Cruzamos andando el Check-point situado
al final de la calle Ledra. Era una caseta militar, donde hicieron el control
de Pasaporte y la aduanera nos saludó bromeando en español. Caminamos unos
metros por una galería con techado de madera y pasamos el control turco. Rápido
y fácil, aunque más fácil sería ningún control. Salimos a una calle llena de terrazas
de restaurantes y tiendas de estilo turco, con dulces de miel y frutos secos. Ya
estábamos al otro lado.
Uno de los rincones con más encanto de la
Nicosia turca era el Caravanserai Buyuk Han, construido en 1527 por el
gobernador Lala Mustafa Pasha, el caravanserai otomano mejor conservado. En la
época fue alojamiento de mercaderes y peregrinos; en la planta baja había
establos para los caballos, almacén y sala de rezos. El caravanserai tenía dos
plantas con galerías con arcos ojivales, y en el centro del patio había una estructura
rematada con una cúpula. En la actualidad el gran patio tenía dos cafés
restaurantes, y en los arcos había tiendecitas de artesanía. Allí celebramos mi
cumpleaños; el mejor regalo era pasarlo
viajando.
Paseamos hasta la bonita Puerta Kyrenia
y alrededor de la muralla con los bastiones. Visitamos el Museo Mevlevi
Tekke, la casa de los Derviches Sufís Mevlevis, la rama mística del Islam,
del s. XV. Esta secta surgió en Konya (Turquía) en el s. XIII. Tenía una sala
circular con un altillo, en la que los derviches realizaban sus danzas giradoras
y sus rezos (el semahane), una reproducción de la cocina, su lugar de reunión y
las tumbas de piedra, cubiertas de terciopelo de colores y con sus sombreros en
una esquina de la tumba. En el exterior exhibían piedras blancas tipo estelas,
con caracteres arábicos labrados. Un museo curioso.
Luego visitamos la Mansión Derviche
Pasha, del s. XIX. Pasha publicó el primer periódico turco en Chipre. Era una
rica casa transformada en Museo Etnográfico. Reproducía la vida
cotidiana de la época con maniquíes en varias habitaciones: la cocina con sus
recipientes metálicos, la sal del telar, cerámicas, cristalería, trajes turcos
bordados, objetos de uso doméstico…En los alrededores había algún hammán, pero estaban cerrados.
Otra mansión que visitamos fue la Casa
Lusignan, de una familia noble francesa. Las habitaciones tenían alfombras,
quinqués y lámparas colgantes, baúles…Unos maniquíes reproducían la vida de la
familia en el comedor con chimenea, bordando y escuchando música de una gramola.
El jardín era pequeño y bonito.
En resumen, nos gustó más la Nicosia Norte
turca, con sus caravanserais, hammanes, mezquitas, bazar y ambiente algo más abigarrado,
aunque ambas eran atractivas y era un gusto pasear por sus callejuelas.
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