Un año antes de que sucediera estuve en Japón en la zona afectada por el terremoto y el posterior tsunami. Dormimos en Sendai, y al día siguiente subimos a un tren que en media hora nos llevó a la Bahía de Matsushima. Decían que era una de las tres mejores vistas de Japón, considerada Patrimonio de la Humanidad. Tenía “unas 250 islas cubiertas de pinos moldeados por el viento y sus formaciones rocosas modeladas por el incesante golpeteo de las olas han dado como resultado espectaculares monumentos creados por las fuerzas de la naturaleza”. Así la describía la guía.
Aquel día la bahía
estaba envuelta en brumas y con el cielo gris y lluvioso. Cogimos un barco,
como el que fue engullido por las olas, para recorrer la bahía. Miraras donde
miraras aparecían peñascos rocosos de formas irregulares. Una de ellas tenía
cuatro arcos horadados por las olas. Lo curioso de las rocas es que habían
crecido muchos árboles sobre ellas formando un manto verde.
Frente a la bahía
estaba el recinto del templo zen
Zugain-ji. Era un bosque de altos cedros con cuevas naturales convertidas
en altares. En las oquedades habían colocado figuras de Budas. Todo aquello,
todo lo que muestran estas fotos, ha quedado arrasado. Poco pudieron hacer los
dioses frente a las fuerzas de la
naturaleza.
Lamento la magnitud de
lo sucedido y espero que todos los afectados reciban la ayuda necesaria ante
este desastre natural.
© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego