Viajando por Mongolia
pueden encontrarse manadas de caballos libres, galopando o pastando en las
extensas estepas. Los mongoles están orgullosos de sus caballos, no son muy
grandes y tienen las extremidades cortas, pero son fuertes y bellísimos. Son
los caballos que han utilizado los pastores nómadas tradicionalmente, y los que
montaron los ejércitos mongoles para conquistar su imperio.
En el Festival Nadaam
que presenciamos los jinetes de la carrera de caballos tenían entre cinco y diez
años y montaban ponis. Nosotros estábamos en uno de los lados de la meta,
marcada con un alto mástil con la bandera mongola, roja y azul. Se oyó un rumor
de expectación y a lo lejos, en el horizonte de montañas vimos una nube de
polvo y unos puntos diminutos. Se fueron aproximando, mientras crecía la
animación de la gente. Cuando el primer pequeño jinete alcanzó la meta hubo una
ovación y aplausos. Luego fueron llegando el resto, entre ellos una niña, y
tuvieron un caluroso recibimiento.
Al acabar todos nos
dispersamos y admiramos los caballos y las monturas con adornos de plata o
bronce y tejidos de colores. Los caballos llevaban cintas de colores atadas a
su cola y tenían las crines recortadas de forma estética. Los jinetes llevaban
trajes amarillos y vistosos, y descabalgados parecían más pequeños.
Llegó el momento de la
entrega de premios a los jinetes ganadores. Los padres llevaban de las riendas
a los caballos montados por los pequeños. Les entregaron un diploma y una bolsa
con otros regalos. Los niños estaban serios, era un momento solemne y la
atención se centraba en ellos. Pero se les veía orgullosos y satisfechos.
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Nuria Millet Gallego