martes, 13 de noviembre de 2007

EL PERITO MORENO



Desde El Calafate fuimos a ver el Glaciar Perito Moreno, en la Patagonia argentina.  Formaba parte del Parque Nacional de los Glaciares. Por el camino vimos montañas con las cumbres nevadas y el Lago Argentino de aguas color azul lechoso, un color especial por los sedimentos. El glaciar tenía 5km de frente y 30km de extensión. Las paredes de 60m de altura equivalían a 20 pisos. Cogimos un barco grande que se aproximó a la impresionante pared de hielo. Algunas zonas tenían color azulado, con distintos tonos, según el espesor del hielo y la entrada y refracción de la luz. 



Navegamos por la cara norte del glaciar, con paredes de 50 a 60m de altura. De vez en cuando se desprendía un fragmento de la enorme masa y producía un ruido impresionante. Los témpanos flotantes se desplazaban como barcos fantasmas. El paseo en barco por el frontal del glaciar duró una hora. Después lo vimos desde las pasarelas de madera colocadas a distintos niveles ante el glaciar. Íbamos correteando de un sitio a otro para tener un ángulo diferente de la mole de hielo. Alrededor florecían unas flores rojas llamadas “notro”, fuertes para aquel clima. Era impresionante escuchar el desprendimiento de los icebergs en el silencio del entorno.





Se distinguían las oquedades y grietas del glaciar, coloreadas en tono azul intenso. En la parte superior el hielo formaba un mar de agujas picudas que se empujaban unas a otra. El glaciar avanzaba lenta e imperceptiblemente, una masa imparable, una fuerza de la naturaleza.


Al día siguiente navegamos por la cara sur del Perito Moreno e hicimos un trekking por el glaciar. El día estaba menos soleado y encontramos que el hielo tenía un color azul más intenso. Un cóndor con sus grandes alas nos sobrevoló. El barco por la cara sur navegaba más cerca de la pared. Las grietas se veían azuladas entre el blanco dominante. Se apreciaba como el hielo chocaba contra la tierra rocosa de la Península de Magallanes. Contemplamos de nuevo como el hielo se desgajaba en varias zonas y caía al lago produciendo un ruido intenso, como un cañonazo


Leímos que se consideraba un glaciar estable, en equilibrio, porque su comportamiento no se modificaba desde 1917, desde entonces ni avanzaba ni retrocedía. Pero nos dijeron que el centro del glaciar avanzaba dos metros cada año, y se iba desgajando en la parte delantera. Los pedazos de hielo que caían se iban flotando por el canal de los témpanos del Lago Argentino. Un paisaje impactante y de gran belleza.



sábado, 10 de noviembre de 2007

EL BESO DEL LOBO MARINO



Desde Punta Norte y Punta Delgada en Península Valdés contemplamos las colonias de los inmensos elefantes marinos. Dormitaban a la orilla del mar, esparcidos en la franja de arena dorada, y realmente impresionaba su tamaño. Los elefantes marinos machos medían casi 7 metros y pueden llegar a pesar 3.500kg. de peso, las hembras son menores, no superan los 3 metros y los 900 kg. Deben su nombre al hocico alargado, en forma de pequeña trompa,




Vimos una familia de elefantes marinos tumbada: el macho envolvía con una aleta el abdomen de la hembra, como abrazándola, y el pequeño se movía y hacía ruidos tratando de llamar la atención de sus padres. Sólo conseguía que la madre abriera su boca mostrando su lengua rosada y emitiera algún sonido que parecía reclamar que la dejara dormir.
El padre tenía la piel rubia dorada, la madre era blanca y la cría era negro oscuro. Una familia multirracial. Estuvimos un buen rato observándolos, y escuchando los sonidos que emitían.



Mucho más al sur, En Ushuaia hicimos una travesía por el Canal de Beagle y vimos el Faro del fin del mundo, en un peñasco rocoso. Aunque nos dijeron que había otro faro más alejado de la costa. Fuimos a la llamada Isla de los Lobos, un peñasco rocoso sobre el que se agrupaban decenas de cormoranes y lobos marinos juntos. Los lobos marinos machos alcanzan una longitud de 2,6 metros y un peso máximo de 300 kilos, el doble que las hembras. Estaban muy activos, jugando o peleándose entre ellos, disputándose el territorio. Se levantaban sobre sus aletas, y los machos se empujaban entre sí gruñendo. Entonces fue cuando vimos a dos de ellos besándose, tal vez una pareja, o una madre y su cría, ajenos a las luchas de sus compañeros.

