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jueves, 10 de octubre de 2019

EL CENTRO HISTÓRICO DE KATHMANDÚ

 

El centro histórico de Kathamandú seguía siendo un museo arquitectónico al aire libre con callejuelas repletas de templos, pagodas, pabellones, patios interiores y talleres. Tras los daños sufridos en el terremoto del 2015 habían hecho mucha labor de restauración.  La Plaza Durbar era el corazón del casco antiguo y Patrimonio de la Humanidad. Durbar significaba “palacio”. La mayoría de sus edificios eran del s. XVII y XVIII, algunos originales y otros más antiguos, reconstruidos tras otro terremoto en 1934. En realidad, eran tres plazas interconectadas.


La plaza con sus templos en forma de pagoda, estaba repleta de palomas. Algunos santones paseaban por allí con sus túnicas amarillas y la cara pintada. En uno de los templos había una gran campana. Decían que su tañido alejaba los malos espíritus, per solo se tocaba durante la puja (ofrenda). Cerca estaban dos tambores enormes en un pabellón, que se usaban para avisar a la ciudad de un peligro inminente.



Frente a los tambores estaba el Kala Bhairab (Bhairab negro), una estatua de piedra negra con un aspecto temible: con seis brazos, una guirnalda de calaveras y pisoteando un cadáver, acto que simbolizaba la ignorancia humana. Contaban que mentir ante su figura causaba la muerte instantánea y se usó como ordalía en los juicios. Los nepalíes le ofrecían flores y arroz.



Entramos en la la casa de la Kumari (Kumari Bahel), un edificio de ladrillo rojo y estuco blanco de tres plantas, con patio ajardinado con una estupa budista en miniatura, rodeado de balcones y ventanas de madera oscura, labrada con mucho detalle. 

La kumari era una diosa viviente de la ciudad y símbolo del devi, concepto hinduista de la energía espiritual femenina. Se elegía a los 6 años, debía tener un cuerpo perfecto y presentar 32 signos distintivos. El proceso de elección era parecido al del Dalai Lama en el Tibet, pues debía reconocer prendas y objetos usados por su predecesora. Vivía en la casa hasta alcanzar la pubertad. A partir de entonces podía llevar una vida normal, pero a pesar de tener una rica dote, pocas se casaban, pues a los nepalís les daba respeto casarse con una diosa. Mientras viven en la casa solo salen a la calle unos diez días al año, en festividades, y solían asomarse a la ventana y mostrar su rostro a los visitantes. En otro viaje a Kathmandú en 1992 pude verla. Esta vez no se asomó, pero si lo hizo alguna niña de visita con sus padres.




Entramos en el Palacio Real Hanuman Dhoka, fundado en los s. IV-VII y ampliado en el s. XVII. La fachada estaba apuntalada, tal vez por los daños del terremoto. El rey mono Hanuman custodiaba varios accesos. El Palacio era un museo desde que asesinaron en grupo a toda la familia real, en una masacre en el 2008, cunado Nepal se convirtió en República. Tenía diez patios con los aposentos privados de los reyes y la cámara de audiencias. Exhibía el trono real y los palanquines que transportaban a la reina y las princesas. En uno de los patios había un estanque de aguas verdosas, con una columna central.

           


En la Plaza Kot había un árbol de tronco nudoso, en cuyo interior habían colocado un altar. Alrededor se sentaban mujeres con sus saris coloridos, a orar y descansar. Por las calles se veían rickshaw, los típicos vehículos asiáticos de bicicleta, para alquilar.




martes, 2 de diciembre de 2014

VOLCANES DESPIERTOS Y SEÑALES





Nicaragua es un país de selvas, lagos y volcanes. Tiene más de veinte volcanes, y siete de ellos están activos. Lo que no imaginé era encontrar en varios lugares señales indicando la ruta de evacuación.

La última erupción fue la del Volcán San Cristóbal en 2012. Los volcanes estaban presentes en todo el país: el Mombacho con su cono perfecto en la ciudad colonial de Granada, el Concepción y el Maderas en la isla de Ometepe o el Momotombo en la ciudad colonial de León fueron algunos de los que vimos. Ascendimos al Volcán Masaya, conocido como “Puerta del Infierno”. Había entrado en erupción en 2003, provocando una nube de 4,6km. de altura, según leímos. Debido al terremoto del 10 de abril del 2014, el Instituto Sismográfico había anunciado riesgo de movimientos telúricos. Por eso y por el aumento de emisión de gases sulfurosos tóxicos habían cerrado el último tramo de ascensión al volcán, una escalera de 170 escalones. Aún así, pudimos asomarnos al borde del cráter y vimos la fumarola. Un paisaje árido y fantasmagórico, un tanto inquietante.



