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miércoles, 13 de agosto de 2014

LA TALLIN MEDIEVAL

 

Tallin, la capital de Estonia, nos enamoró desde la primera impresión. Llegamos en ferry desde Helsinki, en un trayecto de dos horas y media. Empezamos a callejear y una de las primeras cosas que hicimos fue subir a la Torre del Ayuntamiento para contemplar las vistas de la ciudad: tejados rojos escalonados y asomando entre ellos decenas de agujas góticas de las iglesias, con el Mar Báltico y los grandes barcos al fondo. 

La Plaza del Ayuntamiento era preciosa. Tenía algunos edificios triangulares con remates de gabletes, como Bruselas o Brujas. Los colores predominantes de las fachadas eran amarillos y rosados. En la plaza había un mercadillo con artesanía y productos locales. En una de las esquinas estaba la que había sido la Farmacia (Apoteka) más antigua de Estonia, del s. XV, reconvertida en tienda de antigüedades. 



Merecía su categoría de Patrimonio de la Humanidad. Sus calles medievales adoquinadas y las casas de dos plantas con adornos de escayola en las fachadas, arcos y pasadizos, transportaban a otra época, era como adentrarse en el s. XV. Muchas eran casas de antiguos mercaderes y tenían patios medievales transformados en bares y restaurantes con encanto, entre flores y plantas. 



Subimos a otras dos torres, la Torre de Oleviste era la más alta, de 60m contando el pináculo. Subimos 257 escalones de piedra. Las vistas lo merecían. También subimos a la Torre Halleman, de 1410. Tenía unos 15m de altura. Por la escalera de caracol ascendimos a la parte superior de la muralla y recorrimos el pasadizo de madera cubierto. Las vistas desde allí eran preciosas, con más tejadillos, buhardillas y agujas de iglesias.


Atravesamos el Pasaje de Santa Catalina, con tiendas de artesanía a ambos lados. Había artesanos del vidrio de colores, de cerámica, cuero, joyas, textiles. Todas las tiendas ofrecían productos originales, estéticos y de calidad. Tenía un ambiente y decoración medieval y algunos de los vendedores iban vestidos de época. 






El barrio de Toompea estaba sobre una colina. Subimos junto a la muralla y sus torreones hasta llegar a la Catedral de San Alejandro Nevsky. Era una catedral ortodoxa rusa, de 1900, con cúpulas de cebolla. Recorrimos otro tramo de la muralla, encontrando cuatro torres alineadas con su caparazón cónico rojo. Una de ellas era la Kiek de Kok, que en alemán significaba “dar un vistazo a la cocina” porque desde los pisos superiores los mirones del medievo podían curiosear el interior de las casas que tenían a sus pies.

El barrio de Toompea estaba sobre una colina. Subimos junto a la muralla y sus torreones hasta llegar a la Catedral de San Alejandro Nevsky. Era una catedral ortodoxa rusa, de 1900, con cúpulas de cebolla. Recorrimos otro tramo de la muralla, encontrando cuatro torres alineadas con su caparazón cónico rojo. Una de ellas era la Kiek de Kok, que en alemán significaba “dar un vistazo a la cocina” porque desde los pisos superiores los mirones del medievo podían curiosear el interior de las casas que tenían a sus pies. 




Lo que más nos gustó del barrio de Toompea fueron sus miradores sobre la ciudad de Tallin. Ofrecían una panorámica de los tejados rojos inclinados con sus buhardillas, entre altas agujas y pináculos de las iglesias góticas, y las torres de caparazón rojo. Curioseamos las numerosas tiendas de antigüedades y artesanía, encontrando cosas preciosas y poco frecuentes. También entramos en varias iglesias, una curiosa fue la Iglesia de Ucrania.








Cenamos en el restaurante medieval Old Hansa, con mucho ambiente. Hasta el baño de madera tenía encanto. Probamos la cerveza negra con miel y la rubia con canela, servidas ambas en jarras de cerámica. Lo acompañamos con combinado de ahumados y salmón con judiones. Todo muy rico.



Fuimos al Hotel Viru, que había sido el único donde los turistas podían alojarse durante el régimen comunista. Fue el primer y único rascacielos de Tallin, construido en 1972. La antigua KGB montó su base de espionaje en el piso 23 del hotel y espiaba a los visitantes. Habían reformado el hotel y una parte era Museo de la KGB. Preguntamos para visitarlo, pero había que concertar cita previa. En la población de Tartu pudimos visitar otro Museo de la KGB. Y otro día visitamos el Parque Nacional Lahemaa desde Tallin.


jueves, 31 de mayo de 2007

VELIKO TARNOVO, LA CIUDAD MEDIEVAL

 



Veliko Tarnovo era la ciudad medieval búlgara, la describían como la ciudad de los zares. Tenía un asentamiento espectacular sobre tres escarpadas gargantas en el río Yantra. Fue la capital del estado búlgaro hasta 1393, cuando los turcos la invadieron. En la Edad Media la llamaban la tercera Roma y la segunda Constantinopla. 

