El Valle de Fergana estaba flanqueado por las montañas Tian Shan al norte y la cordillera de Pamir al sur. Era un gran oasis con buen clima y cultivos de frutas
y algodón, que introdujeron los soviéticos. Fue el centro de numerosas
revueltas contra el zar y luego contra los bolcheviques, y en la década de los
noventa nació el extremismo islámico. En 2005 hubo un atentado en el mercado de
Andijon, pero decían que el turismo era seguro manteniendo un perfil bajo.
Desde la capital Tashkent fuimos en taxi
colectivo, unas seis horas de trayecto con paradas para recorrer 270km.. En el
Valle había tres grandes poblaciones: Fergana,
que le daba nombre, Andijon y Margilon. Al entrar en Fergana pasamos
un largo tramo de casas bajas con una hilera de verdes parras enlazadas a ambos
lados de la carretera. Luego la ciudad de Fergana no nos gustó como tal: era
una ciudad moderna rusa, con edificios nuevos, comercios en los bajos y grandes
avenidas, más apto para coches que para peatones.
Por la mañana fuimos al
mercado de Margilon, a veinte
minutos en taxi. Como era domingo el Bazar
Kumtepa estaba muy animado. Las mujeres llevaban sus largos vestidos
tradicionales estampados y coloridos pañuelos en la cabeza. Algunos de los
hombres tenían barbas blancas y casquetes en la cabeza al estilo musulmán. Muchos
tenían dientes de oro, tanto hombres como mujeres.
Pasamos por la zona de
alfombras, pañuelos de seda, telas, vestidos, tocados de novia, todo de gran colorido.
En la zona de comidas los panes redondos estaban adornados con dibujos de
orificios. Había gran variedad de productos: montones de melones y sandías en
el suelo, pilas de pimientos rojos, tomates, cebollas, sacos de variedades de
arroz, coloridas especias, jabones, uvas, manzanas, carnes, pasta, aceite,
berenjenas, paneles de miel…
Un hombre nos invitó a
tomar cucuruchos de helado y no quiso aceptar el dinero. Otra mujer nos invitó
a comer pepinillos en vinagre y muchos nos ofrecían probar pan y sus productos
al pasar. Éramos los únicos turistas y fuimos la atracción del bazar, todos
querían posar para nosotros, se mostraban tímidos y curiosos, y nos sonreían. Fue
el mejor bazar que vimos en Uzbekistán.
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Nuria Millet Gallego