Subimos escaleras de
piedra por la montaña y aparecimos a la altura de la cabeza del Buda. De
repente me encontré junto a una oreja de siete metros. El Buda de Leshan era impresionante, con sus 71m. de altitud, el más alto del mundo. Estaba esculpido en la
pared de un acantilado en la confluencia
de los ríos Dadu y Min. Era del s.
IX y se construyó como protector de
los pescadores. Considerado Patrimonio
de la Humanidad, había sido restaurado en 1987 y su nariz, tal vez por ser más
prominente y expuesta a la lluvia, estaba más oscura que el resto de la cara.
Estaba sentado con las
manos sobre las rodillas y sus dedos
medían 8,5m. El entorno era verde y húmedo, con abundante vegetación. En las
paredes de roca rojiza crecía musgo esponjoso. La niebla lo envolvía y le añadía misterio. Bajamos hasta los pies del
Buda por una escalera en zigzag, junto con cientos de chinos. Los barcos
pasaban frente a él pero el día estaba bastante brumoso y dificultaba la
visibilidad.
El Buda nos miró
majestuoso desde su altura, con una sonrisa enigmática. Nos despedimos de él y
continuamos el camino por la montaña ajardinada. Entre las cuevas del Parque
Oriental nos esperaban las tres mil
estatuas de Budas asiáticos, un capricho de los artistas chinos.
© Copyright 2010 Nuria Millet
Gallego