El trayecto a El
Nido fue accidentado. Nos costó mucho llegar con el jeepney
por las pistas llenas de socavones, y con varias etapas, desde Puerto
Princesa a Sabang, parando en Salvación, Roxas y Tatay.. El vehículo se ladeaba y quedó encallado dos veces en los grandes baches y desniveles; bajamos todos
los pasajeros y parecía imposible sacarlo de allí. Pero desenrollaron un cable
de acero que tenía en la parte delantera, con un gancho lo fijaron a un árbol,
y con la ayuda de un motor el cable se enrolló y tiró del vehículo.
La Bahía de El
Nido era preciosa, rodeada de montañas, con un gran palmeral y al frente la
silueta de otras montañas en las islas. Nos alojamos en un bungalow de madera con
porche, frente al mar. Lo primero que hicimos fue darnos un merecido baño en el
mar. El pequeño pueblo tenía unos 5000 habitantes. Sólo tenía un par de calles
paralelas, sin asfaltar, con la tierra apisonada. Las casas construidas sobre
pilotes tenían jardines con plantas y flores. Algunas estaban bajo la pared del
acantilado, a los pies de la montaña rocosa.
Vimos la escuela, el edificio de la policía, un campo de futbol. La gente se mecía tumbados en las hamacas, o se asomaban desde la ventana de los palafitos a contemplar los paseantes. En muchos jardines o en la calle quemaban pequeños montones de broza y desechos, que ahumaban el pueblo. Los cerditos, gallinas y bueyes deambulaban entre las casas y la palmeras.
Fuimos paseando
hasta la playa de Coron Bay, a unos 2km de El Nido. En la arena había
muchas piedras blancas y cauris, las conchas que también se ven en África y que
se usaban como moneda de cambio en el pasado. Las lapas vivas eran de color
mortecino, mimetizándose con la roca a la que se adherían, pero muertas
embellecían, tomando un color nacarado con cenefas oscuras. Estuvimos
totalmente solos, paseando y bañándonos en las aguas tranquilas y cristalinas.
Pasaron algunas barcas con sus maderos laterales que les daban aspecto de insectos
marinos.
Cenamos pescado a la parrilla, tortilla con gambas y patatas al curry, y de postre banana pancake. Luego contemplamos las estrellas desde el porche del bungalow, oyendo el sonido de las olas.
Pasamos tres días
en El Nido y pudimos hacer buceo en varios lugares: Coron Bay y las playas de
Lupus-Lupus y Seven Comandos; el archipiélago Bacuit
La siguiente etapa fue Port Burton, un pueblecito más pequeño que El Nido, con unos 4000 habitantes. Tenía otra bahía preciosa con palmeras. Había dos iglesias, la católica y la adventista, un cuartelillo, una cancha de baloncesto y una escuela.
Contratamos un
barquero llamado Dani para ir a hacer snorkel a las islas Capsalay, Paradise,
Exótica, Ipadawan, e Inala-Deland. En Paradise Island comimos. Dani asó
el pescado en la playa. Se subió a una palmera trepando ágilmente, y cogió unos
cocos que abrió con un machete, para que bebiéramos el agua. Luego extendió
unas grandes hojas de palmera en la arena y nos sentamos a comer en ellas. Comimos
el pescado a la brasa, arroz con salsa de soja y bananas. Riquísimo.
En Port Burton pasamos dos días más. Disfrutamos las cenas con pescado a la parrilla, tortilla con gambas y patatas al curry, y de postre banana pancake. Luego contemplamos las estrellas desde el porche del bungalow, oyendo el sonido de las olas. Palawan, la isla llamada “la última frontera” era una maravilla natural.