Desde Baracoa
hicimos otra excursión a Boca del río Yumurí con un taxista local Todo el trayecto era un
entorno de vegetación frondosa, la zona era un vergel. Pasamos por Bahía
Mata, con vistas espectaculares. El agua tenía un color azul intenso y las
orillas estaban cubiertas de verde vegetación.
Atravesamos el Túnel
de los Alemanes, llamado así porque en el pasado una familia de alemanes
cobraba el peaje por pasarlo. Era un túnel de roca natural con la entrada de
forma triangular. La costa que se veía desde allí era preciosa, con una gran
roca en medio del mar azul.
Paramos en la Casa
del Campesino, una finca con plantación de cacao. Daisy, armada con
un machete, nos dio una amplia e interesante explicación sobre la producción del
cacao. Había tres tipos de fruto: de color amarillo, púrpura y carmelita
(tirando a marrón). Cada planta tardaba cuatro años y medio en crecer. Al
nacer la flor el insecto la polinizaba y en seis meses estaba listo el fruto.
Había cacao de injerto, extrayendo la yema, insertándola en la rama y atándola
con un plástico.
La recolección era
durante todo el año. Aunque de marzo a junio se obtenía la máxima producción. Una
sola planta podía producir de 300 a 350 frutos al año, y vivía entre 50 y 60
años. El cacao de primera calidad se recolectaba cada 7 días. Si no se
podía, por las lluvias o lo que fuera, se recolectaba cada 15 o 20 días, pero
no más tarde porque si no se secaba.
Los frutos se extraían manualmente, no con cuchara, y se colocaban en una canoa de hojas de palmera. Las habas de cacao se cubrían con hojas de banano y a los seis días la pulpa fermentaba y se convertía en una masa dura. Por todo ello, la elaboración del cacao era un proceso duro. Daisy nos mostró sus uñas quebradas y las manos agrietadas.
Llegamos al río Yumurí y en el puente cogimos un bote de remos que nos adentró en Boca de Yumurí, una garganta de altas paredes rocosas entre las que discurría el río. Las aguas eran verde transparente. Vimos un pescador que había capturado un pez enorme.
Paramos en un
recodo del río y nos instalamos en un bancal de piedras. Con el calor que hacía
y el precioso paisaje, el baño fue glorioso. Estábamos totalmente solos y
se oía el canto de los pájaros. Pura naturaleza.
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