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lunes, 4 de abril de 2016

SANTIAGO Y LAS TROVAS

La ciudad de Santiago estaba situada entre la Sierra Maestra y el mar Caribe, en la montañosa región cubana del Oriente, la provincia más caribeña de todas. Tenía influencias de Haití, Jamaica, Barbados y África. Fue núcleo de la colonia española entre s.XVI y XVII, y durante un periodo fue capital hasta que la sustituyó La Habana en 1607.

El Castillo San Pedro de la Roca del Morro, abreviado Castillo del Morro, se levantaba imponente ante las azules aguas del mar Caribe. Se construyó para proteger la ciudad de los ataques de los piratas. Su construcción tardó 70 años y finalizó en 1700. Los muros eran altísimos. Cruzamos el puente sobre el foso y entramos en sus dependencias convertidas en Museo de la Piratería 

Algunas salas habían sido cárceles de revolucionarios. Otras salas estaban dedicadas a las armas y a la batalla naval con los americanos, cuando los españoles perdieron Cuba en 1898. Muy interesante.



En la Plaza de la Catedral estaba la Casa de Diego Velázquez, la más antigua de Cuba, del s.XVI. Su fachada era de estilo andaluz con celosías de madera oscura, balcones y un gran portalón. Fue residencia del Primer Gobernador de la isla. Conservaba el mobiliario antiguo con arcones, escritorios y armarios. Tenía una bonita cocina con ánforas y tinajas para las limonadas que preparaban. Los patios interiores también eran bonitos, con un pozo y plantas.



La Catedral había sido dañada y destruida por los piratas y terremotos. La actual se completó en 1922. Tenía dos torres neoclásicas, el exterior estaba pintado de blanco y azul, con murales en los arcos interiores.

Frente a la Catedral estaba el hotel histórico Casa Grande. En él se alojó Graham Greene en la década de 1950, en una misión clandestina para entrevistar a Fidel Castro. Era un edificio blanco con grandes arcos y toldos, con vistas a la plaza.



Los edificios coloniales estaban pintados de colores pastel y tenían porches. Por las calles se veían calesas tiradas por caballos.

Visitamos el Museo Bacardí de imponente fachada con frontispicio triangular y altas columnas. Tenía varias plantas dedicadas a la pintura, la historia y la antropología. Bacardí fue alcalde de Santiago, se exhibían sus objetos personales (espejuelos, cartera, cartas manuscritas, libros…). La planta de historia estaba dedicada a la época en la que Fidel entró en la ciudad procedente de Sierra Maestra y proclamó el éxito de la Revolución. Había objetos personales de los revolucionarios, su biografía y sus frases más conocidas, con un vídeo con imágenes de la época.

La planta dedicada a la Antropología exhibía objetos de los indios precolombinos, una cabeza reducida de los shuar (explicando el proceso para reducirla) y varias momias, una de ellas traída por Bacardí y su esposa. Todo muy entretenido e interesante.



Paseamos por la calle Enramadas, y por el Parque Alameda. Luego fuimos al barrio Tívoli, el antiguo barrio francés, el asentamiento de los antiguos colonos que llegaron procedentes de Haití a finales del s. XVII y principios del s. XIX. Estaba en una colina y las casas eran sencillas, de planta baja.

Vimos la casa donde vivió Fidel, el número 6 de una casa amarilla con porche. Fidel vino a los 8 años a vivir allí con su tía que era maestra, y estudió interno en el colegio La Salle de los Jesuitas, que se veía a lo lejos. Frente a la casa estaba el Museo de la Lucha Clandestina, dedicado a la lucha clandestina contra Batista.

Seguimos paseando por el Tívoli hasta llegar al Balcón de Velázquez, un mirador con vistas del barrio.





Santiago fue cuna de casi todos los géneros musicales cubanos surgidos en sus calles, desde la salsa hasta el son. En la calle Heredia había varios locales de trova, la música cubana con letras poéticas, que surgió después de la revolución. Decían que la calle era una de las más pintorescas y vibrantes, como Nueva Orleans en la época de auge jazzístico. La música estaba presente en toda la ciudad, en muchos locales y en los pequeños restaurantes. Uno de los lugares más emblemáticos era la Casa de la Trova, donde escuchamos música en directo. Era un grupo de seis cubanos con tres guitarras, un bajo, un tambor y el vocalista principal con maracas.

El local estaba repleto de fotos de cantantes y grupos por las paredes, muy abigarrado. Los grandes ventanales con rejas estaban abiertos a la calle y la gente se paraba a escuchar. Algunos espectadores cubanos se animaron a bailar, moviendo hombros, cintura y cadera, en una demostración de ritmo imposible de superar. Todo un espectáculo para gozar.



lunes, 18 de enero de 2016

OUIDAH









Ouidah era una tranquila ciudad costera de Benín. Las calles eran casas bajas de tonos arenosos, con peluquerías, sastres y otros pequeños comercios. Considerada la cuna del Vudú, atraía a seguidores y creyentes de todo el país, y de Togo y Nigeria, para asistir a ceremonias religiosas. Coincidimos con uno de esos encuentros de religiones en las fechas previas a la celebración del Vudú, que era el 10 de enero. El Vudú fue formalmente reconocido como religión por las autoridades Beninesas en febrero de 1996.

El Templo de la Pitón estaba en un recinto con árboles y varias construcciones circulares. En una de ellas, con ventanas enrejadas y bajo llave, estaban las serpientes. Contamos unas veinte serpientes, enroscadas en el suelo, en el interior de una vasija y descansando sobre el saliente de una pared. Decían que había hasta sesenta serpientes. La mayoría estaban bastante estáticas cuando entramos, aunque algunas se movían ondulantes y levantaban la cabeza, sacando su lengua bífida amenazante. La Pitón Dangbé era una deidad simbólica para la cultura vudú, un animal semisagrado. Decían que comían roedores e insectos. Por eso las apreciaban, al acabar con las plagas de roedores que devoraban las cosechas. En el jardín había un árbol Inoko, considerado sagrado.


 







Frente al Templo de la Pitón estaba la Catedral de Nuestra Señora Concepción, todo un contraste, y ejemplo del sincretismo de Benín. Era un edificio neogótico de 1909, con vidrieras de colores. Tenía bastante luz interior y encontramos un grupo de chavales con sus libretas, en clase de catequesis.

Visitamos el interesante Museo de Historia ubicado en el Fuerte de Sao Joao Baptista, construido en el s. XII por los portugueses. Lo formaban un conjunto de construcciones amuralladas pintadas de blanco. Reflejaba la historia y los lazos entre Benín, Brasil y el Caribe, a través de fotos comparativas de Pierre Bergé, un aventurero y antropólogo francés. Las fotos comparaban los rituales del Candomblé y otras ceremonias a ambos lados del océano, en Bahía y Benín. Un ejemplo de la influencia mutua, resultado del comercio de esclavos. La Plaza Chachá de Ouidah y el sendero llamado la Ruta de los Esclavos nos dieron más información sobre la difícil historia de Benín.







martes, 11 de agosto de 2015

LA FAMILIA NÓMADA SAN

 

Los san eran un pueblo nómada africano, también llamados bosquimanos, “hombres del bosque”. Se desplazaban por el desierto del Kalahari en busca de agua, alimentos y refugio. Nos dijeron que el término “bosquimano” les resultaba despectivo y preferían llamarse san. En Bostwana tuvimos oportunidad de conocerlos y dimos un paseo con una familia san, formada por tres hombres, tres mujeres y dos niños pequeños. Se presentaron dándonos la mano y sonriendo; no hablaban nada de inglés pero nos entendimos. Su lenguaje tenía unos chasquidos característicos.

Eran muy delgados, de piel dorada, las mujeres vestían una falda de piel y los hombres llevaban un taparrabos. Tenían cintas en el pelo, pulseras y adornos hechos con cuentas de plástico de colores. Los hombres llevaban el pelo más largo que las mujeres, en peinados con trencitas. Las mujeres cargaban los niños a la espalda.


Caminamos en hilera siguiendo sus pasos, contemplando sus largas piernas. De repente pararon y una mujer excavó la tierra sacando un tubérculo. Era grande, parecido a un coco verde. Con un palo afilado rascaron la superficie y salieron unas virutas que estrujaron con la mano obteniendo un agua con sabor a regaliz.

Los tubérculos y la carne de caza, de antílopes, jirafas o cebras, eran su dieta tradicional. Era un pueblo de cazadores y recolectores de frutos, hierbas y raíces. Pero tenían un problema porque la caza era ilegal en Bostwana. Además, fueron trasladados de sus tierras ancestrales porque se descubrieron diamantes en la reserva donde vivían. 


Luego nos sentamos y nos hicieron una demostración de como tiraban los “bastones mágicos”, por ejemplo para decidir la dirección que tomar para ir de caza. Los hombres hicieron un fuego en pocos minutos frotando dos palos y soplando el extremo cuando empezó a salir algo de humo por la fricción. Nos enseñaron que los excrementos de elefantes también podía quemarse y desprendían un humo que ahuyentaba los mosquitos.



Los acompañamos a su campamento. Ellos estaban en continuo movimiento y habían caminado 250km, procedentes de la frontera con Namibia, hasta llegar allí. Apenas llevaban dos semanas. En Bostwana era donde había más población san, llegando a 40.000 personas, pero también vivían en Namibia, Angola, Sudáfrica, Zambia y Zimbawe. 

El campamento eran tres chozas de cañas amarillas, con una pequeña entrada. Allí solo dormían o se resguardaban durante la temporada de lluvias. Los hombres se colocaron unos cascabeles hechos con semillas en las piernas, eran como sonajeros. Todos cantaron batieron palmas, y bailaron con sus adornos sonoros.


Su cultura y su modo de vida tradicional estaban amenazados y se enfrentaban a muchas dificultades. Pero aquella familia nos mostró en un rato sus habilidades y recursos para sobrevivir en un entorno tan seco y aparentemente hostil. Todo un ejemplo de adaptación al medio.