miércoles, 14 de noviembre de 2007

TREKKING POR EL GLACIAR

 

El segundo día en el Perito Moreno decidimos hacer un trekking por el glaciar. Después de desembarcar caminamos por un bosque de lengas, altos árboles junto al Lago Argentino, y llegó el plato fuerte del día. Los guías nos pusieron los crampones en las botas, nos aconsejaron caminar con los pies separados y nos enseñaron trucos para las subidas y bajadas. Éramos un grupo pequeño de quince personas con dos guías. 



Tras las instrucciones empezamos el trekking por el Perito Moreno. Trepamos por las crestas de nieve, caminando entre dunas blancas, agujas y lagunas de un azul translúcido. Saltamos grietas profundas de un azul añil. Bebimos agua del glaciar. Los guías llevaban piolets e iban construyendo escalones en el hielo y facilitando el camino.


A veces daba la sensación de estar sumidos en un mar de crestas blancas. Subíamos, bajábamos y nos metíamos por estrechos desfiladeros de altas paredes. El hielo a veces se veía translúcido y otras con el azul intenso casi añil que tanto nos atraía. Disfrutamos un montón de la caminata.





Hacia el final del trayecto vimos sobre la nieve una caja blanca con la cruz roja, un botiquín colocado en un sitio estratégico. No fue necesario usarlo, nadie se cayó ni resbaló. Y para acabar tuvimos una sorpresa: el bar del Perito Moreno. Entre la nieve había un par de mesas y unas cajas de madera. Sacaron vasos, whisky y picaron hielo con el piolet. Así fue como acabamos el trekking por el Perito Moreno, tomando un whisky con hielo que nos calentó el cuerpo y alfajores de chocolate. Después de ver y navegar la cara norte y la cara sur del glaciar, la caminata fue el colofón de la visita. Una maravilla de la naturaleza.




martes, 13 de noviembre de 2007

EL PERITO MORENO



Desde El Calafate fuimos a ver el Glaciar Perito Moreno, en la Patagonia argentina.  Formaba parte del Parque Nacional de los Glaciares. Por el camino vimos montañas con las cumbres nevadas y el Lago Argentino de aguas color azul lechoso, un color especial por los sedimentos. El glaciar tenía 5km de frente y 30km de extensión. Las paredes de 60m de altura equivalían a 20 pisos. Cogimos un barco grande que se aproximó a la impresionante pared de hielo. Algunas zonas tenían color azulado, con distintos tonos, según el espesor del hielo y la entrada y refracción de la luz. 



Navegamos por la cara norte del glaciar, con paredes de 50 a 60m de altura. De vez en cuando se desprendía un fragmento de la enorme masa y producía un ruido impresionante. Los témpanos flotantes se desplazaban como barcos fantasmas. El paseo en barco por el frontal del glaciar duró una hora. Después lo vimos desde las pasarelas de madera colocadas a distintos niveles ante el glaciar. Íbamos correteando de un sitio a otro para tener un ángulo diferente de la mole de hielo. Alrededor florecían unas flores rojas llamadas “notro”, fuertes para aquel clima. Era impresionante escuchar el desprendimiento de los icebergs en el silencio del entorno.





Se distinguían las oquedades y grietas del glaciar, coloreadas en tono azul intenso. En la parte superior el hielo formaba un mar de agujas picudas que se empujaban unas a otra. El glaciar avanzaba lenta e imperceptiblemente, una masa imparable, una fuerza de la naturaleza.


Al día siguiente navegamos por la cara sur del Perito Moreno e hicimos un trekking por el glaciar. El día estaba menos soleado y encontramos que el hielo tenía un color azul más intenso. Un cóndor con sus grandes alas nos sobrevoló. El barco por la cara sur navegaba más cerca de la pared. Las grietas se veían azuladas entre el blanco dominante. Se apreciaba como el hielo chocaba contra la tierra rocosa de la Península de Magallanes. Contemplamos de nuevo como el hielo se desgajaba en varias zonas y caía al lago produciendo un ruido intenso, como un cañonazo


Leímos que se consideraba un glaciar estable, en equilibrio, porque su comportamiento no se modificaba desde 1917, desde entonces ni avanzaba ni retrocedía. Pero nos dijeron que el centro del glaciar avanzaba dos metros cada año, y se iba desgajando en la parte delantera. Los pedazos de hielo que caían se iban flotando por el canal de los témpanos del Lago Argentino. Un paisaje impactante y de gran belleza.



sábado, 10 de noviembre de 2007

EL BESO DEL LOBO MARINO



Desde Punta Norte y Punta Delgada en Península Valdés contemplamos las colonias de los inmensos elefantes marinos. Dormitaban a la orilla del mar, esparcidos en la franja de arena dorada, y realmente impresionaba su tamaño. Los elefantes marinos machos medían casi 7 metros y pueden llegar a pesar 3.500kg. de peso, las hembras son menores, no superan los 3 metros y los 900 kg. Deben su nombre al hocico alargado, en forma de pequeña trompa,




Vimos una familia de elefantes marinos tumbada: el macho envolvía con una aleta el abdomen de la hembra, como abrazándola, y el pequeño se movía y hacía ruidos tratando de llamar la atención de sus padres. Sólo conseguía que la madre abriera su boca mostrando su lengua rosada y emitiera algún sonido que parecía reclamar que la dejara dormir.
El padre tenía la piel rubia dorada, la madre era blanca y la cría era negro oscuro. Una familia multirracial. Estuvimos un buen rato observándolos, y escuchando los sonidos que emitían.



