Desde Agya Napa fuimos en bus a Cabo
Greco, el Parque Nacional costero de Chipre. Era conocido por sus cuevas
marinas, con formas fascinantes que parecían esculpidas por el hombre,
según leímos en la guía. También era área favorita de muchas aves marinas que
revoloteaban por la zona. Las formaciones geológicas nos parecieron una
auténtica maravilla creada por la erosión del mar.
Recorrimos la costa de la isla en el barco Aphrodita, en una excursión de medio día. Paramos en varias cuevas marinas preciosas. Los acantilados de piedra blanca formaban arcos naturales y oquedades curiosas. El mar tenía tonalidades verde azuladas con agua muy transparente que permitía ver el fondo.
En un recodo estaba la Blue Lagoon,
donde paró el barco para darnos un primer baño; el agua estaba fresca y deliciosa.
Después paramos en el Puente de los Amantes, de roca recortada sobre el mar.
La parada más curiosa fue la llamada Famagusta Ghost o Varosha, la
ciudad que quedó abandonada cuando los turcos la evacuaron en 1974 tras la invasión.
Los edificios permanecían vacíos desde entonces, vimos la desolación en la lejanía con prismáticos, pero no hicimos fotos.
El capitán del barco lo explicaba con cierta tristeza.
Otro día recorrimos el parque Cabo Greco por tierra, por sendero Agoa Anargyroi.
El entorno era árido, pero rodeado del mar color azul turquesa intenso.
Saltábamos por las rocas sobre los acantilados para tener diferentes
perspectivas de los recodos marinos y las vistas. Vimos el Puente de piedra
Kamara tou Koraka, una formación natural recortada contra el mar. Antes se
permitía el acceso, pero estaba en riesgo de derrumbe y lo vallaron. Solo era
posible verlo y fotografiarlo desde el frente, con el azul mediterráneo de
fondo.
Luego llegamos a la Capilla Agia
Anargyroi, de estilo griego, con paredes de un blanco deslumbrante y cúpula
azul añil. Estaba dedicada a los santos Kosmas y Damianos, que según la leyenda
eran médicos que curaban gratis a quienes lo necesitaban. El interior era
pequeño y coqueto, con iconos ortodoxos.
Lo mejor fue bajar a la cueva bajo la
ermita. Era una cueva fantástica, abierta al mar. Nos dimos un baño glorioso.
Estábamos acalorados por la caminata por el parque, y nos refrescamos al
instante. El sol se filtraba en el agua entre las rocas, y formaba mosaicos de
luz.
Después seguimos caminando por Cabo Greco
hasta Konnos Beach, con bastantes parasoles y tumbonas. El mar tenía un
color azul turquesa y muy transparente cerca de la orilla. Tomamos limonadas en
el chiringuito y nos dimos un baño delicioso.
Otra de las mejores playas de Chipre fue la Fig Tree Bay, en el pequeño pueblo de Protaras, con una higuera que resistía desde el s. VII. Nos pareció mucho tiempo, pero allí estaba, y ofrecía una sombra magnífica. Nos instalamos con el pareo bajo la higuera, y tras el baño nos regalamos una siesta gloriosa.
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