En el interior del lago
Nicaragua está el archipiélago Solentiname. Una de sus islas es Mancarrón y
allí está la pequeña y modesta iglesia en la que predicó Ernesto Cardenal.
¿Quién es Ernesto Cardenal? No pretendo hacer un retrato de él aquí. Ya está
escrito que fue uno de los ideólogos de la Teología de la Liberación, poeta,
sacerdote, idealista, visionario, traductor, escultor, revolucionario, guerrillero
sandinista y ministro de Cultura en el gobierno de Ortega. Un personaje controvertido,
polémico, con partidarios y detractores. Una vida poliédrica.
Mancarrón fue el lugar
donde Ernesto Cardenal se estableció y fundó su comunidad. Ayudó a la
reconstrucción de la Iglesia de Nuestra Señora de Solentiname, y allí celebraba
sus misas y reuniones con la comunidad. La Iglesia era blanca con tejadillo
rojo y la parte frontal tenía mosquiteras de colores. Estaba cerrada, tuvimos
que buscar a la señora Esperanza, la cuidadora, para que cogiera las llaves y
la abriera. El interior de la iglesia era naïf total, diferente a cualquier
iglesia que hubiéramos visto nunca. El altar estaba adornado con cenefas
geométricas, y en las paredes había dibujos multicolores representando la vida
en la isla: gallos, casas, peces, barcos, árboles…Sobre la cruz central un gran
pavo real con las plumas extendidas.
La señora Esperanza nos
explicó que cuando llegó Ernesto en 1966 les daba a los niños papel en blanco
para que dibujaran, y cuando se reconstruyó
la iglesia años después el arquitecto preservó esos dibujos. Sentados en
aquellos bancos tuvimos una larga charla con Esperanza en la que nos dijo que
Ernesto empezó a predicarles sobre la injusticia de su pobreza, sobre sus
carencias en educación y sanidad, sobre sus duras condiciones de vida. Les
planteaba temas como que no tenían que aceptar que la muerte de un hijo era
voluntad divina. Eso era lo que predicaba la religión establecida: resignación
y conformismo. Él lo cuestionó.
De todos modos,
Esperanza creía que no todo el mundo lo entendió, que él caminaba por delante.
Ella se unió a la guerrilla sandinista a los veintidós años, y Cardenal también
apoyó el Frente Sandinista, lo que le valió muchas críticas y su salida de la
Iglesia Católica tradicional. El testimonio de Esperanza me emocionó. Cardenal
todavía vive, tiene ochenta y nueve años. Desde aquí le rindo mi pequeño
homenaje. Y es indudable que es un personaje que forma parte de la historia y
que ha dejado huella. Me pregunto qué pensará el actual Papa Francisco sobre él. Buscó la justicia social, un mundo mejor. Un soñador. ¿Un
soñador?
© Copyright 2014 Nuria Millet
Gallego