Otra señal curiosa fue la del cangrejo, encontrada en la isla de Ometepe en el Lago Nicaragua. El país tiene costa en el Pacífico, costa Caribe, y numerosos lagos y ríos. Así que abunda el pescado y los crustáceos como langostas, camarones y cangrejos. Íbamos en bicicletas, por senderos paralelos a la playa, pero ningún cangrejo se cruzó en nuestro camino. Otras aventuras nos esperaban.


© Copyright 2014 Nuria Millet Gallego

miércoles, 7 de abril de 2010

EL TSUNAMI Y LA BAHÍA DE MATSUSHIMA






Un año antes de que sucediera estuve en Japón en la zona afectada por el terremoto y el posterior tsunami. Dormimos en Sendai,  y al día siguiente subimos a un tren que en media hora nos llevó a la Bahía de Matsushima. Decían que era una de las tres mejores vistas de Japón, considerada Patrimonio de la Humanidad. Tenía “unas 250 islas cubiertas de pinos moldeados por el viento y sus formaciones rocosas modeladas por el incesante golpeteo de las olas han dado como resultado espectaculares monumentos creados por las fuerzas de la naturaleza”. Así la describía la guía.


Aquel día la bahía estaba envuelta en brumas y con el cielo gris y lluvioso. Cogimos un barco, como el que fue engullido por las olas, para recorrer la bahía. Miraras donde miraras aparecían peñascos rocosos de formas irregulares. Una de ellas tenía cuatro arcos horadados por las olas. Lo curioso de las rocas es que habían crecido muchos árboles sobre ellas formando un manto verde. 



 
Frente a la bahía estaba el recinto del templo zen Zugain-ji. Era un bosque de altos cedros con cuevas naturales convertidas en altares. En las oquedades habían colocado figuras de Budas. Todo aquello, todo lo que muestran estas fotos, ha quedado arrasado. Poco pudieron hacer los dioses frente a las fuerzas de la naturaleza.
Lamento la magnitud de lo sucedido y espero que todos los afectados reciban la ayuda necesaria ante este desastre natural.
 


 

© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego

domingo, 15 de diciembre de 1996

EL TEMPLO MINGÚN Y OTRAS PAGODAS
























Desde Mandalay cogimos un barco por el río Ayuyarwedi hasta Mingún. Era un trayecto corto, de 11km. En las orillas contemplamos los grupos de chozas aisladas, canoas y algunos pescadores echando las redes. Mingún era una de las ciudades antiguas conservadas en los alrededores de Mandalay, y fue la que más nos impresionó.

La Mingún Paya era el monumento budista (o zedi) más grande del mundo. Era imponente, de piedra rojiza. Miles de esclavos empezaron a construirlo en 1790 y debería haber tenido 150m, pero su construcción se interrumpió y quedó en los 50m de altura. Aún así resultaba majestuoso.. En la fachada principal, a un lado de la puerta de entrada, se abría una gran grieta, como una herida de las sagradas piedras. La grieta se abrió tras el terremoto de 1839. La puerta era enorme, daba acceso a una capilla que nos pareció pequeña en comparación con la mole de piedra. Un monje nos ofreció té y bananas, que tomamos sentados a los pies de un Buda. Luego subimos la escalinata hasta la cima de la stupa y contemplamos lo que quedaba del esplendor de la antigua ciudad bordeada por el río. 













Cerca estaba la gran campana de bronce, construida para el templo en 1808, de 90 toneladas de peso. Sólo había otra de tamaño parecido en el mundo, en Moscú. Estaba suspendida del techo y podías meterte en su hueco interior, grabado con inscripciones con caracteres birmanos. Con un tronco tañimos la campana, que resonó por todo el lugar.

La Pagoda Pondawpaya estaba junto al río, custodiada por dos grandes leones que miraban pasar las barcas. La Pagoda Hsibyume de 1816, con estructura circular era otra de las que recordaremos. Sus stupas blancas resplandecían al sol, entre las verdes palmeras. Tenía siete terrazas que representaban la siete montañas alrededor del Monte Maru, que era el origen del Cosmos, según la mitología budista. Después visitamos las tres ciudades sagradas más antiguas: Sagaing, Amarapura y Ava. En Sagaing la verde colina estaba totalmente salpicada de stupas. Las viejas piedras sagradas de Mingún y las otras ciudades nos hablaron de otros tiempos míticos de esplendor en Myanmar.