Luego fuimos al cercano Castillo de San Hilarión, a solo 16 km de Kyrenia. Era imponente, se erigía sobre un peñón y las murallas descendían por la ladera. Aunque estaba en ruinas, la silueta dentada se apreciaba perfectamente sobre la montaña, y sus altos muros con algún ventanuco y arcos resistían. Era muy extenso, leímos que tuvo 101 habitaciones con un jardín secreto. Y según la leyenda, la soberbia fortaleza sirvió de inspiración a Walt Disney para crear el espectacular Palacio de la reina malvada de Blancanieves.
El contorno dentado en el rocoso paisaje
evocaba el encanto gótico de la corte de Lusignon, que se reunía allí cada
verano. Destacaba la Torre del Príncipe John, desde donde había vistas espectaculares.
En otros puntos de la carretera también disfrutamos de las vistas, aunque era
zona militar y había que tener cuidado donde se paraba.
El pequeño pueblo de Bellapais
estaba cerca de Kyrenia, a 4km. Era muy tranquilo, con las casas adornadas con
macetas. Visitamos la Abadía del s. XII y estilo gótico, construida por
la Dinastía francesa de los Lusignanos. Era enorme y con vistas al mar. El
claustro se conservaba bastante bien, adornado con cipreses y macizos de flores.
La Iglesia de la Abadía había perdido el techado y mostraba sus arcos y la
obertura del rosetón. Bajamos a unos sótanos que debían ser las bodegas o zona
de almacenaje, con arcos de bóveda en buen estado.
Buscamos la casa del escritor Lawrence
Durrell, que residió en Bellapais de 1953 a 1956, después de vivir en Corfú
con su familia. Estaba en un callejón cuesta arriba llamado Bit Lemmons, como
su novela. Una casona amarilla con contraventanas verdes, vistas al mar y un
patio interior del que asomaba una palmera. Allí escribió parte de su obra y disfrutó
de la isla junto a sus muchos amigos. La casa estaba en venta.
Regresamos a Kyrenia y cenamos en uno de
los restaurantes del Puerto Viejo. Pedimos lubina y calamares con ensalada, patatas
y vino blanco. Seguro que a Durrell le hubiera gustado.