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martes, 3 de septiembre de 2024

LAGOA DOS ARCOS, COLINAS CUROCA Y GRUTAS SASSA



La Lagoa dos Arcos era un bonito pasaje natural. La entrada tenía unas rocas horadadas y grandes palmeras con barbas. Las rocas del entorno tenían formas curiosas. Arco era en realidad un oasis en medio del Desierto del Namib, con zonas verdes. 
Al poco de caminar vimos dos grandes arcos que formaba la roca, y al fondo estaba la Laguna con flamencos, aunque se veían muy lejanos. En otras épocas la laguna estaba seca, lo estuvo varios años. 

Al atardecer llegamos a las Colinas de Curoca, habían sido esculpidas por el viento y la erosión de las lluvias.  Eran rocas rojizas de hasta 25 m de altura formando un pequeño Cañón. Un capricho de la naturaleza.
 
Raspando un poco la roca aparecía una parte brillante, que mostraba que eran rocas salinas. Paseamos entre aquellas formaciones rocosas. Un paisaje solitario y especial.


Otro día en Sumbe fuimos en candongueiro, las furgonetas locales, a ver la Gruta de Sassa. Al llegar al camino unos niños se ofrecieron a hacernos de guía, y aunque les dijimos que no hacía falta, nos acompañaron. Bajamos por el sendero durante una media hora, encontrando pequeños baobabs. 

La Gruta de Sassa tenía una gran entrada triangular. Estaba cerca del rio. El suelo era arenoso. Habíamos leído que en el interior hacía frío y llevábamos forro polar, pero no hizo falta. El interior de la cueva era de gran altura y muy ancho, abovedado como una Catedral. Encendimos las linternas del movil, pero no pudimos ver bien las paredes laterales por lo alejadas que estaban. No podían apreciarse las estalactitas y estalagmitas. 



En la cueva había una obertura que dejaba pasar la luz, mostrando la verde hojarasca del exterior. En la oquedad podían distinguirse alguna estalactita. Oímos los ruiditos de los murciélagos, que habitaban la gruta. Caminamos hasta allí y luego emprendimos el camino de ascensión.

domingo, 14 de mayo de 2023

EL GEOPARQUE YEHLIU



El Geoparque Yehliu estaba a solo 33km de Taipei, la capital de Taiwán. Fuimos en autobús al pueblo de Yehliu, junto al mar. El Puerto tenía barcos con faroles colgantes, y pasamos junto a un gran templo incrustado en la ladera rocosa. Seguimos por un camino boscoso hasta llegar al mar y a un promontorio de vegetación verde.

El Parque tenía formaciones geológicas muy peculiares, resultado de miles de años de erosión en las montañas Datun. La tierra y parte de las rocas eran de tonos ocres, un color amarillo anaranjado, con la parte superior más oscura. Algunas rocas tenían forma de champiñones gigantes, otras de panal de miel con sus celdillas, de velas encendidas y hasta una con forma de zapato de hada, según decían, que parecía una chancleta. 


La roca más emblemática era la llamada “Cabeza de la Reina”, que parecía una esfinge con su largo cuello. Estuvimos curioseando entre las formaciones rocosas junto al mar. El paisaje de los alrededores era bonito, cerca había un faro. El día estaba nublado pero se filtraban algunos rayos de sol y había una luz especial que lo teñía todo de anaranjado.



Las rocas que más nos gustaron eran las de forma de champiñón, variadas en formas y tamaños, más grandes que una persona. Otras tenían oquedades curiosas y jugamos a asomar la cabeza para hacernos fotos. Hacia la salida vimos la Roca Elefante y la Roca Leopardo.


En el suelo había fósiles en forma de erizo estrellado. Varios puentes cruzaban las paredes de los acantilados, con paredes de roca veteada y con vegetación verde alrededor. Un paisaje espectacular y especial.

 






 

jueves, 2 de junio de 2022

LAS CUEVAS MARINAS DE CABO GRECO




Desde Agya Napa fuimos en bus a Cabo Greco, el Parque Nacional costero de Chipre. Era conocido por sus cuevas marinas, con formas fascinantes que parecían esculpidas por el hombre, según leímos en la guía. También era área favorita de muchas aves marinas que revoloteaban por la zona. Las formaciones geológicas nos parecieron una auténtica maravilla creada por la erosión del mar.

Recorrimos la costa de la isla en el barco Aphrodita, en una excursión de medio día. Paramos en varias cuevas marinas preciosas. Los acantilados de piedra blanca formaban arcos naturales y oquedades curiosas. El mar tenía tonalidades verde azuladas con agua muy transparente que permitía ver el fondo. 



