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lunes, 23 de septiembre de 2013

TBLISI

 



Tblisi (o Tiflis) era la capital de Georgia, a orillas del río Kura. Las casas sobre la pared vertical del acantilado, asomando al río eran impresionantes. Seguimos el curso del río admirando las casas colgantes en la escarpada ladera.

Subimos en teleférico hasta la colina donde estaba la Fortaleza Nariqah del s.XVIII. La ascensión fue muy rápida. La murallas de la fortaleza se erguían sobre la cresta de la montaña, dominando la ciudad. Apenas se conservaban dos torreones. Al lado había una gran estatua de una mujer armada con una espada, como protegiendo la ciudad. Después de disfrutar de las vistas de la Catedral, de las numerosas iglesias y los tejadillos rojos con el río al fondo, bajamos por las escaleras hacia el centro.


Recorrimos la calle Rustaveli, admirando los edificios regios. Había comercios de lujo, cafés y restaurantes. Al principio estaba la Academia de las Ciencias con un mercadillo de puestos callejero con gorras, joyas, imanes, iconos y objetos religiosos. Otros de los edificios imponentes era la Ópera House, el Teatro Rustaveli y el Parlamento, con altas columnas. Llegamos a la Plaza Liberty, con una columna central con una estatua de San Jorge matando al dragón.






Callejeamos por el distrito medieval. Nos gustaron los balcones de madera labrada con filigranas, eran encajes de carpintería. Todos diferentes, pintados de colores crema, verde, azul, blanco. Otros eran de forja de hierro. Muchos edificios necesitaban una buena restauración, había paredes abombadas, escaleras torcidas y balcones ladeados, pero seguían siendo bellos. Encontramos una casa de madera verde con porches y vidrieras de colores que le daban una atmósfera especial.




La Torre del Reloj era una muestra de la arquitectura medieval. Estaba inclinada y apuntalada por una viga metálica. Tenía mosaicos de colores incrustados en su piedra. Al tocar la hora se abrían las compuertas del reloj y salía un angelote. Parecía de cuento.

Al pie de la Torre había un Teatro de Marionetas, un espectáculo con tradición en la ciudad. Vimos las cúpulas de los Baños Reales, reconstruidos con ladrillo rojo. Nos fijamos en los detalles de las fachadas antiguas como pomos, gárgolas, escaleras, y otros detalles ornamentales de la forja de hierro.








La ciudad también tenía una parte nueva como el puente ondulado que encontramos en un parque, todo un contraste, tradición y modernidad. Tblisi nos enamoró, una capital del Cáucaso muy interesante y especial.




jueves, 28 de mayo de 2009

EL MONTE SINAÍ Y EL MONASTERIO DE SANTA CATALINA

 

En la Península del Sinaí fuimos a visitar el Monasterio de Santa Catalina. El paisaje era montañoso y muy árido, en algunos momentos parecía lunar. El Monasterio de Santa Catalina era una fortaleza amurallada, construida alrededor de la capilla original y tenía una basílica, además del monasterio. Las murallas eran altas, impresionantes. Había sido declarado Patrimonio de la Humanidad. 

El monasterio era un lugar sagrado y de peregrinación. Tenía una hospedería y estaba considerado una de las comunidades monásticas de actividad ininterrumpida más antiguas del mundo. Gran parte del recinto estaba cerrado al público. 


Entramos a través de una puerta no muy grande y visitamos la Iglesia de la Transfiguración del s. VI. Allí estaban enterrados los restos de Santa Catalina. Era una iglesia ortodoxa llena de iconos, había una exposición de ellos en el recinto, y lámparas colgantes. Vimos a algún monje ortodoxo, de largas barbas y túnica negra. Hablé con uno de ellos y me dijo que la comunidad la formaban 30 monjes y que él vivía allí hacía más de quince años. Tenía ganas de conversar y nos preguntó sobre nuestras vidas. 

Junto a la Iglesia estaba la zarza ardiente de Moisés, que crecía verde sobre un muro. Todos los peregrinos se hacían una foto tocando las ramas bajas de la zarza, que estaban más secas a fuerza de tocarlas.

