La pequeña ciudad de Nessebar estaba a orillas del Mar Negro, y sobre una pequeña península unida continente por un istmo de 400m de longitud. Tenía muchas iglesias bizantinas y por ello estaba considerada Patrimonio de la Humanidad.
Nos alojamos en
una casa de madera con balcón con vistas al mar Negro y a los tejadillos de
tejas rojas. Las gaviotas no dejaban de oírse, y paseaban por los tejados. Rodeamos
la península paseando y encontramos varias iglesias bizantinas, como la Iglesia de Cristo Pantocrator.
El pueblo tenía tiendas de antigüedades con cámaras de fotos, máquinas de escribir, teléfonos, molinillos, joyas de plata, monedas, cascos de soldados alemanes, insignias, relojes de bolsillo y pasaportes viejos, restos de otros tiempos.
En un viejo galeón
reconvertido en bar, tomamos bebidas. Las terrazas de bares y restaurantes
estaban abiertas al mar, con vistas. Cenamos mejillones, gambas y pescado en una
de las terrazas.