Contemplar a los animales en su entorno natural, aunque sea de forma respetuosa, no evita que seamos unos intrusos. Pero ser testigos de esa escena fue uno de esos muchos momentos bellos de los viajes.



miércoles, 7 de noviembre de 2007

LA BALLENA PATAGONA Y LOS DELFINES



¿Habeís escuchado el movimiento de una gran ballena en el mar? Es impresionante, algo imposible de olvidar. Desde la costa argentina, en Puerto Pirámides, avistamos la primera ballena austral. Era una hembra con su ballenato. Estaba a tres o cuatro metros de la embarcación, muy cerca del casco. Paramos los motores y nos quedamos en un silencio absoluto. La ballena se ondulaba en el agua con movimientos suaves, resoplaba por la nariz y emitía sonidos.

De repente sacó su aleta de forma totalmente vertical, extendida como las alas de una mariposa negra, y la mantuvo así unos segundos. Lo hizo varias veces, como exhibiéndose.



Medía unos diecisiete metros, la hembra suele ser mayor que el macho, y copula con tres machos. Vimos perfectamente el lomo negro de la ballena con las callosidades, producidas por los picotazos de las gaviotas, y en las que vivían microorganismos. Esas callosidades son únicas, una especie de  huellas dactilares características que permiten identificar a cada ballena. No tienen dientes; tienen unas barbas en la mandíbula, que filtran la comida.

El ballenato permanecía cerca de la madre, leímos que tomaba de 50 a 100 litros de leche al día. La ballena no tiene pezón, sino un músculo que la cría empuja para que salga la leche, que toma directamente del agua. El 5% del tiempo del día se dedica a la lactancia, el resto se emplea en paseos y juegos.
Mientras las veíamos moverse en el agua, pensé que esas úlceras del lomo de las ballenas producidas por los picotazos de las gaviotas, eran las cicatrices de la vida. Como despedida, frente a la montaña de piedra arenisca que da nombre a Puerto Pirámides, otra ballena mostró su aleta negra. Como un ballet sincronizado en un escenario único, la Península Valdés.
Otro día embarcamos en Puerto Rawson, cerca de Puerto Madryn, para ver las toninas, una especie de delfines de color blanco y negro. Medían 1,5m de longitud y leímos que solían jugar y saltar alrededor de las embarcaciones. Era cierto. En seguida encontramos una pareja que pasaba de un lado a otro de la barca. Luego se nos acercó un grupo de seis toninas. El color blanco de sus lomos destacaba en el agua verdosa. Nadaban muy rápido y de vez en cuando arqueaban los lomos fuera del agua. Resultaba difícil hacerles fotos con lo que se movían, pero lo conseguimos y disfrutamos viendo los delfines juguetones en su hábitat natural.





domingo, 4 de noviembre de 2007

PINGÜINOS DE PATAGONIA



El pingüino me miraba fijamente y emitió un ruido parecido a un rebuzno. Era un día soleado y frío de noviembre y allí estábamos el pingüino y yo mirándonos mutuamente con interés, en una playa del otro lado del Atlántico. Después él decidió ignorarme, una sabia decisión dado que mi comportamiento era más estático y aburrido, y se dedicó a incubar sus huevos.

Estábamos en la Reserva Natural de Punta Tombo, a unos 100km. de Trelew, en la Patagonia Argentina. Leímos que era la mayor área de anidamiento de pingüinos de la América Sur Continental. Tenía una colonia de más de medio millón de pingüinos de Magallanes. Cada hembra ponía dos huevos en un nido en la arena, entre ramas, y necesitaban cuarenta días de incubación. A veces se levantaban, recolocaban los huevos cuidadosamente con ayuda de las patas y volvían a cubrirlos con su orondo cuerpo. El pingüino de Magallanes mide unos cuarenta y cinco centímetros y pesa entre 4 y 5kg. 



