Por delante.. .Y por detrás...Encontramos estas jóvenes geishas en el barrio de Gion en Kyoto. Tal vez eran aprendizas, las llamadas maiko. Las seguí unos metros hasta preguntarles en japonés si podía hacerles alguna foto. El “onegai shimas” (por favor) de la occidental curiosa fueron las palabras mágicas. Se pararon amablemente y posaron con paciencia, creo que aprovecharon para escrutarme y saciar su curiosidad conmigo, mientras yo miraba maravillada por el objetivo.
Su maquillaje blanco impoluto destacaba sus rostros perfectos, sus
pómulos y labios carnosos. Eran
preciosas, con una belleza de otro tiempo. Llevaban moños con el pelo
empolvado, adornado con flores y colgantes. Los kimonos tenían un cinturón ancho abultado en la espalda, que
llamaban obi, y calzaban sandalias de madera con calcetines blancos. El
maquillaje formaba un dibujo en la nuca, mostrando el
verdadero color de la piel. Era uno de los múltiples detalles de su cuidado
atuendo.
Por la noche volvimos a
verlas. Estaban en un restaurante acompañando a sus clientes trajeados. La
escena podía verse perfectamente porque era un segundo piso, la habitación
estaba iluminada y los paneles de madera descorridos. Primero los vimos cenando
sentados. Luego una geisha tocó el shamishen, una especie de laúd
tradicional del s.XVI. Otra geisha bailó con un abanico, con movimientos
lentos. De su figura destacaba el gran moño negro, y el kimono de anchas
mangas.
Había leído que cada
vez era menos frecuente ver geishas, que era un oficio en extinción; apenas quedaban unas cien en la ciudad de
Kyoto, y unas mil quinientas en todo Japón. La crisis económica del país en los
años 90, los altos precios de los kimonos (que pueden llegar a costar hasta
10.000 euros) y los cambios en la sociedad japonesa eran las principales
causas. Las jóvenes dan la espalda al oficio de geishas y prefieren otras
opciones de la vida moderna. Pero las sonrientes y misteriosas geishas que
encontré no pensaban así.
© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego