A las siete de la tarde
embarcamos en el Tao Jin, entre cientos de chinos. Salimos a la cubierta
exterior de popa, nos sentamos en una mesa y nos sirvieron té. A nuestro
alrededor los chinos comían cacahuetes, pollo y cerveza. Otros jugaban a
cartas.
Zarpamos de Chongqing ya anochecido, la ciudad se
iluminó y en sus rascacielos surgieron luces de fantasía. Por detrás de una
colina vimos fuegos artificiales, como si celebraran la partida.
Durante los tres días de travesía por el río Yangtsé hicimos varias paradas para
visitar templos centenarios con
tejadillos, pabellones con puertas circulares y pagodas con inciensarios de
bronce, entre cuidados jardines. Alguno de ellos lo visitamos de noche, iluminado
y lleno de misterio. En el interior albergaban esculturas de dioses y grandes
tablillas de pizarra con caracteres chinos de calígrafos y poetas antiguos.
Pero lo más
impresionante fue el paisaje. Las Tres
Gargantas eran un desfiladero de paredes verticales de 900 m. de altura, repletas de verde vegetación. En Wushi cogimos una pequeña barca para
recorrer una garganta más estrecha en un afluente del Yangtsé. Las paredes eran
de roca amarilla y gris y la vegetación aún era más abundante. Las hendiduras
de la montaña estaban cubiertas por una hojarasca verde y mullida, que
disfrazaba la profundidad de las grietas. El agua, que en el Yangtsé era
marronosa, aquí era verde intenso. Ante nosotros las altas paredes parecían
cerrar el curso del río, pero era un efecto óptico, y la barca giraba y seguía
su paso.
En las paredes se veían
grutas y cuevas, y las formas de los picos estaban esculpidas por los vientos
con formas curiosas, de interés geológico. Habían construido largas pasarelas
adosadas al acantilado, por encima del río. El Yangtsé o río Azul, era el
más largo de China con sus 6300km. de recorrido, y el tercero del mundo tras el
Amazonas y el Nilo.
Desembarcamos en Yichang, el destino final. Nos
despedimos del Tao Jin y en autobús fuimos hasta la Gran Presa del río Yangtsé. La consideraban el mayor proyecto de
ingeniería desde la construcción de la Gran Muralla. Y probablemente lo sería,
dada la complejidad y las dimensiones de su construcción. Con ese macroproyecto
se evitaron muchas muertes que causaban las grandes inundaciones en la zona,
pero había obligado a más de un millón de personas a desplazarse y supuso la
desaparición de muchos pueblos. Aunque la belleza del paisaje de las Tres
Gargantas y del curso del río Yangtsé permanecía.
© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego