Aquella mañana de
domingo en la plaza Dorrego de Buenos Aires los puestos de antigüedades habían
desplazado a la artesanía hippie por un día. Había todo tipo de antigüedades:
joyas, teléfonos de baquelita y madera, discos de vinilo, cámaras de fotos de
fuelles, monedas y billetes, soldaditos de plomo, coches de juguete, cuberterías
y vajillas antiguas, afiches publicitarios, cajas metálicas, botellas de
medicamentos, gramolas y vitrolas, objetos pamperos como boleadoras o sogas
trenzadas…y sifones.
Los sifones eran lo que
más abundaba, los había de todos los colores: verdes, azules, naranjas, rojos,
amarillos. La parte superior era metálica, y el vidrio era grueso y pesado.
Vimos un puesto que se llamaba “El Sifonazo” y nos hizo gracia. Muchos servían
para ambientar las viejas tabernas, pulperías y cafés argentinos. Acabamos
comprando un sifón que pesaba unos dos kilos y hoy decora mi cocina. La
verdadera Feria de San Telmo estaba ubicada en un recinto cerrado desde 1987,
un batiburrillo interesante y atractivo. Otro lugar para recordar, tal vez
tomando el aperitivo. ¿A qué apetece un vermut con sifón?
© Copyright 2015 Nuria Millet
Gallego
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