Desde Port Douglas hicimos una excursión en barco para hacer buceo en la Gran Barrera de Coral, el mayor arrecife de coral del mundo, que se extendía a lo largo de 2.600 km de longitud y podía apreciarse desde el espacio. El barco tardó una hora y cuarto en llegar y a lo largo del día hicimos tres inmersiones en sitios diferentes. En el grupo algunos eligieron hacer submarinismo con bombonas y nosotros elegimos snorkel, el buceo con tubo y aletas, y vimos maravillas.
Los corales
tenían colores vivos: verde, amarillo, lila o azul eléctrico. Se distinguían
dos tipos de coral: el blando, con aspecto esponjoso y mullido, y el duro, con
aspecto de roca o arborescente. Vimos el que llamaban coral cerebro,
porque los surcos en laberinto recordaban precisamente a un cerebro. Decían que
la Gran Barrera de Coral era el ser animal vivo más grande del mundo. En
realidad, era una acumulación milenaria de muchos esqueletos de colonias de
corales.
Entre los corales
había una explosión de vida submarina: cientos de peces de todas las
formas y colores posibles. Leímos que había “400 tipos de coral, 1500 especies
de peces, 400 de medusas, peces león, 7 especies de peces payaso con sus
anémonas, meros patata de 2m de largo y más de 200 kg de peso…” Distinguimos
alguna medusa transparente y nos alejamos de ella pensando en la
venenosa yellowfish. También nos alejamos de un tiburón que nadaba por
allí.
Vimos ostras gigantescas de un metro, con la boca abierta succionando plancton. En el fondo había un árbol marino con muchas ramificaciones, y algunas estrellas de mar y peces gruesos posados como gusanos.
Fueron curiosos unos peces feos y gordotes, de labios gruesos y color azul, que llamaban baber fish. En la última inmersión que hicimos con un monitor, nos enseñó tres Barber juntos. Los peces payaso nadaban siempre en pareja y se escondían entre los largos dedos de las anémonas. No eran rojos y blanco, como habíamos visto en Filipinas, sino de color naranja con franjas blancas. Había peces azul eléctrico con la cola amarilla, negros con la cola blanca, verdes con toques de azul y rosa, rosados con manchas negras, amarillos con franjas negras, amarillos con la cola blanca, transparentes…
Muchos peces los teníamos al alcance de la mano. Alguno hasta miró insolente el objetivo de la cámara. Estábamos invadiendo y perturbando su entorno. Aunque el turismo ecológico era una forma de conservación. De hecho, el barco echó el ancla en un sitio marcado por unas boyas, en una zona más profunda para no dañar el coral, y nadamos un poco. Los monitores nos explicaron con mapas las zonas del arrecife de coral donde nos sumergimos. Y mostraron fotografías grandes de los diferentes peces y formas de vida marina. Muy interesante y didáctico.
Uno amarillo y azul se llamaba pez ángel, y el alargado era el pez trompeta. Había peces muy pequeños que nadaban en grupo, formando como una bola. Cuando notaban una amenaza porque pasábamos cerca, se dispersaban bruscamente, como si estallara la bola. Algunos peces se quedaban unos momentos inmóviles, dejándose mecer por las olas.
El inglés James
Cook fue el primero en realizar una exploración científica de la zona tras
encallar su barco el Endeavour en el arrecife, el 11 de junio de 1770, y
permanecer seis semanas en la zona mientras se reparaba. Debió alucinar con lo que
vio, como nosotros. Regresamos eufóricos a Port Douglas.
Usamos una cámara submarina desechable de Fotoprix, puro plástico. No creíamos que pudiera reflejar toda la belleza y la vida que vimos aquel día. Pero nos equivocamos, las fotos salieron muy bien, y fueron un buen recuerdo. El Parque Marino de la Gran Barrera de Coral, con su biodiversidad, eran un merecidísimo Patrimonio de la Humanidad. Fue una gran experiencia el snorkel en la Gran Barrera de Coral, una maravilla natural.