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sábado, 2 de noviembre de 2024

CASTILLOS OMEYAS DE JORDANIA


Desde Amán hicimos la ruta circular de los Castillos Omeyas. Visitamos tres castillos históricos: Al Haŕrana, Amra y Azqar. Solo había transporte público hasta Azqar, pero como era viernes festivo para los musulmanes, no había bus. Así que pactamos precio con un taxista.

El Qsar Al Harrana (o Kharana) era una imponente estructura de piedra dorada y muros gruesos en medio del desierto. Tenía apariencia de posada para viajeros, los llamados khan en la época. Leímos que pudo ser lugar de reunión para la élite de Damasco y los beduinos de la zona.

Tenía dos plantas que recorrimos, con patio, 60 estancias alrededor y dos torres circulares defensivas. Había salas con apariencia de Capilla y rosetones de piedra con la flor de lys labrada.



El Qusayr Amra era Patrimonio de la Humanidad. Su estructura era peculiar, con bóvedas de piedra dorada. Fue parte de un complejo que englobaba un caravasar, unos baños y un pabellón de caza, según leímos.



El tesoro del Castillo de Amra estaba en el interior: unos frescos del s. VIII que nos sorprendieron. Uno de ellos representaba oficios: carpintero, camellero, herrero, picapedrero...Había escenas de vino, mujeres y fiesta. En la Sala de Audiencias había frescos con mujeres pintadas en los arcos con los senos desnudos y ropajes, sosteniendo cuencos de comida o dinero. Un hombre tocaba un instrumento, tipo laúd y otra mujer bailaba. 

También había una escena del sacrificio, luchadores, querubines, bailarines desnudos, una mujer bañándose como una ninfa. Curiosos para un país islámico que prohibía la representación de figuras humanas.

 



El Qsar Al Azraq fue la base de T.E. Lawrence y Sharif Hussein bin Alí durante la Revuelta Árabe contra los otomanos. Se accedía por un torreón con portones de piedra que pesaban una tonelada.

Al entrar encontrabas un patio con una mezquita central, sin cúpula ni minarete. Tuvo tres pisos y vistas al oasis de Azraq. La habitación de Lawrence estaba sobre la entrada, espaciosa y con saeteras defensivas. El resto eran ruinas de cocina, comedor, almacenes y establos. Subimos y bajamos escaleras y curioseamos por todo el recinto histórico.




domingo, 3 de septiembre de 2023

LA BELLEZA DE MOSTAR

De Sarajevo a Mostar había solo 12km. El trayecto fue un paisaje muy verde y montañoso. En el tramo final fuimos paralelos al río Neretva, de aguas muy verdes que reflejaban las montañas. La belleza de Mostar nos impresionó. Era la capital de Herzegovina, una región histórica que durante el s. XIII fue anexionada al Reino de Bosnia. Aunque en la práctica mantuvo un elevado grado de independencia hasta la conquista de la zona por parte del Imperio Otomano en 1482. Con los turcos Mostar prosperó y se llenó de edificios otomanos. Siguió la ocupación del imperio Austro-Húngaro. Todos dejaron su influencia, pero Mostar tenía personalidad propia.


El símbolo de la ciudad era el Stari Most (Puente Viejo), el puente otomano de un solo arco que se elevaba más de 20m de altura sobe el río Neretva. Era una auténtica maravilla arquitectónica, con una torre defensiva en cada extremo. El original fue construido en 1567 por orden de Suleimán el Magnífico. Durante más de 400 años el puente sobrevivió a todo tipo de conflictos, incluida la II Guerra Mundial. Pero en 1993 el ejército croata lo destruyó durante su enfrentamiento armado con los bosnios musulmanes. Lo que veíamos era una réplica.

La Mezquita Koski Mehmed Pasha. El interior era bonito con el mirhab adornado con celdillas, vidrieras de colores, alfombras, atriles y un púlpitos con escaleras rematado por un capitel triangular. Subimos los 86 peldaños de piedra de una escalera caracol para llegar a la parte alta del minarete. Las vistas de Mostar, los tejados rojos sobre el verdor, el rio de aguas esmeralda y el Puente eran magníficas. Desde el jardín de la Mezquita también había buenos ángulos para fotografiar la ciudad.


Cruzamos el puente y bajamos a la plataforma de madera para verlo mejor. El paisaje de la ribera del río Neretva estaba salpicado de casas asomadas al curso de aguas verdes. Dimos un paseo en una barca zodiac recorriendo ambos lados del puente y viendo sus diferentes perspectivas. 

Vimos como se lanzaban en picado varios chicos bronceados. Primero despertaban la expectativa paseando por el borde exterior de la barandilla del puente, indiferentes a la altura y provocando exclamaciones de los espectadores. Luego pasaban la gorrita y cuando consideraban que era suficiente, se lanzaban en picado al vacío, una caída vertical impresionante hasta que se sumergían en las aguas verdes. Un espectáculo en un escenario histórico y precioso.



Visitamos la Casa Museo Katjaz, de estilo otomano, la mejor conservada de Herzegovina y declarada Patrimonio de la Humanidad. Tenía varias habitaciones decoradas con coloridos kilims, divanes, cojines, teteras, utensilios de cocina, trajes de época, paños de mesa bordados y todo tipo de detalles. Había hornacinas en la pared con objetos como una plancha de hierro. Nos gustó el mobiliario de madera: armarios, grandes baúles, mesas bajas redondas y hasta una cuna. 



