Madrugamos para
ver la ceremonia del Tak Bat. Nos levantamos a las cinco y media, todavía de
noche. El Tak Bat era la ceremonia de peregrinación de los monjes para pedir
limosna y demostrar sus votos de pobreza y humildad, haciendo méritos para
la vida espiritual budista.
A un lado de la
calle habían colocado esteras y banquitos para los donantes, donde nos sentamos
a esperar. Otros vecinos estaban sentados en sillas. Al poco apareció una hilera de monjes. Iban descalzos, vestidos
con su túnica azafrán mostrando el hombro derecho, y llevando un cuenco para
recoger las ofrendas. El cuenco era grande, recubierto de tela y lo portaban
con una cinta en bandolera.
La ofrenda era un puñado de arroz hervido, cogido con las manos, y algunos plátanos. La señora de nuestro hotel nos dio un cestito de mimbre con arroz y una bolsa de plátano seco para que realizáramos nuestra pequeña y modesta ofrenda.
Tras recorrer la
ciudad los monjes regresaban a sus templos, y seguían su rutina habitual. En la
zona que estábamos había bastantes laosianos, ancianos y jóvenes, sentados en
sus banquitos, haciendo la ofrenda. Aunque la ceremonia se ha transformado en
un imán para el turismo, mantiene su sentido para los laosianos, y según la
zona en la que se presencie puede haber pocos turistas. Nosotros tuvimos suerte
y fue una buena experiencia contemplar y participar de esa escena ancestral.