El Templo de la Pitón estaba
en un recinto con árboles y varias construcciones circulares. En una de
ellas, con ventanas enrejadas y bajo llave, estaban las serpientes. Contamos
unas veinte serpientes, enroscadas en el suelo, en el interior de una vasija y
descansando sobre el saliente de una pared. Decían que había hasta sesenta serpientes.
La mayoría estaban bastante estáticas cuando entramos, aunque algunas se movían
ondulantes y levantaban la cabeza, sacando su lengua bífida amenazante. La
Pitón Dangbé era una deidad simbólica para la cultura vudú, un animal
semisagrado. Decían que comían roedores e insectos. Por eso las apreciaban, al acabar
con las plagas de roedores que devoraban las cosechas. En el jardín había un
árbol Inoko, considerado sagrado.
Frente al Templo de la Pitón estaba la Catedral
de Nuestra Señora Concepción, todo un contraste, y ejemplo del sincretismo de
Benín. Era un edificio neogótico de 1909, con vidrieras de colores. Tenía
bastante luz interior y encontramos un grupo de chavales con sus libretas, en clase
de catequesis.
Visitamos el interesante Museo de Historia
ubicado en el Fuerte de Sao Joao Baptista, construido en el s. XII por los
portugueses. Lo formaban un conjunto de construcciones amuralladas pintadas de
blanco. Reflejaba la historia y los lazos entre Benín, Brasil y el Caribe,
a través de fotos comparativas de Pierre Bergé, un aventurero y antropólogo
francés. Las fotos comparaban los rituales del Candomblé y otras ceremonias a
ambos lados del océano, en Bahía y Benín. Un ejemplo de la influencia mutua,
resultado del comercio de esclavos. La Plaza Chachá de Ouidah y el sendero llamado
la Ruta de los Esclavos nos dieron más información sobre la difícil historia de
Benín.
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