Mucho más al sur, En Ushuaia hicimos una travesía por el Canal de Beagle y vimos el Faro del fin del mundo, en un peñasco rocoso. Aunque nos dijeron que había otro faro más alejado de la costa. Fuimos a la llamada Isla de los Lobos, un peñasco rocoso sobre el que se agrupaban decenas de cormoranes y lobos marinos juntos. Los lobos marinos machos alcanzan una longitud de 2,6 metros y un peso máximo de 300 kilos, el doble que las hembras. Estaban muy activos, jugando o peleándose entre ellos, disputándose el territorio. Se levantaban sobre sus aletas, y los machos se empujaban entre sí gruñendo. Entonces fue cuando vimos a dos de ellos besándose, tal vez una pareja, o una madre y su cría, ajenos a las luchas de sus compañeros.

Contemplar a los animales en su entorno natural, aunque sea de forma respetuosa, no evita que seamos unos intrusos. Pero ser testigos de esa escena fue uno de esos muchos momentos bellos de los viajes.



miércoles, 7 de noviembre de 2007

LA BALLENA PATAGONA Y LOS DELFINES



¿Habeís escuchado el movimiento de una gran ballena en el mar? Es impresionante, algo imposible de olvidar. Desde la costa argentina, en Puerto Pirámides, avistamos la primera ballena austral. Era una hembra con su ballenato. Estaba a tres o cuatro metros de la embarcación, muy cerca del casco. Paramos los motores y nos quedamos en un silencio absoluto. La ballena se ondulaba en el agua con movimientos suaves, resoplaba por la nariz y emitía sonidos.

De repente sacó su aleta de forma totalmente vertical, extendida como las alas de una mariposa negra, y la mantuvo así unos segundos. Lo hizo varias veces, como exhibiéndose.



Medía unos diecisiete metros, la hembra suele ser mayor que el macho, y copula con tres machos. Vimos perfectamente el lomo negro de la ballena con las callosidades, producidas por los picotazos de las gaviotas, y en las que vivían microorganismos. Esas callosidades son únicas, una especie de  huellas dactilares características que permiten identificar a cada ballena. No tienen dientes; tienen unas barbas en la mandíbula, que filtran la comida.

El ballenato permanecía cerca de la madre, leímos que tomaba de 50 a 100 litros de leche al día. La ballena no tiene pezón, sino un músculo que la cría empuja para que salga la leche, que toma directamente del agua. El 5% del tiempo del día se dedica a la lactancia, el resto se emplea en paseos y juegos.
Mientras las veíamos moverse en el agua, pensé que esas úlceras del lomo de las ballenas producidas por los picotazos de las gaviotas, eran las cicatrices de la vida. Como despedida, frente a la montaña de piedra arenisca que da nombre a Puerto Pirámides, otra ballena mostró su aleta negra. Como un ballet sincronizado en un escenario único, la Península Valdés.
Otro día embarcamos en Puerto Rawson, cerca de Puerto Madryn, para ver las toninas, una especie de delfines de color blanco y negro. Medían 1,5m de longitud y leímos que solían jugar y saltar alrededor de las embarcaciones. Era cierto. En seguida encontramos una pareja que pasaba de un lado a otro de la barca. Luego se nos acercó un grupo de seis toninas. El color blanco de sus lomos destacaba en el agua verdosa. Nadaban muy rápido y de vez en cuando arqueaban los lomos fuera del agua. Resultaba difícil hacerles fotos con lo que se movían, pero lo conseguimos y disfrutamos viendo los delfines juguetones en su hábitat natural.





domingo, 4 de noviembre de 2007

PINGÜINOS DE PATAGONIA



El pingüino me miraba fijamente y emitió un ruido parecido a un rebuzno. Era un día soleado y frío de noviembre y allí estábamos el pingüino y yo mirándonos mutuamente con interés, en una playa del otro lado del Atlántico. Después él decidió ignorarme, una sabia decisión dado que mi comportamiento era más estático y aburrido, y se dedicó a incubar sus huevos.

Estábamos en la Reserva Natural de Punta Tombo, a unos 100km. de Trelew, en la Patagonia Argentina. Leímos que era la mayor área de anidamiento de pingüinos de la América Sur Continental. Tenía una colonia de más de medio millón de pingüinos de Magallanes. Cada hembra ponía dos huevos en un nido en la arena, entre ramas, y necesitaban cuarenta días de incubación. A veces se levantaban, recolocaban los huevos cuidadosamente con ayuda de las patas y volvían a cubrirlos con su orondo cuerpo. El pingüino de Magallanes mide unos cuarenta y cinco centímetros y pesa entre 4 y 5kg. 



Tenían la barriga blanca, y unas rayas negras verticales diferentes en cada uno, que resultaban muy elegantes. Unos agitaban las aletas laterales, abriéndolas, y otros se limpiaban con el pico el plumaje, arqueando el cuello. Todos mudaban el plumaje una vez al año.

La puesta de huevos era a principios de octubre, y decían que en diciembre cuando nacían las crías, el griterío que producían pidiendo comida era tremendo. Los pingüinos eran muy tranquilos y pacíficos, no se asustaban de la proximidad de los humanos, y cruzaban con pasos torpes ante nosotros. Algunos procedentes del mar, parecían desorientados. Decían que cada año volvían al mismo nido que ocupaban el año anterior.



Mientras los veía pensé en que lo que había leído sobre que los pingüinos son los únicos animales monógamos, tienen una sola pareja toda su vida. Todo lo contrario que las promiscuas ballenas patagonas, cuyas hembras copulaban con tres machos. La naturaleza nunca deja de sorprenderme.


© Copyright 2015 Nuria Millet Gallego