Desde la ventana de la habitación veíamos las casas apiñadas, construidas sobre la negra roca que caía verticalmente hasta el río. Casas blancas de madera oscura vieja y tejas rojas. Y todo rodeado por verde arboleda.



Desayunamos en una terraza frente a la que llamaban la Casa del Mono, porque tenía un pequeño mono tallado en la fachada.Paseamos por estrechas y laberínticas calles empedradas. Algunas tenían comercios de artesanía búlgara, textiles y antigüedades. Vimos un hombre trabajando el cobre, una chica tejiendo con un telar y una mujer pintado la cerámica a mano y utilizando un compás para hacer los dibujos.





Luego fuimos a la Fortaleza Tsaravets. Nos impresionaron sus dimensiones. Fue construida por bizantinos y eslavos, y fue asentamiento sucesivo de tracios y romanos, hasta su destrucción por los turcos en 1393. Había tenido 400 casas, un palacio,18 iglesias y dos monasterios. De todo ello quedaban ruinas. La muralla estaba restaurada, tenía una longitud de 1100m con muros de 10m de altura y un grosor de 3,4m. 

En la cima de la colina amurallada estaba la Iglesia del Patriarcado La Ascensión de Dios, edificada sobre los fundamentos de una iglesia bizantina del s. V-VI. Leímos que el que la iglesia estuviera construida más alta que el palacio simbolizaba la superioridad del poder religioso sobre el poder laico. El interior tenía bonitas pinturas murales con pigmentos rojizos.


Foto cortesía de Google





domingo, 28 de mayo de 2006

LA CIUDAD MEDIEVAL DE WROCLAW

 


La ciudad polaca de Wroclaw fue una de nuestras favoritas en Polonia, una ciudad medieval con mucho encanto. A orillas del río Oder, con sus 12 islas, 112 puentes y los parques de la ribera del río, la comparaban con Venecia. 

El corazón del casco antiguo era la Plaza Rynek, la segunda más grande del país, después de la de Cracovia. Sus dimensiones nos impresionaron. En la parte central estaba el Ayuntamiento, una mezcla de gótico y renacentista. El tejado tenía forma triangular con pináculos blancos, que destacaban en el ladrillo rojizo. Las fachadas de las casas eran de color granate, verde, amarillo ocres y anaranjadas, con tejados con buhardillas y chimeneas.



En una esquina de la plaza había dos casas preciosas apodadas Hansel y Gretel (Jas i Malgoria), unidas por una puerta barroca. Subimos a una torre para contemplar las vistas, como una maqueta medieval. Otra de las plazas era la Plaza Solny (Plaza de la Sal), donde había una feria de artesanía.





Seguimos callejeando y nos acercamos al río Odra. Llegamos a la isla de Ostrons Tumski, donde estaba la Catedral con sus dos torres y otras iglesias, además del Seminario, el museo y biblioteca. Wroclaw conservaba, como otras ciudades polacas, sus antiguos tranvías azules y verdes, que formaban parte del paisaje urbano.


Fuimos a ver el famoso Cuadro del Panorama de la batalla de Raclawice, y nos impresionaron sus dimensiones, de 15m de altura y 115m. de diámetro. Representaba cuando los campesinos se unieron al ejército polaco para luchar contra los rusos a principios del s. XIX. Los polacos ganaron la batalla, pero finalmente fueron aplastados por el ejército zarista y Polonia dejó de existir oficialmente hasta la I Guerra Mundial. Estaba expuesto en un recinto circular, y el efecto era tridimensional. Habían colocado troncos, matorrales, carromatos y otros objetos en el terreno de alrededor, y parecía que estaban integrados en el cuadro. A nosotros mismos nos parecía estar metidos en el paisaje del cuadro. 

También visitamos el Museo Nacional en un edificio antiguo con buhardillas en el tejado, y las paredes cubiertas de hiedra. Vimos arte sacro, retablos, pinturas y esculturas, armas y colecciones de objetos de plata, monedas y arte moderno. Muy interesante y completo.

Nos alojamos en el histórico Hotel Monopol, un hotel centenario, el más antiguo de la ciudad, donde se alojaron personalidades como Picasso, Madame Curie y Hitler que salía a los balcones para dar sus conferencias. Nuestra habitación estaba justo sobre el balcón. 

Y cenamos en el Perro Dorado (Zloty Pie), en un sótano abovedado, decorado con instrumentos musicales: un violoncelo, acordeón, trombón, y radios antiguas. Sirvieron la comida en paelleras grandes con mangos de madera. Pierogi, sopa zurek y de setas, pollo con pepinillos y patatas polacas. Muy rico.