La planta superior presentaba la típica distribución turca con dormitorios separados para las mujeres, que tenían una gran sala de estar con ventanales y divanes, donde recibían a los invitados y se entretenían. Los hombres se alojaban en el lado sur de la casa, pero el cabeza de familia podía visitar cuando quisiera a sus numerosas esposas. La preferida tenía una habitación más grande y decorada con más lujo. Un ambiente muy oriental y una visita muy interesante.


Al pasar de la orilla oeste a la orilla este se atravesaba simbólicamente el antiguo cruce entre Oriente y Occidente. Allí estaba el Old Crooked Bridge, otro puente antiguo de piedra arqueado más pequeño. Muy coqueto y rodeado de vegetación verde.



La otra Casa Museo otomana era la Bescovic, construida sobre altos pilares junto al río. Los anexos de la casa estaban destrozados, pero la parte restaurada nos encantó. El patio de entrada tenía plantas, flores y una fuente hecha con varias teteras de bronce. En el porche de la casa había divanes con cojines para sentarse y contemplar el jardín.

En el piso superior había una sala circular para recibir invitados, con varios ventanales arqueados, mesas hexagonales de madera labrada con los servicios de café y sus cacitos de cobre. En otro espacio exhibían un telar y algún traje tradicional y vimos los dormitorios con camas y una cuna.




Visitamos el Museo de la Guerra y el Genocidio, del periodo 1992-1995, un tributo a la memoria de los horrores que se cometieron, mostrado de diversas formas. Había ropa, zapatos y objetos de la vida cotidiana de las víctimas bosnias, con carteles explicativos de su historia. Impresionaba y emocionaba. 

La Guerra de Bosnia dejó la ciudad arrasada y con la ayuda internacional se reconstruyó el casco antiguo. Cuando fuimos en 2023, todavía quedaban secuelas del conflicto y vimos algunos edificios con impactos de bala en la fachada y esqueletos de edificios, en los que la hierba crecía a través del hueco de las ventanas, como un símbolo de que la vida se abría paso. La ciudad de Mostar había renacido y su belleza era una afirmación de la vida.




domingo, 22 de mayo de 2022

LA NICOSIA GRIEGA (LEFKOSA)

 

Nicosia, la capital de Chipre, tiene una singularidad: está dividida en la zona griega (llamada Lefkosa) y la zona ocupada turca (llamada Lefkosia). La frontera, conocida como Línea Verde, se cruza andando por la calle Ledra y en otros siete puntos. Cambiaba el idioma del griego al turco y la moneda, del euro a la lira turca. En algunas calles interiores se veían tramos de alambre de espino y bidones. 

Recorrimos la famosa calle Ledra con cafés chipriotas de terracitas, tabernas tradicionales y comercios. Al final estaba el Check-point, la frontera con la parte turca. Era una simple caseta metálica, como de obra, con una barrera. Una curiosidad histórica.






En la ciudad antigua de Nicosia vimos las Murallas Venecianas, construidas por los venecianos en 1567 para protegerse de las invasiones otomanas. En 1570 los otomanos invadieron Larnaka y tres meses más tarde destruyeron la fortificación, matando a 50.000 habitantes. Las murallas eran bonitas e imponentes. Por su parte baja habían construido un paseo entre palmeras, cipreses y fuentes. Tenían cinco bastiones en el sector sur: Trípoli, D’Avila, Constanza, Prodocatano y Carafto. Entramos por las cercanías de D’Avila. 




Visitamos la Mezquita Omeya, del s. XV, con su alto minarete. Me dejaron entrar poniéndome una túnica granate larga, que tenían colgada en la entrada. En el interior alfombrado solo había hombres rezando, y muchos coranes en las estanterías de alrededor.



Cerca estaba el Palacio del Arzobispo de estilo neobizantino y la Iglesia Agios Ioannis, La Iglesia Panagia Chrysalionitissa del s. XV era la iglesia bizantina más antigua de Nicosia, dedicada a la Virgen. El barrio Chrysalionitssa estaba al borde de la ciudad antigua y cercano a la llamada Línea Verde. Era muy tranquilo y casi no se veía gente. Las casas estaban adornadas con macetas con plantas. Se veía alguna casa antigua bonita con paredes de piedra dorada y contraventanas verdes, como debían ser antes. Por allí estaba el CVAR, el Centro de Artes Visuales.

Visitamos la Casa de Hataigeorgakis Kornesios, de estilo otomano. Acumuló gran riqueza y poder trabajando de Dragoman, cargo de intérprete, traductor y guía oficial entre los turcos y las embajadas. Vimos las habitaciones con camas con dosel, el comedor, la sal de divanes y cojines para los huéspedes, el jardín con palmeras y estatuas, el hammán con techo de bóveda y orificios que dejaban filtrar la luz. Era una casa muy grande y decorada con gusto, con baules pintados y mobiliario antiguo. Creo que el Dragoman acabó decapitado y su familia tuvo que huir, pero con el tiempo recuperaron la mansión. Fue una visita interesante.




Fuimos al Museo Municipal Levantis, una mansión neoclásica, pero estaba cerrada. Seguimos callejeando por Laiki Yitonia, la zona sur de la ciudad, que fue durante años el área de los pintores y vendedores. Vimos la Iglesia Arcángel Miguel del s. XVII, gótica con exterior franco-bizantino, usada como iglesia ortodoxa, con iconostasio de oro y exvotos de plata. Una muestra del eclecticismo de la ciudad.



Para acabar el día cenamos en una taberna tradicional junto al Check-point. El interior estaba repleto de cuadros y fotografías. Pedimos champiñones, croquetas de berenjena y queso feta, y croquetas de calabacín, con vino blanco. Desde la terraza podíamos ver a los que cruzaban andando la frontera.