Ouidah nos pareció una de las poblaciones
más agradables y compactas de Benín. La Plaza Chacha tenía una gran
árbol centenario que ofrecía sombra. Había sido el lugar de la subasta de
esclavos en la época de Francisco Félix de Souza, uno de los comerciantes negreros
de principios del s. XIX más importante de la costa beninesa. Souza llegó en
1812 a Benín con 45 barcos, desde Brasil, y se enriqueció con su actividad.
Desde la plaza partía la Ruta de los Esclavos, con estatuas simbólicas en el recorrido, bastante “naïfs”. Pasamos por el llamado “árbol del olvido”, donde los hombres debían dar nueve vueltas alrededor para olvidar su pasado (las mujeres siete vueltas), y que su espíritu no persiguiera a los comerciantes en venganza. En el camino encontramos hileras de gente y un pozo, rodeado de niñas que extraían el agua con barreños.
La ruta completa eran 126km de distancia; el tramo final que hicimos eran 4km. Acababa en la Puerta del No Retorno, frente al Atlántico, donde embarcaban a los esclavos rumbo a América. Cerca había un Monumento con la forma de África recortada en un muro rojizo, que se abría al mar azul. En la playa los benineses paseaban despreocupados con sus familias, o se sentaban en la arena. Pensé que aquella puerta abierta al mar era un poético homenaje y recuerdo de todo el dolor que causó la esclavitud.
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