Imaginar dos
hipopótamos frente a frente. Se rozan, abren sus bocas, parece que se besan.
Pero en realidad se están retando, se enfrentan, o juegan, quien sabe. Sus
bramidos pueden expresar ambas situaciones. Enseñan sus colmillos amarillentos.
Tal vez es una rivalidad por una hembra. Y nosotros somos los espectadores
curiosos.
Desde el barco que partía
del embarcadero de Santa Lucía, los contemplamos. Estábamos en el Parque de los Pantanos Santa Lucía en Sudáfrica, considerado Patrimonio de la Humanidad. En las orillas había grupos
de hipopótamos con sus crías, tomando el sol y descansando. Tenían aspecto de
elefantes y eran pesados y lentos, aunque leímos que podían correr. Su piel
parecía lisa y áspera, aunque era suave. Podían pesar entre 1,5 y 3 toneladas,
y pese a su apariencia imponente y fiera eran herbívoros.
Abrían sus grandes y
rosadas bocas uno frente al toro, y se sumergían con un bramido curioso, como
un fuerte croar de ranas. Más allá encontramos un grupo de veinte hipopótamos
medio sumergidos. Estábamos muy cerca, con el motor detenido, y se distinguían
sus ojos saltones con la piel más rosada alrededor y las orejas. Dejaban asomar
el lomo grisáceo por encima de la superficie del agua, y nadaban. Estaban
bastante activos. Algunos tenían crías pequeñas a su lado y se mostraban
protectores. Nos dejaron observarles un buen rato y después caminaron
lentamente hacia el interior, a resguardarse de las miradas ajenas.
© Copyright 2013 Nuria Millet
Gallego