viernes, 15 de mayo de 2009
EL AGUJERO AZUL DEL MAR ROJO
lunes, 24 de octubre de 2005
BUCEO EN LOS ROQUES
En Los Roques nos apuntamos a una
excursión en barca a la zona más lejana al arrecife de coral de las islas, Boca
de Cote. Se tardaba unos cincuenta minutos en llegar. El mar tenía unas
tonalidades turquesas preciosas. Parecía tranquilo al principio, pero había
mucha brisa y se formó fuerte oleaje. La barca cabalgaba las olas que golpeaban
el casco, la proa se levantaba con la velocidad y recibíamos constantemente una
ducha de agua salada.
Hicimos snorkel, el buceo con tubo y vimos corales
en forma de laberintos, arborescentes o cilindros verdes.
Los peces también eran de gran variedad: amarillos con rayas grises, azul eléctrico,
negros, plateados, cebras, arcoiris, tigres…azul claro con los labios rosas o blancos y peces
alargados con el morro en forma de espátula. Algunos estaban agrupados en
grupos de diez o más, bajo el saliente de algún coral y se quedaban inmóviles,
dejándose mecer por la corriente. Donde había corales la profundidad era poca,
pero llegaba un momento en que la pared de coral acababa, el color del agua cambiaba
y se abría una profundidad vertical.
Paramos en un palafito abandonado,
habitado por pelicanos y otras aves que descansaban en las maderas del
embarcadero. Junto a él había un banco de arena con un islote blanco formado
por grandes caracolas.
Luego el barquero nos dejó en la Isla Crasquí. Todas las islas tenían nombres terminados en “quí” que venía de la palabra inglesa “Key”, cayo en castellano. Allí hicimos otra inmersión fantástica y encontramos más peces de lo que esperábamos.
Otro día fuimos a la Isla Francisquí,
más cercana. La zona para hacer snorkel se llamaba La Piscina, porque quedaba
protegida por una barrera de coral bien visible, donde rompían las olas.
jueves, 20 de octubre de 2005
EL ARCHIPIÉLGAGO LOS ROQUES
El archipiélago Los Roques de
Venezuela tenía el arrecife de coral más grande del Caribe. Era Parque
Nacional Maríno, formado por un conjunto de islas y cayos de las Antillas
Menores. Llegamos en una avioneta de 19 plazas de la compañía Aerotuy. La vista
del archipiélago de islas coralinas desde el cielo era precioso. El
vuelo fue suave, sin turbulencias, aunque otros viajeros nos habían contado
historias sobre incidencias por los fuertes vientos. Aterrizamos en la Isla
Gran Roque, la única habitada. El aeropuerto era mínimo, con una torre de control
que parecía casi provisional.
En la isla había poca vegetación, pero
algunas palmeras y árboles de poca altura ofrecían sombra, y daban un toque de
verdor. El pueblo lo formaban tres calles arenosas, paralelas al mar,
con casas de colores de planta baja. Subimos al Faro de la colina, para
contemplar las vistas. Luego dimos un paseo y vimos bastantes niños en una escuela.
No había vehículos de ningún tipo y las calles eran de arena, se podía ir
descalzo todo el día. Las casas eran bonitas, con porches y plantas, y algunas
estaban adornadas con barcas en las puertas. La mayoría de las casas eran de
estilo marinero, y quedaban algunas casas coloniales con rejas en las ventanas.
Era un lugar bonito y tranquilo.
Las playas de arena blanca eran preciosas.
El color del mar Caribe era una combinación de franjas azules y verde
transparente. Disfrutamos de los baños y de la puesta de sol. Contemplamos el
espectáculo de los pelícanos que se lanzaban en picado al mar para
atrapar los peces. Vimos como se les ensanchaba el cuello al tragar. Algunos
parecían kamikazes, y vimos uno que en la rapidez de la bajada chocó contra el
lateral de una barca. Nuestra presencia cercana les era indiferente, debían
estar acostumbrados y no huían. Al día siguiente alquilamos una barquita para
hacer excursiones por otras islas del archipiélago.
sábado, 1 de octubre de 2005
PLAYAS VENEZOLANAS Y RÍO CARIBE
Río Caribe era un pueblo de
pescadores en la costa del Mar Caribe. Fuimos al puerto a buscar una barca que
nos llevara a las playas. Encontramos una barca de bonito nombre, el Pancito
Carúpano. Nos llevó a Playa Medina, la más lejana y con fama de ser una
de las más bonitas del país. Tenía forma de media luna y un gran palmeral denso
y abundante. Por detrás de las palmeras cocoteras asomaban las altas montañas. El
agua estaba tranquila y azul. Fue nuestra playa favorita del viaje por
Venezuela.
Nos instalamos a la sombra de un chamizo o bohío, como los llaman los venezolanos, y nos bañamos en el mar. En la parte de atrás de la playa había chiringuitos que preparaban platos de pescado asado con “contornos”, que era como llamaban la guarnición: arepas, ensalada y banana frita. Un plato completo. Tras la comida nos recogió la barca Pancito Carúpano y nos llevó a la playa de Uva, más pequeña y también bonita, donde nos dimos otro chapuzón. La última del día fue la playa el Caracolito, con un buen palmeral, aunque no grande como el de Playa Medina. La costa entre las playas la formaban acantilados rocosos que fuimos bordeando con la barca.
El pueblo de Río Caribe nos gustó, con sus
coloridas casas coloniales de planta baja, con rejas en las ventanas.
Las fachadas estaban pintadas en tonos pastel: rosa, verde, azul, amarillo…La
plaza Bolivar era el centro y tenía una iglesia colonial del s.XVIII, que
destacaba por su blancura entre las verdes palmeras. Por las calles se veían coches
antiguos, modelo Chevrolet, como en Cuba.
Otra de las playas venezolanas que nos encantó fue Playa Colorada. Estaba bordeada por palmeras y con islas rocosas. La barca “El barón de Dios” nos llevó a hacer buceo con tubo a La Piscina, una barrera coralina de aguas tranquilas. Bordeamos las islas Arapito y Arapo. La barca nos dejó en un islote entre las dos islas y nos recogió horas después. El agua estaba tranquila y tenía tonalidades azul verdosas. Buceamos y nadamos desde la isla de Arapito a la de Arapo. Vimos corales laberinto y otros que parecían ramilletes de flores lilas y naranjas. Entre las rocas había muchos erizos negros de largas púas y con el cuerpo rojo. Había peces de rayas negras y amarillas, o azulados y bandadas de peces diminutos plateados que nadaban juntos. Fueron días fantásticos. Y Venezuela tenía muchos más atractivos, además de sus preciosas playas.
jueves, 21 de octubre de 2004
LA GRAN BARRERA DE CORAL AUSTRALIANA
Desde Port Douglas hicimos una excursión en barco para hacer buceo en la Gran Barrera de Coral, el mayor arrecife de coral del mundo, que se extendía a lo largo de 2.600 km de longitud y podía apreciarse desde el espacio. El barco tardó una hora y cuarto en llegar y a lo largo del día hicimos tres inmersiones en sitios diferentes. En el grupo algunos eligieron hacer submarinismo con bombonas y nosotros elegimos snorkel, el buceo con tubo y aletas, y vimos maravillas.
Los corales
tenían colores vivos: verde, amarillo, lila o azul eléctrico. Se distinguían
dos tipos de coral: el blando, con aspecto esponjoso y mullido, y el duro, con
aspecto de roca o arborescente. Vimos el que llamaban coral cerebro,
porque los surcos en laberinto recordaban precisamente a un cerebro. Decían que
la Gran Barrera de Coral era el ser animal vivo más grande del mundo. En
realidad, era una acumulación milenaria de muchos esqueletos de colonias de
corales.
Entre los corales
había una explosión de vida submarina: cientos de peces de todas las
formas y colores posibles. Leímos que había “400 tipos de coral, 1500 especies
de peces, 400 de medusas, peces león, 7 especies de peces payaso con sus
anémonas, meros patata de 2m de largo y más de 200 kg de peso…” Distinguimos
alguna medusa transparente y nos alejamos de ella pensando en la
venenosa yellowfish. También nos alejamos de un tiburón que nadaba por
allí.
Vimos ostras gigantescas de un metro, con la boca abierta succionando plancton. En el fondo había un árbol marino con muchas ramificaciones, y algunas estrellas de mar y peces gruesos posados como gusanos.
Fueron curiosos unos peces feos y gordotes, de labios gruesos y color azul, que llamaban baber fish. En la última inmersión que hicimos con un monitor, nos enseñó tres Barber juntos. Los peces payaso nadaban siempre en pareja y se escondían entre los largos dedos de las anémonas. No eran rojos y blanco, como habíamos visto en Filipinas, sino de color naranja con franjas blancas. Había peces azul eléctrico con la cola amarilla, negros con la cola blanca, verdes con toques de azul y rosa, rosados con manchas negras, amarillos con franjas negras, amarillos con la cola blanca, transparentes…
Muchos peces los teníamos al alcance de la mano. Alguno hasta miró insolente el objetivo de la cámara. Estábamos invadiendo y perturbando su entorno. Aunque el turismo ecológico era una forma de conservación. De hecho, el barco echó el ancla en un sitio marcado por unas boyas, en una zona más profunda para no dañar el coral, y nadamos un poco. Los monitores nos explicaron con mapas las zonas del arrecife de coral donde nos sumergimos. Y mostraron fotografías grandes de los diferentes peces y formas de vida marina. Muy interesante y didáctico.
Uno amarillo y azul se llamaba pez ángel, y el alargado era el pez trompeta. Había peces muy pequeños que nadaban en grupo, formando como una bola. Cuando notaban una amenaza porque pasábamos cerca, se dispersaban bruscamente, como si estallara la bola. Algunos peces se quedaban unos momentos inmóviles, dejándose mecer por las olas.
El inglés James
Cook fue el primero en realizar una exploración científica de la zona tras
encallar su barco el Endeavour en el arrecife, el 11 de junio de 1770, y
permanecer seis semanas en la zona mientras se reparaba. Debió alucinar con lo que
vio, como nosotros. Regresamos eufóricos a Port Douglas.
Usamos una cámara submarina desechable de Fotoprix, puro plástico. No creíamos que pudiera reflejar toda la belleza y la vida que vimos aquel día. Pero nos equivocamos, las fotos salieron muy bien, y fueron un buen recuerdo. El Parque Marino de la Gran Barrera de Coral, con su biodiversidad, eran un merecidísimo Patrimonio de la Humanidad. Fue una gran experiencia el snorkel en la Gran Barrera de Coral, una maravilla natural.