El Chaltén, en la Patagonia
Argentina, era como el salvaje oeste. Un pueblo pequeño y disperso, donde el
espacio se siente. Espacio y viento. Nos dijeron que el viento iba con el
lugar. El fuerte viento patagónico, que puede llegar a superar los 100km/hora.
A pesar de la belleza de las montañas, el pueblo tenía algo de desolación; era
un lugar que podría ser el fin del mundo. Entre las cabañas dispersas crecían flores amarillas en las praderas.
Desde el acogedor hotel se veía
el pico Fitz Roy. Su nombre en Teuelche significa “Pico de fuego” o “montaña
humeante” porque suele estar envuelto en nubes. Después lo rebautizaron con el
nombre de Fitz Roy por el capitán de la nave Beagle, que llevó la expedición de
Darwin río Santa Cruz arriba en 1834, hasta llegar a una distancia de 50km. de
la cordillera. Tenía una altura de 3405m. Desde El Chaltén hicimos varias
excursiones por los alrededores, una de ellas la del Sendero del Fitz Roy, a través de bosques, y vimos el pico desde diversos ángulos,
siempre imponente y desafiador.
El fuerte viento empujaba
constantemente masas de nubes blancas que envolvían la montaña y hacían que su imagen
cambiara a cada instante. Pero la benevolencia de los dioses eólicos permitió
que pudiéramos admirar unos minutos el Fitz Roy sin nubes, recortado contra el
cielo azul. Y después Eolo siguió rugiendo.