Tenían la barriga blanca, y unas rayas negras verticales diferentes en cada uno, que resultaban muy elegantes. Unos agitaban las aletas laterales, abriéndolas, y otros se limpiaban con el pico el plumaje, arqueando el cuello. Todos mudaban el plumaje una vez al año.

La puesta de huevos era a principios de octubre, y decían que en diciembre cuando nacían las crías, el griterío que producían pidiendo comida era tremendo. Los pingüinos eran muy tranquilos y pacíficos, no se asustaban de la proximidad de los humanos, y cruzaban con pasos torpes ante nosotros. Algunos procedentes del mar, parecían desorientados. Decían que cada año volvían al mismo nido que ocupaban el año anterior.



Mientras los veía pensé en que lo que había leído sobre que los pingüinos son los únicos animales monógamos, tienen una sola pareja toda su vida. Todo lo contrario que las promiscuas ballenas patagonas, cuyas hembras copulaban con tres machos. La naturaleza nunca deja de sorprenderme.


© Copyright 2015 Nuria Millet Gallego

jueves, 1 de noviembre de 2007

USUHAIA Y LOS LAVABOS DEL FIN DEL MUNDO



En el fin del mundo se pueden encontrar cosas inesperadas. Como estos lavabos, de inequívoca indicación para ambos sexos. Palanganas metálicas como lavamanos y grifos de latón dorado. Estaban en Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, en un antiguo almacén reconvertido en un acogedor restaurante repleto de antigüedades. Me recordaron a un pueblo minero.

De Ushuaia se puede escribir mucho más, sobre la imponente naturaleza, el Canal de Beagle, el Parque Nacional Tierra de Fuego, el Glaciar Martiel, los lobos marinos o los pingüinos. La ciudad del fin del mundo estaba rodeada de montañas nevadas, con una gran bahía abierta al Canal de Beagle. En el Puerto estaban atracados viejos barcos. 

Las casas de Ushuaia eran de tejados triangulares a dos aguas para la nieve, y combinaban la madera y la chapa, los materiales antiguos de construcción. Cenamos en una casa histórica que había alojado algunos presos y posteriormente fue la casa de Rafaela Ishton, la última mujer indígena, que murió en 1895. Se conservaban las paredes forradas de periódicos amarillentos, que se utilizaban como aislante para proteger del frío exterior. Otro edificio antiguo era la Legislatura Provincial, de 1894, que fue residencia del gobernador y conservaba parte de su mobiliario antiguo.




El Museo Territorial del Fin del Mundo, estaba ubicado en un edificio de 1903. Ofrecía información sobre las misiones, los naufragios y las primeras colonias penales. Lo que más nos gusto fue el almacén, una antigua tienda de alimentación a la que no faltaba detalle. Parecía una tienda del salvaje oeste, de las que salían en películas de mineros y pioneros. En los anaqueles tenía una colección de viejas botellas y todo tipo de objetos, desde un teléfono a unos anteojos o libros de contabilidad. También informaban sobre los grupos indígenas Alakauf, también llamados "ona".



Visitamos el Museo del Mundo Yámana, dedicado a los primeros pobladores indígenas. Había fotos de los indígenas y colecciones de los utensilios como arpones, puntas de flecha o cestas. Iban totalmente desnudos a pesar del frío clima. Esto nos pareció muy curioso, la explicación era que la ropa con la llovizna se humedecía rápido, y la piel untada con grasa y aceite resultaba más impermeable y se secaba antes. Además, los indígenas yámana se movían de un sitio a otro y no tenían asentamientos fijos. Cuando abandonaban sus cabañas, otros podían utilizarlas.




El Museo del Presidio era un torreón con un edificio rectangular de color crema. Leímos que tenía capacidad para 400 presos, pero llegó a albergar más de 800. Nos imaginamos las duras condiciones, con la crudeza del clima. Tuvo presos ilustres como Carlos Gardel.



En el museo leímos el origen del nombre Tierra de Fuego. Fue Magallanes quien al navegar por aquellas costas y ver numerosos fuegos, las bautizó así. En el pasado los primeros pobladores soportaron duras condiciones de vida; Ushuaia era hoy una ciudad acogedora, un refugio en el extremo sur de Patagonia.