Muchos fueron los que
contemplaron aquellas cúpulas a lo largo de los siglos: zares, artistas,
escritores, viajeros, peregrinos…André
Gide y Josep Pla entre otros,
escribieron sus impresiones sobre Rusia, y me acompañaron en este viaje.
Es difícil de olvidar
la impresión que produce traspasar las puertas del Kremlin y contemplar por primera vez la Catedral de San Basilio. Fue construida entre 1555 y 1561 sobre una
iglesia preexistente para celebrar la toma de Kazán por Iván el Terrible. Cuenta la leyenda, leída mil veces, que el zar
ordenó cegar a los arquitectos para que no pudieran construir nada de tanta
belleza. Iván vio realizado su sueño. Otros zares continuaron la obra.
Verla era como estar inmerso
en un cuento oriental. Era un capricho artístico irrepetible. Tenía nueve
capillas principales, la más alta en el centro, con chapitel piramidal y otras
cuatro grandes capillas con torres octogonales rematadas por cuatro grandes
cúpulas de cebolla. Esas cúpulas la hacían tan especial: una de ellas
rojiblanca, otra verde y amarilla, las otras azul y blanca y verde y roja.
En el interior los
muros y techos estaban decorados con motivos florales o geométricos de gran
cromatismo, y se exhibían iconos ortodoxos. Imaginación y colorido podían
definir a la Catedral de San Basilio, además de exotismo oriental. Todo un Patrimonio de la Humanidad.
Por la noche lució la
luna llena en la Plaza Roja.
Apareció entre la iluminada Catedral de San Basilio y la muralla del Kremlin. Aquellas
coloridas cúpulas también formaban parte de mis sueños.
© Copyright 2011 Nuria Millet
Gallego