de vegetación, eran islotes entre manglares y humedales costeros. Los montículos se formaron hacía
dos millones de años. La zona era lluviosa y tenía vegetación subtropical con 700
especies de flora y plantas como bambús y bromelias. El nombre “Haitises” significaba
“tierra de montañas” o “tierra alta” en lengua taina.
Navegamos entre los manglares de tres tipos: rojos, negros y blancos. Los indios tainos utilizaban los pigmentos de los manglares para dibujar sus pictogramas. Los manglares formaban un laberinto de ramas enlazadas que buscaban el agua. Las raíces aéreas eran como dedos que se hundían en las verdes aguas. Pegados a las ramas había conchas de moluscos, y cangrejos correteando.
El Parque tenía varias cuevas calizas en las que durante siglos los indios tainos vivieron en paz. Tenían petroglifos y pictogramas de escenas de caza, ballenas y otros animales. La Cueva del Ferrocarril se llamaba así por un ferrocarril que se construyó para transportar las mercancías que llegaban en los barcos a los pueblos del interior. Pero hacía mucho que había desaparecido. Tenía una gran entrada y un interior oscuro con formaciones de estalactitas y murciélagos. mu
La Cueva de Arena tenía grandes oquedades que dejaban ver el mar y la hojarasca verde del bosque tropical. Había pasarelas de madera que comunicaban varias entradas. En una de las entradas había guardianes divinos grabados en la piedra.
Seguimos navegando
hasta Cayo Levantado, con una playa de arena blanca y muchas palmeras
cocoteras. El mar tenía un color azul intenso con franjas verdosas. Una playa
de ensueño. Nos bañamos y buceamos en un extremo frente a dos rocas triangulares
en el mar. Comimos en la isla, pescado asado con ensalada, arroz con tostones y
gandulas, las habichuelas rojas. Delicioso.