En un recodo estaba la Blue Lagoon, donde paró el barco para darnos un primer baño; el agua estaba fresca y deliciosa. Después paramos en el Puente de los Amantes, de roca recortada sobre el mar. La parada más curiosa fue la llamada Famagusta Ghost o Varosha, la ciudad que quedó abandonada cuando los turcos la evacuaron en 1974 tras la invasión. Los edificios permanecían vacíos desde entonces, vimos la desolación en la lejanía con prismáticos, pero no hicimos fotos. El capitán del barco lo explicaba con cierta tristeza. En el extremo más al sureste vimos el peñasco de Cabo Greco de roca dorada que daba nombre al parque.





Otro día recorrimos el parque Cabo Greco por tierra, por sendero Agoa Anargyroi. El entorno era árido, pero rodeado del mar color azul turquesa intenso. Saltábamos por las rocas sobre los acantilados para tener diferentes perspectivas de los recodos marinos y las vistas. Vimos el Puente de piedra Kamara tou Koraka, una formación natural recortada contra el mar. Antes se permitía el acceso, pero estaba en riesgo de derrumbe y lo vallaron. Solo era posible verlo y fotografiarlo desde el frente, con el azul mediterráneo de fondo.


Luego llegamos a la Capilla Agia Anargyroi, de estilo griego, con paredes de un blanco deslumbrante y cúpula azul añil. Estaba dedicada a los santos Kosmas y Damianos, que según la leyenda eran médicos que curaban gratis a quienes lo necesitaban. El interior era pequeño y coqueto, con iconos ortodoxos.



Lo mejor fue bajar a la cueva bajo la ermita. Era una cueva fantástica, abierta al mar. Nos dimos un baño glorioso. Estábamos acalorados por la caminata por el parque, y nos refrescamos al instante. El sol se filtraba en el agua entre las rocas, y formaba mosaicos de luz.

Después seguimos caminando por Cabo Greco hasta Konnos Beach, con bastantes parasoles y tumbonas. El mar tenía un color azul turquesa y muy transparente cerca de la orilla. Tomamos limonadas en el chiringuito y nos dimos un baño delicioso.


Otra de las mejores playas de Chipre fue la Fig Tree Bay, en el pequeño pueblo de Protaras, con una higuera que resistía desde el s. VII. Nos pareció mucho tiempo, pero allí estaba, y ofrecía una sombra magnífica. Nos instalamos con el pareo bajo la higuera, y tras el baño nos regalamos una siesta gloriosa.




miércoles, 11 de octubre de 2000

EL PARQUE NACIONAL TSINGY

El Parque Nacional de Tsingy de Bemaraha era el más grande de Madagascar. Había dos circuitos posibles: el Gran Tsingy de 4 horas de recorrido y el Pequeño Tsingy de 2 horas. Hicimos los dos circuitos acompañados por un guía del parque.

El coche nos dejó frente a una pared de vegetación verde y comenzamos nuestra excursión. Atravesamos una zona de bosque tropical con mucha hojarasca seca en el suelo y lianas retorcidas. Vimos bastantes animales: ardillas, salamandras grandes, pájaros y lémures.


Leímos que los tsingys eran mesetas cársticas en las que las aguas subterráneas habían socavado las tierras altas elevadas, y creado cavernas y fisuras en la piedra caliza. La peculiaridad del parque eran esas formaciones geológicas de pináculos de piedra calcárea, originados por la erosión. El bosque de pináculos de piedra tenía paredes de 30 o 40 m de altura.

Formaban un laberinto que recorrimos como hormiguitas. El guía nos colocó un arnés de escalada con mosquetones de seguridad. Había algunas pasarelas, troncos y escaleras metálicas clavadas en la roca para poder ascender. Recorrimos pasadizos estrechos, por los que pasábamos de perfil, y desfiladeros que formaban grutas. Fue divertido.



El camino no era demasiado difícil, pero exigía concentración para no herirse con los bordes de afilada piedra que nos rodeaban. De hecho, me desgarré el pantalón con una arista. Constantemente había que trepar, bajar y saltar apoyándose en las piedras y manteniendo el equilibrio en posiciones difíciles. Nosotros llevábamos botas de montaña, pero nuestro guía llevaba chancletas y se movía con la misma agilidad que si pisara arena.

El mirador principal era una pequeña pasarela de madera en las alturas, en medio de los picos de piedra. Unas vistas espectaculares. Allí nos quedamos un rato contemplando las formas de las piedras calcáreas, ente las copas de los árboles y bajo un sol de justicia. Una maravilla natural y un paisaje extraño, de cuento de hadas. Otro de los atractivos naturales de Madagascar.