Desde Chengdou fuimos en una furgoneta hasta
la Reserva del Panda Gigante, a unos
10km. El Oso Panda está considerado uno de los mayores mamíferos del mundo.
Sólo quedaban unos 200 ejemplares en zoos, según leímos. En sus orígenes la
especie fue carnívora, como otros osos, pero se adaptó a la dieta de bambú. Dado su tamaño necesita
grandes cantidades de bambú para cubrir sus necesidades nutricionales.
Nos adentramos en un
camino boscoso. En algunos tramos las altas cañas de bambú se curvaban formando
un arco de bóveda sobre nosotros. Vimos a los primeros ejemplares de Panda
comiendo tallos de bambú, sentados en la hojarasca. Resultaban graciosos con sus
movimientos lentos y algo torpes.
Las orejas eran negras y alrededor de los ojos también tenían una mancha negra,
como un parche. El pelaje era blanco con franjas negras en el lomo y las patas.
Leímos que el color del pelaje era una adaptación al paisaje nevado.
Los vimos jugar entre
ellos, abrazarse y rodar juntos, quedarse panza arriba y rascarse contra la
corteza de los árboles o con sus garras. Trepaban por los troncos, pero
procuraban economizar movimientos, ya que dormían
unas dieciséis horas al día. Por eso era mejor ir a primera hora, tal como
hicimos, para verlos más activos.
Visitamos la guardería de la reserva, donde tenían
varias crías dormitando. Disponían de incubadoras y de todos los recursos.
Nacían sonrosados y tan pequeños como una mano, al mes les crecía el pelo y a
los seis meses ya comían. Parecía increíble que se desarrollaran hasta alcanzar
su gran tamaño. Pero otras sorpresas mayores nos esperaban en China.
© Copyright 2010 Nuria Millet
Gallego