El camino era de tierra y gravilla, ascendente y con escalones en el tramo final. Fuimos viendo el monasterio desde diferentes ángulos. Habíamos leído que el monte era muy ventoso, pero aquel día soplaba en rachas y se agradecía con el calor. Llegamos al lugar donde el profeta Elías oyó la voz de Dios, donde crecía un ciprés de más de 500 años de antigüedad, la única nota verde en aquel entorno árido. 

Poco antes de la cima paramos en un cobertizo con jarapas que vendía bebidas y snacks. Descansamos un rato, refrescó y hasta dormimos una breve siesta tapados con unas mantas que olían a camello.



A la una emprendimos el ascenso del Monte Sinaí. Había dos vías de ascensión: la Ruta de los Camellos y la Ruta del Arrepentimiento. La Ruta del Arrepentimiento tenía 3750 escalones, la abrió un monje como forma de penitencia. Como no teníamos interés en ser penitentes, escogimos caminar por la Ruta de los Camellos. También había la posibilidad de subir en camellos, que vimos por allí, con sus coloridas sillas.


En la cima había una iglesia cerrada y muy poca gente, apenas diez personas. Los que accedían de noche para ver la salida del sol dormían allí, muertos de frío sobre las rocas. Leímos que se agrupaban cientos de personas. El paisaje era de montañas rocosas. Nosotros contemplamos la puesta de sol en el Monte Sinaí, tranquilamente, envueltos en silencio. El disco solar se ocultó tras las áridas y bíblicas montañas, y estas perdieron su tonalidad dorada y se oscurecieron. 

La bajada en teoría era más fácil, pero se hizo eterna porque oscureció pronto. Llevábamos linterna, pero el terreno era irregular con muchas piedras, bajábamos deprisa y teníamos que fijarnos donde poníamos los pies. Era fácil derrapar con la gravilla. Tardamos una hora y media en bajar. Y llegamos al hotel con ganas de una ducha que nos quitara el polvo bíblico.








jueves, 31 de mayo de 2007

VELIKO TARNOVO, LA CIUDAD MEDIEVAL

 



Veliko Tarnovo era la ciudad medieval búlgara, la describían como la ciudad de los zares. Tenía un asentamiento espectacular sobre tres escarpadas gargantas en el río Yantra. Fue la capital del estado búlgaro hasta 1393, cuando los turcos la invadieron. En la Edad Media la llamaban la tercera Roma y la segunda Constantinopla. 

Desde la ventana de la habitación veíamos las casas apiñadas, construidas sobre la negra roca que caía verticalmente hasta el río. Casas blancas de madera oscura vieja y tejas rojas. Y todo rodeado por verde arboleda.



Desayunamos en una terraza frente a la que llamaban la Casa del Mono, porque tenía un pequeño mono tallado en la fachada.Paseamos por estrechas y laberínticas calles empedradas. Algunas tenían comercios de artesanía búlgara, textiles y antigüedades. Vimos un hombre trabajando el cobre, una chica tejiendo con un telar y una mujer pintado la cerámica a mano y utilizando un compás para hacer los dibujos.





Luego fuimos a la Fortaleza Tsaravets. Nos impresionaron sus dimensiones. Fue construida por bizantinos y eslavos, y fue asentamiento sucesivo de tracios y romanos, hasta su destrucción por los turcos en 1393. Había tenido 400 casas, un palacio,18 iglesias y dos monasterios. De todo ello quedaban ruinas. La muralla estaba restaurada, tenía una longitud de 1100m con muros de 10m de altura y un grosor de 3,4m. 

En la cima de la colina amurallada estaba la Iglesia del Patriarcado La Ascensión de Dios, edificada sobre los fundamentos de una iglesia bizantina del s. V-VI. Leímos que el que la iglesia estuviera construida más alta que el palacio simbolizaba la superioridad del poder religioso sobre el poder laico. El interior tenía bonitas pinturas murales con pigmentos rojizos.


Foto cortesía de Google